Petrodollar Warfare: Oil, Iraq and the Future of the
Dollar
(Guerra de petrodólares: petróleo, Irak y el futuro del dólar)

William R. Clark
265 págs., New Society Publishers,
Gabriola Island, British Columbia, Canadá, 2005 (en inglés)


La influencia de las reservas de petróleo iraquíes en la decisión
de invadir Irak para derrocar a Sadam Husein se ha mantenido fuera del análisis
político habitual en los medios de comunicación estadounidenses.
Sólo en contadas ocasiones la cuestión encontró cierto
eco en la prensa de ese país, como, por ejemplo, cuando el magnate Rupert
Murdoch dijo que "lo mejor que puede salir de [esta guerra] para la economía
mundial… sería un barril de crudo a 20 dólares",
o cuando Wolfowitz, al contestar por qué se trataba de forma distinta
a Irak y a Corea del Norte, dijo que era muy sencillo: "La diferencia
más importante entre Irak y Corea del Norte es que, por razones económicas,
no teníamos opción: Irak flota en un mar de petróleo".

De hecho, el libro de William Clark tiene su origen en un ensayo publicado
en Internet en enero de 2003, The Real Reasons for the
Coming War in Iraq
,
que fue seleccionado por el Project Censored, un grupo de vigilancia de la
prensa de California (EE UU), como una de las noticias de 2005 que no había
recibido el eco merecido en los medios estadounidenses.

La tesis de Clark, ampliamente documentada en el libro, va más allá de
señalar al crudo como motivación básica de la guerra de
Irak. Para el autor, Washington, en la práctica, ha sustituido el patrón-oro
del sistema económico internacional de Bretton Woods por un patrón-petróleo,
que exige que los países productores denominen el codiciado recurso
en dólares. A medida que la economía estadounidense ha ido acumulando
más y más deuda exterior, su salud ya no depende tanto de las
magnitudes económicas convencionales como del mantenimiento del sistema
de reciclado de petrodólares. Como dice Richard Benson, presidente de
Speciality Finance Group, "en el mundo real -que no es el que nos
venden Hollywood y los medios de comunicación- el factor que determina
la prosperidad de EE UU es el sostenimiento del dólar como divisa de
reserva internacional", y "eso sólo puede hacerse si los
países productores de crudo fijan su precio en dólares".
Y, para rematar: "Si hubo algo que hundió el último clavo
en el ataúd de Sadam Husein fue su decisión de aceptar euros
por oro negro". Otros, como Chris Cook, han llegado a señalar
que "los principales productores, como Irán y Arabia Saudí,
se han dado cuenta de que el crudo no se denomina en dólares, sino que
son éstos los que se valoran en petróleo".

Para Clark, la razón última de la invasión de Irak está en
la necesidad de detener el declive del estatus económico de EE UU como única
superpotencia. Con ese objetivo han utilizado su abrumadora potencia militar
para asegurarse el control estratégico del oro
líquido
iraquí
y
su denominación en dólares, enviando una señal a Irán,
Venezuela, Rusia e incluso Arabia Saudí, que en algún momento
habían pensado también en aceptar euros. El control político
de las reservas iraquíes mantendría al dólar como divisa
monopolística en el mercado mundial y perpetuaría el mecanismo
que hace posible la expansión continuada del crédito internacional
que financia los astronómicos déficit gemelos estadounidenses.
Se trataría, pues, en cierta forma, de una guerra soterrada entre divisas,
entre el dólar y el euro, lo cual explicaría el cisma que se
abrió entre la Unión Europea y EE UU.

En 1973, cuando Nixon suspendió la convertibilidad dólar-oro,
Washington eliminó cualquier restricción a su capacidad de crear
dólares. De esa forma, puede aplicar en cada momento las políticas
fiscales que considere necesarias para mantener su hegemonía mundial.
El único límite está en el volumen de deuda que el resto
del mundo acepte, confiando en la solvencia de la economía de la superpotencia.
Si, además, sólo es posible comprar petróleo con dólares,
se asegura la liquidez de esa divisa y una demanda continuada, que mantiene
su cotización, independientemente de sus déficit.

Hasta noviembre de 2000, ningún país de la OPEP había
violado este esquema. En esa fecha, Sadam Husein salió de un Consejo
de Ministros y anunció que Irak pronto pasaría a denominar su
crudo en euros. No está claro si lo hizo por iniciativa propia o animado
por la UE. Fuera como fuera, Irak abrió una cuenta en euros en el BNP
Paribas y depositó en ella los ingresos del programa Petróleo
por Alimentos controlado por la ONU, que ascendían a 10.000 millones
de dólares (unos 8.400 millones de euros). En los meses anteriores a
la invasión, Rusia, Irán, Indonesia y Venezuela dieron muestras
de querer seguir el ejemplo, amenazando con precipitar una caída del
dólar en medio de una gran tormenta monetaria internacional que hubiera
podido poner en peligro la solvencia del sistema financiero de EE UU. Estos
intentos quedaron truncados cuando Paul Bremer, nombrado máximo responsable
de la Autoridad Provisional de la Coalición el 3 de mayo de 2003, anuló la
orden de Sadam y ordenó la transferencia de los fondos depositados en
Francia a bancos de EE UU (lo cual supuso para Irak una ganancia del 25% por
la revalorización del euro frente al dólar). El 5 de junio de
ese año, Financial Times informaba de que las ventas de oro negro iraquí volvían
a denominarse en dólares.

Como reconoce el autor, se trata de una interpretación de los acontecimientos
que muchos no dudarán en relegar al baúl de las teorías
de la conspiración
, en lugar de analizar los datos y argumentos presentados.
Se trata, en cualquier caso, de una explicación mucho más coherente
que el conjunto de razones que la Administración Bush ha ido desplegando
y retirando sucesivamente para justificar su intervención, y que explicaría
la actitud que adoptaron Francia y Alemania, y también la del Reino
Unido.

Pronto tendremos ocasión de comprobarlo si, como anuncia Kamal Daneshyar,
presidente de la Comisión de la Energía del Parlamento iraní,
Teherán se decide a denominar su petróleo en euros para "demostrar
a EE UU que no son los únicos que pueden infligir daños económicos
a [los demás] y que Irán puede responderles con la misma moneda".

El euro, perdición de Sadam.
Marcel Coderch


Petrodollar Warfare: Oil, Iraq and the Future of the
Dollar
(Guerra de petrodólares: petróleo, Irak y el futuro del dólar)

William R. Clark
265 págs., New Society Publishers,
Gabriola Island, British Columbia, Canadá, 2005 (en inglés)


La influencia de las reservas de petróleo iraquíes en la decisión
de invadir Irak para derrocar a Sadam Husein se ha mantenido fuera del análisis
político habitual en los medios de comunicación estadounidenses.
Sólo en contadas ocasiones la cuestión encontró cierto
eco en la prensa de ese país, como, por ejemplo, cuando el magnate Rupert
Murdoch dijo que "lo mejor que puede salir de [esta guerra] para la economía
mundial… sería un barril de crudo a 20 dólares",
o cuando Wolfowitz, al contestar por qué se trataba de forma distinta
a Irak y a Corea del Norte, dijo que era muy sencillo: "La diferencia
más importante entre Irak y Corea del Norte es que, por razones económicas,
no teníamos opción: Irak flota en un mar de petróleo".

De hecho, el libro de William Clark tiene su origen en un ensayo publicado
en Internet en enero de 2003, The Real Reasons for the
Coming War in Iraq
,
que fue seleccionado por el Project Censored, un grupo de vigilancia de la
prensa de California (EE UU), como una de las noticias de 2005 que no había
recibido el eco merecido en los medios estadounidenses.

La tesis de Clark, ampliamente documentada en el libro, va más allá de
señalar al crudo como motivación básica de la guerra de
Irak. Para el autor, Washington, en la práctica, ha sustituido el patrón-oro
del sistema económico internacional de Bretton Woods por un patrón-petróleo,
que exige que los países productores denominen el codiciado recurso
en dólares. A medida que la economía estadounidense ha ido acumulando
más y más deuda exterior, su salud ya no depende tanto de las
magnitudes económicas convencionales como del mantenimiento del sistema
de reciclado de petrodólares. Como dice Richard Benson, presidente de
Speciality Finance Group, "en el mundo real -que no es el que nos
venden Hollywood y los medios de comunicación- el factor que determina
la prosperidad de EE UU es el sostenimiento del dólar como divisa de
reserva internacional", y "eso sólo puede hacerse si los
países productores de crudo fijan su precio en dólares".
Y, para rematar: "Si hubo algo que hundió el último clavo
en el ataúd de Sadam Husein fue su decisión de aceptar euros
por oro negro". Otros, como Chris Cook, han llegado a señalar
que "los principales productores, como Irán y Arabia Saudí,
se han dado cuenta de que el crudo no se denomina en dólares, sino que
son éstos los que se valoran en petróleo".

Para Clark, la razón última de la invasión de Irak está en
la necesidad de detener el declive del estatus económico de EE UU como única
superpotencia. Con ese objetivo han utilizado su abrumadora potencia militar
para asegurarse el control estratégico del oro
líquido
iraquí
y
su denominación en dólares, enviando una señal a Irán,
Venezuela, Rusia e incluso Arabia Saudí, que en algún momento
habían pensado también en aceptar euros. El control político
de las reservas iraquíes mantendría al dólar como divisa
monopolística en el mercado mundial y perpetuaría el mecanismo
que hace posible la expansión continuada del crédito internacional
que financia los astronómicos déficit gemelos estadounidenses.
Se trataría, pues, en cierta forma, de una guerra soterrada entre divisas,
entre el dólar y el euro, lo cual explicaría el cisma que se
abrió entre la Unión Europea y EE UU.

En 1973, cuando Nixon suspendió la convertibilidad dólar-oro,
Washington eliminó cualquier restricción a su capacidad de crear
dólares. De esa forma, puede aplicar en cada momento las políticas
fiscales que considere necesarias para mantener su hegemonía mundial.
El único límite está en el volumen de deuda que el resto
del mundo acepte, confiando en la solvencia de la economía de la superpotencia.
Si, además, sólo es posible comprar petróleo con dólares,
se asegura la liquidez de esa divisa y una demanda continuada, que mantiene
su cotización, independientemente de sus déficit.

Hasta noviembre de 2000, ningún país de la OPEP había
violado este esquema. En esa fecha, Sadam Husein salió de un Consejo
de Ministros y anunció que Irak pronto pasaría a denominar su
crudo en euros. No está claro si lo hizo por iniciativa propia o animado
por la UE. Fuera como fuera, Irak abrió una cuenta en euros en el BNP
Paribas y depositó en ella los ingresos del programa Petróleo
por Alimentos controlado por la ONU, que ascendían a 10.000 millones
de dólares (unos 8.400 millones de euros). En los meses anteriores a
la invasión, Rusia, Irán, Indonesia y Venezuela dieron muestras
de querer seguir el ejemplo, amenazando con precipitar una caída del
dólar en medio de una gran tormenta monetaria internacional que hubiera
podido poner en peligro la solvencia del sistema financiero de EE UU. Estos
intentos quedaron truncados cuando Paul Bremer, nombrado máximo responsable
de la Autoridad Provisional de la Coalición el 3 de mayo de 2003, anuló la
orden de Sadam y ordenó la transferencia de los fondos depositados en
Francia a bancos de EE UU (lo cual supuso para Irak una ganancia del 25% por
la revalorización del euro frente al dólar). El 5 de junio de
ese año, Financial Times informaba de que las ventas de oro negro iraquí volvían
a denominarse en dólares.

Como reconoce el autor, se trata de una interpretación de los acontecimientos
que muchos no dudarán en relegar al baúl de las teorías
de la conspiración
, en lugar de analizar los datos y argumentos presentados.
Se trata, en cualquier caso, de una explicación mucho más coherente
que el conjunto de razones que la Administración Bush ha ido desplegando
y retirando sucesivamente para justificar su intervención, y que explicaría
la actitud que adoptaron Francia y Alemania, y también la del Reino
Unido.

Pronto tendremos ocasión de comprobarlo si, como anuncia Kamal Daneshyar,
presidente de la Comisión de la Energía del Parlamento iraní,
Teherán se decide a denominar su petróleo en euros para "demostrar
a EE UU que no son los únicos que pueden infligir daños económicos
a [los demás] y que Irán puede responderles con la misma moneda".

Marcel Coderch es doctor por
el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) y secretario de la Asociación
para el Estudio de los Recursos Energéticos.