Ni siquiera las élites chinas saben hacia dónde se dirige el país.

 

Peter Parks/AFP/Getty Images

 

A pesar de los insistentes titulares, no queda claro qué tipo de potencia global será China durante la próxima y transcendental década. Pero si la comunidad internacional vislumbra la trayectoria del gigante asiático para el siglo XXI, es muy posible que sea por la falta de un verdadero consenso entre los propios chinos.

Durante las primeras décadas de la era reformista, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, Pekín intentó asociarse de forma paulatina y sigilosa con un buen número de regímenes y organizaciones internacionales. Asesores de primera línea como el economista Wu Jinglian (que se ganó el apodo de “el señor mercado”), impulsaron abiertamente la reforma económica y la integración en la economía global. Al mismo tiempo, el líder chino conservó elementos de la estrategia previa como  “cuatro modernizaciones” (de la economía, la agricultura, el desarrollo científico y tecnológico y la defensa nacional), encaminadas a transformar el país en una potencia autosuficiente a principios del siglo XXI. Y estrategas militares como el almirante Liu Huaqing, al mando de la Marina de guerra de China durante los 80, implementaron una estrategia que proyectaba la igualación de las fuerzas navales chinas con las de EE UU para mediados del siglo XXI.

La combinación de lo nuevo y lo antiguo realizada por Deng dio como resultado el surgimiento de una potencia mundial que, no obstante, mantuvo un bajo perfil político y militar. La política exterior china siguió al dedillo uno de los principios de Deng: “Oculta el brillo y venera la oscuridad”.

Sin embargo, el consenso de la era Deng comenzó a deteriorarse durante la última década. A medida que la economía china continuaba creciendo y su presencia en el extranjero se ampliaba a gran parte del sureste asiático, Latinoamérica y África, el proverbio del responsable de la represión de Tiananmen se volvió anacrónico. Cuando algunos extranjeros empezaron a percibir que una China dotada de un nuevo poderío podría plantear una amenaza para Occidente, el alto funcionario del Partido Comunista Zheng Bijian trató de explicar al resto del mundo el poder y la influencia crecientes del país. Al plantear la noción de Ascenso pacífico, que empezó a usar en 2003 y que popularizó en un artículo de 2005 publicado en Foreign Affairs, Zheng sostuvo que, a diferencia de otras antiguas grandes potencias, el ascenso del gigante asiático no se basaría en la explotación de los demás países. Al contrario, la teoría -algunos podrían llamarla eslogan de marketing– insistía en que beneficiará al pueblo chino y al resto del mundo.

La mayoría de los principales dirigentes del país salieron rápidamente en apoyo del lema. Pero el debate fue instructivo: a algunos estudiosos chinos les preocupaba que la palabra “ascenso” fuera demasiado provocativa para los extranjeros, mientras que a otros no les gustaba la palabra “paz”, objetando que no permitiría a China ser agresiva si fuera necesario, por ejemplo si Taiwan declarara la independencia de forma repentina. Como sostuvo en aquellos momentos Yan Xuetong, profesor en la Universidad de Tsinghua, “todas las estrategias de paz que impidieran el ascenso de China deben excluirse”. En los círculos oficiales, el término pronto se convirtió en una expresión más soporífera: “desarrollo pacífico”.

Hoy, sin una orientación clara de Pekín, ha surgido un gran debate entre los intelectuales chinos sobre el papel del país en el mundo. Algunos están preparados para ver a China afirmarse como una potencia global. En el punto álgido de la crisis financiera, por ejemplo, el gobernador de banco central chino, Zhou Xiaochuan, sugirió que había llegado el momento de que el planeta descartara el dólar como moneda de reserva. Expertos en relaciones internacionales como Zen Cingla, de la Universidad de Funda, defendieron abiertamente el derecho del Imperio del Centro a establecer bases militares para proteger sus intereses en el resto del mundo. Pero otros funcionarios y pensadores  chinos perciben una clara sensación de peligro en esa osadía. “No creo que China deba convertirse en otro Estados Unidos en la política global, y tampoco podía aunque quisiera”, opina el experto Wang Jusi.

El mayor reto no radica en ninguna amenaza externa, sino más bien en la evolución de la cultura política dentro del país

Este debate acerca de cómo el gigante asiático puede impulsar sus intereses no es solo una elección entre aprovechar el momento o mantener el rumbo trazado. Algunos funcionarios chinos han pedido a su Gobierno que asuma más responsabilidades internacionales. El primer ministro, Won Jabado, por ejemplo, dijo en un discurso el pasado abril que China intensificaría su contribución a las iniciativas internacionales en ámbitos como la educación, la atención médica y la reducción de la deuda porque es “la aspiración de la comunidad internacional y también beneficia a China”. Otros, como el periodista Wang Di, han escrito que es necesario que las grandes empresas chinas que operan en el extranjero tengan en cuenta la responsabilidad social corporativa si no quieren ser etiquetadas como vectores de “una arrogante expansión de capitales”.

Probablemente, el mayor reto, como sostienen varios pensadores chinos ahora, no radica en ninguna amenaza externa, sino más bien en la evolución de la cultura política dentro del país. “Tres décadas de reforma han generado un rápido aumento de la riqueza en China, y esto a su vez también ha vuelto arrogante al pueblo chino”, escribió Ye Hialina, investigador de la Academia China de Ciencias Sociales, en una mordaz crítica de las actuales sensibilidades china. “El pueblo chino ya no tolera las críticas”.

Cómo este debate conformará el futuro del Imperio del Centro sigue siendo una cuestión abierta. Pero quizás lo  más importante es el hecho de que se esté produciendo. Y no solo detrás de las puertas cerradas del famoso Zhongnanhai (complejo de edificios que albergan las sedes del Gobierno y del Partido Comunista), sino a la vista de su propio pueblo y del resto del mundo.

 

Artículos relacionados