El ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso explica por qué la guerra de Estados Unidos contra las drogas no ha hecho más que exacerbar la inestabilidad y el narcotráfico en América Latina.

Cuando tres ex presidentes de Latinoamérica presentaron recientemente las conclusiones de una comisión regional de alto nivel sobre drogas y democracia en Sao Paulo (Brasil) el veredicto fue de condena: la guerra contra las drogas es un fracaso.

 
 
Marco Millán/AFP/Getty Images
 

¿Una causa perdida? La lucha contra las drogas ha sumido a México en una batalla que se ha cobrado 5.300 víctimas por el momento.

 

“Las políticas prohibicionistas basadas en la erradicación, la prohibición y la criminalización del consumo no han funcionado”, escribieron los ex presidentes de Brasil, México y Colombia en The Wall Street Journal en febrero. A pesar de 30 años de seguir las instrucciones de Washington en materia de estrategia frente a las drogas, la región sigue siendo, con gran diferencia, la principal exportadora de cocaína del mundo. Peor aún, el crimen organizado ha proliferado; las redes de traficantes han echado raíces; y el dinero de este negocio ilegal ha infectado la política. Incluso países relativamente desarrollados como México se han visto arrastrados a una espiral de violencia increíble y a una corrupción destructora.

Los ex presidentes reclaman con urgencia cambios drásticos en la política mundial contra los estupefacientes. La Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, constituida por ellos, recomienda despenalizar el uso de la marihuana, centrar la actuación de la policía en el tráfico y las redes criminales, y poner en práctica una estrategia de sustitución de cultivos -no erradicación- para acabar con la cocaína. Con los ecos de sus conclusiones aún recientes en Washington y la región, Elizabeth Dickinson, de FP, ha preguntado al ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso hacia dónde va y hacia dónde debe ir la guerra contra las drogas si queremos salvar la democracia en América Latina.

Foreign Policy: Como copresidente de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, ha dicho usted que la guerra de Estados Unidos contra los narcóticos es un “fracaso”. ¿Cuáles son los principales fallos del modo que tienen EE UU y sus aliados de librar hoy esta lucha?

Fernando Henrique Cardoso: [Estados Unidos] siempre ve este asunto como un problema contra el que hay que luchar, como una batalla. Pero es un tipo distinto de batalla. ¿Por qué no se concentra en combatir la demanda, en vez de intentar meter en la cárcel a todos los que consumen drogas? Seguramente porque existen intereses ocultos, no sólo sobornos entre la policía (que los hay), sino también la maquinaria construida para luchar contra las drogas de forma tradicional. Es preciso ser más flexibles: ¿estamos consiguiendo algo en el problema de la droga sólo con la represión, o nos convendría más centrarnos en la reducción de la demanda y el tratamiento de los consumidores? La cantidad de dinero que dedica el Tesoro estadounidense a meter a gente en la cárcel probablemente disminuiría si [EE UU] considerase el problema de las drogas como un asunto de salud.

FP: ¿Qué daños está causando la guerra contra las drogas en los países latinoamericanos? ¿En qué medida ha contribuido esta lucha a la inestabilidad?

FC: [La guerra de Estados Unidos contra las drogas] ha minado la moral democrática. La población considera que el gobierno es ineficaz y la policía corrupta, y todo eso debilita tanto la imagen de [EE UU] como la capacidad de actuar de la democracia. La necesidad [de Estados Unidos] de ser duro e inflexible en la guerra contra las drogas ha hecho que retroceda la democracia.

Fíjese en lo que está sucediendo en México: es terrible. Para el Gobierno, a pesar de sus esfuerzos, a pesar de lo que lucha contra las drogas, el coste es inmenso. El año pasado, murieron asesinadas aproximadamente 8.000 personas. Brasil no es un país productor. Pero se cree que los pobres están bajo la protección de los narcotraficantes, y eso representa un problema para el Ejecutivo. En Colombia, todavía, hay individuos relacionados con la vida política, miembros del Congreso que participan en elecciones, implicados en este mundo. En algunas ciudades [de Brasil], también está clara la conexión entre la financiación de las campañas electorales y los narcos.

FP: En los últimos años, ha crecido el número de consumidores de droga en América Latina. ¿A qué cree usted que se debe?

FC: Una de las razones es que Estados Unidos se ha vuelto más autosuficiente en la producción de marihuana y, por consiguiente, los traficantes están imponiendo un mayor consumo en Latinoamérica. En gran parte, el uso de drogas está aumentando [porque] la sociedad no se toma en serio este problema y cuenta con que el gobierno puede resolverlo por sí solo. La realidad es que es un asunto que necesita la movilización de las familias, las iglesias, los trabajadores y los sindicatos. Debemos crear una conciencia más extendida a este respecto, e intentar abrir más el debate dentro de la sociedad.

FP: Usted ha defendido la legalización de la marihuana, pero no de las drogas duras. ¿Qué distinción hay entre las dos? ¿De qué forma suavizaría el problema la legalización de la marihuana?





























           
El nuevo paradigma no es despenalizar; es reducir la demanda
           

FC: Lo que sugerimos no es la legalización, sino la despenalización. Al legalizar, estamos diciendo que está bien tomar una droga. Nosotros creemos que es mejor despenalizarla. ¿Por qué? La marihuana representa el 90% del consumo de narcóticos. Si la policía no se dedica a meter en la cárcel a los pequeños consumidores, puede concentrarse más en  luchar contra el narcotráfico y las drogas más duras. [Eso significa] más eficacia, mejor formación y una manera de resolver el principal problema: el control de la corrupción entre la policía.

No es razonable ni factible pedir la despenalización en un solo país. Por eso vamos a enviar nuestro informe a Naciones Unidas, porque necesitamos una coordinación a escala mundial en la lucha contra las drogas.

FP: En sus recomendaciones estratégicas, ustedes sugieren que la campaña antinarcóticos aprenda las lecciones de las de antitabaco. ¿Por qué el tabaco es un buen modelo para la guerra contra las drogas?

FC: Es necesario que la propagación [de la información] sobre los efectos del consumo de estupefacientes sea mucho más eficaz. Es necesario conmocionar a la población y mostrarle lo dañino que puede ser. Y, como tenemos esta especie de tabú -es mejor no hablar de ello que abrir el debate-, [por ahora] es imposible llevar a cabo una campaña en este sentido. Creo que es mejor plantear la cuestión, emprender campañas, dedicar dinero oficial a difundir estos datos, etc.

FP: Con tantos ejemplos de resultados negativos, ¿por qué los Estados latinoamericanos siguen cooperando con la política de Estados Unidos contra las drogas?

FC: Porque EE UU ejerce una presión tremenda y no existen alternativas. Por eso es importante contar con una perspectiva distinta. El nuevo paradigma no es despenalizar; es reducir la demanda. Si el Gobierno estadounidense no está convencido de ello, seguramente continuará ejerciendo enormes presiones sobre los países de América Latina para que sigan su iniciativa.

FP: ¿Ve alguna oportunidad para un cambio de política con la Administración Obama? ¿Qué indicios ha visto hasta ahora en este sentido?

FC: Creo que sí. Hace un año, el Departamento de Estado [de EE UU] me invitó a asistir a una discusión sobre las drogas en Washington. Y ya entonces reconocí ciertos indicios de que podía plantearse un nuevo sistema. Ahora, con la nueva Administración, creo que tenemos una oportunidad de abrir el debate.










Fernando Henrique Cardoso fue presidente de Brasil de 1995 a 2003.

 

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