¿Sería la política de dos hijos la solución para China? Quizá, pero la represión y la violencia son el verdadero problema.

 

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La planificación familiar que China sigue desde 1979 ha provocado el envejecimiento de la población, un grave desequilibrio de géneros y dificultades para los padres ya mayores de hijos fallecidos, además de generaciones de hijos únicos miedosos, pesimistas y reacios a asumir riesgos. La transición hacia la política que permitiría tener dos hijos no es la solución.

En los colegios bilingües de Pekín no escasean los hermanos de nacionalidad china. En estos centros, con mensualidades que con frecuencia sobrepasan los 1.500 euros, asumir las multas y la educación y atención sanitaria extra que conlleva un segundo o incluso tercer hijo está al alcance de un buen número de padres. Estos niños se convierten, en este contexto, en un símbolo de estatus, comparable quizá al coche o la vivienda de lujo.

Al otro lado del espectro se encuentran las familias que atraviesan penurias para pagar multas que pueden alcanzar hasta diez veces el salario anual del individuo, a la par que una farragosa burocracia para hacerse con los permisos. De no conseguirlos, se arriesgan a sufrir interrupciones del embarazo forzosas.

Los abortos y las políticas de esterilización de mujeres no son los únicos elementos de coacción. Si el que incumple la ley trabaja para el Gobierno, se arriesga a perder su empleo o quedar relegado. El director del Departamento de químicas de la Universidad de Renmin, en Pekín, se suicidó tirándose de un noveno piso, supuestamente víctima del estrés que sufrió cuando le acusaron de incumplir la política del hijo único y le amenazaron con echarlo de su puesto.

La inconsistencia en la aplicación de una política que ha evitado el nacimiento de 400 millones de niños es uno de los asuntos más controvertidos en la sociedad china. Al margen de las triquiñuelas –con cohechos a funcionarios o divorciándose del cónyuge, por ejemplo– la ley se aplica de forma muy desigual. Es fácil perderse en el laberinto de excepciones (más de 22) cuya aplicación con frecuencia queda a discreción de la jurisdicción local. En algunas zonas rurales las parejas pueden tener un segundo hijo si el primero es una niña, pero solo después de un periodo de espera. En otros lugares, está permitido tener un segundo hijo si ambos padres son hijos únicos, pero para obtener todos los documentos para obtener el permiso hay que saltar una carrera de obstáculos.

Cuando los padres que optan por ese segundo niño no pueden acogerse a ninguna de estas excepciones, corren el riesgo de toparse con una ejecución brutal de la ley, lo que incluye abortos forzados en gestación avanzada (con frecuencia en lugares que no reúnen las condiciones sanitarias apropiadas) y esterilizaciones masivas.

Las repercusiones psicológicas de esta medida son igualmente graves; podrían afectar incluso la proverbial naturaleza emprendedora de los chinos. Esto es lo que indica un estudio publicado en Science con el título “Pequeños emperadores” que compara el comportamiento de adultos nacidos justo antes y después de 1979. Los autores advierten de que se trata de personas “pesimistas”, “llenas de aversión” y “temerosas a la hora de asumir riesgos”, características poco favorables cuando se trata de hacer negocios.

“No son niños muy sociables”, señala Koen Sevenants, fundador de Morning Tears, una ONG que desde 1999 acoge a hijos de presos, niños que no tienen derecho a asistencia estatal porque técnicamente no son huérfanos.  “La psicología de los únicos hijos es, en general, más difícil. Son menos capaces de sobrevivir traumas emocionales. Los padres y abuelos los han mimado en extremo y a menudo vuelcan en ellos todas sus expectativas”.

La gran preocupación de las autoridades chinas, por su parte, se centra en previsiones demográficas que pueden comprometer el crecimiento del país. La China Development Research Foundation, un think tank próximo al Gobierno, advirtió este otoño de que la tercera edad contará por un tercio de la población en 2050, y propuso un margen de tres años para reformar la ley hacia los dos hijos. ¿Se produciría, en ese supuesto, un boom en la natalidad, como sugieren algunos? Hay que recordar que los vecinos Taiwan y Corea del Sur tienen tasas de nacimiento más bajas que las chinas sin medidas coercitivas. Por otro lado, los experimentos en provincias del norte donde no hay ninguna restricción desde 1985 parecen desmentirlo. Lo que sí se da en estas zonas, por contra, son menos conflictos entre el Gobierno y los ciudadanos, y un balance entre géneros mucho más equilibrado.

Para activistas como Reggie Littlejohn, de Women´s Rights Without Frontiers, una coalición que lucha contra los abortos forzados y la esclavitud sexual en China, el asunto clave no es si el Gobierno permite tener uno o dos hijos, sino la  represión y violencia con que se aplica este límite.  “Incluso con una política de dos niños, las mujeres todavía estarían sujetas a abortos forzosos si se quedan embarazadas sin tener permiso”, señala Littlejohn. La activista y abogada cree que semejante normativa continuaría propiciando el aborto selectivo de niñas. “En las zonas donde las parejas pueden tener un segundo hijo si el primero es una niña, los abortos selectivos están fuera de control. Las familias quieren asegurarse de que uno de los hijos sea varón”. Aunque en teoría está prohibido desvelar el sexo del bebé antes del nacimiento, la aplicación de esta norma es errática, en particular en zonas rurales, donde se salva con algo de dinero o un buen contacto.

El desequilibrio de géneros ha mejorado en los últimos tiempos, pero sigue siendo muy acusado con un ratio de 120 niños por cada 100 niñas, comparado con el que se considera normal de 105 niños por 100 niñas (hay que tener en cuenta, no obstante, que algunas familias no registran a sus hijas). Esto supone que en la actualidad haya 34 millones de hombres más que mujeres, según el censo de 2010. Un desequilibrio que produce, entre otras cosas, un creciente tráfico de niñas y jóvenes, vendidas o raptadas para convertirse en futuras esposas.

Otro de los aspectos más tristes y menos conocidos de esta política lo protagonizan los padres ya mayores de hijos únicos fallecidos (un millón, según cálculos recientes). Estos individuos (que tienen un nombre: shīdúzhě) sufren por partida doble, ya que a la pérdida del hijo se suma la preocupación por su futuro en una sociedad con pocos recursos para cuidar de sus mayores.  Es muy inusual encontrarse con residencias para la tercera edad en la sociedad china, ya que las familias están muy unidas y tradicionalmente dependen unos de otros.

La familia típica china está muy orientada a los hijos, a los que dedica una enorme cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo para su educación y bienestar financiero. Por esta razón, a los shīdúzhě se les cae el mundo encima. Aunque están surgiendo grupos de apoyo para ayudar a este colectivo, su número crece a medida que envejece el conjunto de población.

Uno de los miembros del Development Research Foundation dijo recientemente que es sólo “cuestión de tiempo” hasta dar el salto a la política de los dos hijos. Pero, ¿cuánto tiempo, exactamente? Legisladores y personas próximas al Gobierno llevan años hablando de un cambio en la política sin que, en realidad, estas declaraciones se traduzcan en nada. Y, sobre todo, ¿sería la política de dos hijos la solución? Esta restricción continuaría creando, como señala la activista Littlejohn, numerosas formas de sufrimiento.

 

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