Rogue Nation: American Unilateralism and the Failure of
Good Intentions
(Nación sin escrúpulos: El unilateralismo estadounidense
y el fracaso de las buenas intenciones)

Clyde Prestowitz
329 págs, Perseus Books Group, Nueva York, 2003 (en inglés)


En un momento histórico en el que EE UU ha demostrado su inmenso poderío
militar y su disponibilidad a actuar unilateralmente en defensa de sus intereses
nacionales, Clyde Prestowitz, presidente de un instituto de investigación
en Washington, ha escrito un libro apasionante en el cual examina las consecuencias
del unilateralismo de las políticas de Estados Unidos en los últimos
años.

EE UU es un país de contradicciones que se resiste a actuar como potencia
imperial. Sus ciudadanos quieren ser no sólo respetados, sino también
apreciados, y se sorprenden del odio y resentimiento que despiertan en otros
países. Quieren ser percibidos como la “luz en la colina”
–utilizando la metáfora del gobernador puritano John Winthrop–
y no entienden que se les considere una nación hipócrita, deshonesta,
egocéntrica, incontrolada e impredecible.

El objetivo principal del libro es explicar a los estadounidenses por qué
el mundo entero parece alinearse contra ellos y mostrar al resto del planeta
cómo frecuentemente malinterpretan las buenas intenciones de EE UU. Este
análisis está motivado por el abismo que se está abriendo
entre la superpotencia y sus aliados como resultado de la negativa de los Gobiernos
de EE UU –y en particular el de Bush– a considerar las perspectivas
y puntos de vista de otros países, y a reconocer que muchas de sus acciones
debilitan los valores que intentan promover en el exterior.

Prestowitz examina brillantemente algunas de las políticas más
controvertidas de los últimos años para mostrar cómo éstas
se han percibido en otros países y cómo debilitan los principios
y valores en los que se basó EE UU desde su independencia y que han iluminado
su política exterior. Durante décadas Washington ha defendido
el liberalismo comercial, la lucha por el medio ambiente, el Estado de derecho,
el desarrollo de un orden internacional multilateral y de instituciones que
ayudaran a su regulación. Por desgracia, las políticas de los
últimos años han dañado seriamente el compromiso estadounidense
con estos principios y han dificultado su desarrollo. EE UU ganó la guerra
fría, pero está gestionando mal la paz y dilapidando el capital
de buena fe y confianza que había acumulado en el pasado siglo.

Sostiene que el problema fundamental de las políticas unilateralistas
de EE UU no es sólo que sean arrogantes, sino que tienen efectos negativos
para el país. Rogue Nation examina la política de promoción
de la convertibilidad al dólar que contribuyó a la crisis de 1997
en Asia.

Ilustración

Estudia también las políticas que fomentan el libre comercio
en el exterior mientras se otorgan subsidios masivos a sectores internos como
la agricultura o el acero, bien organizados y con peso político –lo
que que encarece los precios y lleva a la ruina a los agricultores de países
en desarrollo–, y las consecuencias de la falta de conciencia de ahorro
de energía que se deriva de la exaltación del individualismo y
la libertad personal en EE UU. Esta mentalidad conduce a un consumo desaforado
de petróleo, que condiciona muy profundamente la política exterior
de Washington y la hace particularmente vulnerable a los acontecimientos de
Oriente Medio.
En este sentido, la negativa a ratificar el Tratado de Kioto –especialmente
tras las modificaciones introducidas en el tratado final que se firmó
en Marraquech en 2001, que lo hacían mucho más asumible–
se presenta como una oportunidad perdida que perjudicó seriamente las
relaciones entre EE UU y sus aliados. Las decisiones de la Administración
Bush de no ratificar el tratado que creó la Corte Penal Internacional
(CPI), el de Otawa, que prohíbe las minas antipersonas, y el de guerra
biológica de 1975, se exponen como pruebas de que EE UU predica el imperio
de la ley pero pasa por encima de él cuando le interesa.

Describe también las políticas estadounidenses respecto a Taiwan
e Israel, condicionadas en gran medida por análisis distorsionados y
también por la influencia de fuertes grupos de presión vinculados
a esos países cuyos intereses son, en ocasiones, contrarios a los de
Washington y dañan muy seriamente las relaciones con otros países
afines o estratégicamente importantes como China. Prestowitz también
critica con dureza la estrategia de la primera Administración Bush en
Irak, que calculó mal el poder real de Sadam Hussein y perdió
la oportunidad de eliminar todas las armas de destrucción masiva, fracaso
que llevó a la crisis actual.

Estas acciones se han percibido en la mayoría de los países como
manifestaciones de que EE UU está volviendo la espalda a las instituciones
y principios en que se ha basado su política exterior desde finales de
la Segunda Guerra Mundial y de que está definiendo sus intereses sobre
todo en términos de seguridad militar. Como resultado, en los últimos
años han aumentado las diferencias y las tensiones entre EE UU y sus
aliados. Si las decisiones hubieran sido otras –ratificar el Tratado de
Kioto o el de la CPI, involucrar realmente al Consejo de Seguridad de la ONU
en el conflicto con Irak o desarrollar una estrategia menos agresiva con Corea
del Norte–, EE UU tendría ahora mejores opciones y más aliados
para implementarlas. Desgraciadamente, la preferencia unilateralista del Gobierno
actual ha provocado un giro fundamental en la doctrina de EE UU que ha hecho
que el poder hegemónico de ese país se perciba desde fuera como
una amenaza, como muestra la encuesta de junio pasado del Pew Research Center.

Estados Unidos se ha concentrado tanto en la seguridad militar que no es de
extrañar que otros pueblos no lo perciban como amante de la paz –ha
participado en 236 guerras desde su fundación en 1789–. Los atentados
del 11 de septiembre de 2001 acentuaron este cambio. Durante los dos siguientes
años ha luchado en dos guerras, se ha retirado de tratados internacionales
y ha adoptado una postura beligerante en la que todo el que no está con
ellos está contra ellos. Este giro cristalizó en el documento
gubernamental La Estrategia de Seguridad Nacional de EE UU, donde se establece
la doctrina de guerra preventiva y se declara abiertamente que se utilizarán
todos los instrumentos posibles para evitar que ningún país o
grupo de países puedan amenazar su hegemonía. Esto significa en
la práctica la adopción de una doctrina imperial.

Estas decisiones, según el autor, son equivocadas, no sólo porque
violan los valores en los que se ha fundamentado la construcción de Estados
Unidos y de la comunidad internacional, sino también porque perjudican
a los intereses de ese país. Dado el antagonismo que está generando
en otros países, el unilateralismo está erosionando los cimientos
de la hegemonía que los neconservadores en el poder quieren preservar
a toda costa, pues dificulta la asunción de políticas que podrían
facilitar ese objetivo. Por ello, esta estrategia está abocada al fracaso.


Las políticas unilaterales de EE
UU están erosionando los cimientos de la hegemonía que los
neoconservadores en el poder quieren preservar
a toda costa


Este libro es importante por las siguientes razones. Primero, Prestowitz es
un conservador –trabajó en asuntos comerciales en la Administración
Reagan–, pero no un neoconservador, y hace sus críticas desde la
derecha. Desde su punto de vista, las políticas de la Administración
Bush no son conservadoras; al contrario, son mesiánicas, egoístas,
aventureras e irresponsables (los verdaderos conservadores nunca han sido “mesiánicos
ni doctrinarios”, afirma el autor). Se basan en un intervencionismo unilateral
–dentro y fuera de EE UU– y una expansión del papel de Washington
que encuentran resistencias en todos los frentes.

Prestowitz plantea una alternativa conservadora a las actuales políticas
basada en la defensa del interés nacional, pero defiende que este interés
debe definirse apoyándose en un sistema multilateral con raíces
en el consenso de la comunidad de naciones. Muestra, además, que las
políticas y decisiones erróneas de los últimos años
no son exclusivas de la Administración Bush y los republicanos neoconservadores.
Muchas empezaron con Clinton y han sido apoyadas por muchos demócratas.
Entre ellas está la negativa a ratificar el tratado antiminas, el de
Kioto y el de la CPI, que Clinton firmó en el último momento por
motivos políticos, pero que sufrieron la oposición mayoritaria
en el Senado, lo cual impedía sus ratificaciones. Por ello, la esperanza
de que una derrota de Bush pueda llevar a un giro radical en estas políticas
debe tomarse con cautela y cierto escepticismo.

En un momento en que la visión de Robert Kagan, que presenta la división
entre Europa y EE UU en términos de “Marte y Venus”, se ha
convertido en un paradigma dominante para explicar las diferencias entre estos
países, Prestowitz presenta una visión alternativa. Según
Kagan, gracias al paraguas protector de EE UU, Europa ha podido gastar mucho
menos en defensa y se ha convencido de que el poder militar como instrumento
de resolución de conflictos debe sustituirse por mecanismos jurídicos,
instituciones multilaterales y cooperación transnacional. Prestowitz
califica esta visión de simplista y sostiene que cuando Europa –o
Japón– han tratado de asumir más responsabilidades en su
defensa, Washington se ha opuesto y ha intentado minar estas iniciativas porque
se beneficia del sistema actual, en el que Europa es dependiente y débil
militarmente. Sostiene que EE UU debe promover la asunción de más
responsabilidades en su defensa por parte de los europeos, y debe ayudarles
facilitando la transferencia de tecnologías que les permitan consolidar
su industria armamentista. También propone cambios en la OTAN que posibiliten
su actuación en crisis globales.

El fracaso de las políticas unilaterales basadas en el poder militar
está quedando en evidencia en todos los frentes: Afganistán, Irak,
Corea, Irán, el conflicto palestino-israelí… Los atentados del
11-S dejaron desnudo el mito de la excepcionalidad de EE UU y pusieron de relieve
que con la globalización los problemas de otros son también nuestros.
Si EE UU quiere ser la “luz en la colina” y el referente para otros
países, sus líderes tienen que rescatar los principios y valores
que guiaron la fundación de la república y actuar con humildad
y tolerancia. Este libro muestra el camino a seguir.

CRÍTICAS DE LOS LIBROS MÁS DESTACADOS PUBLICADOS EN EL MUNDO.

El fracaso de las buenas intenciones. Sebastián
Royo


Rogue Nation: American Unilateralism and the Failure of
Good Intentions (Nación sin escrúpulos: El unilateralismo estadounidense
y el fracaso de las buenas intenciones)
Clyde Prestowitz
329 págs, Perseus Books Group, Nueva York, 2003 (en inglés)


En un momento histórico en el que EE UU ha demostrado su inmenso poderío
militar y su disponibilidad a actuar unilateralmente en defensa de sus intereses
nacionales, Clyde Prestowitz, presidente de un instituto de investigación
en Washington, ha escrito un libro apasionante en el cual examina las consecuencias
del unilateralismo de las políticas de Estados Unidos en los últimos
años.

EE UU es un país de contradicciones que se resiste a actuar como potencia
imperial. Sus ciudadanos quieren ser no sólo respetados, sino también
apreciados, y se sorprenden del odio y resentimiento que despiertan en otros
países. Quieren ser percibidos como la “luz en la colina”
–utilizando la metáfora del gobernador puritano John Winthrop–
y no entienden que se les considere una nación hipócrita, deshonesta,
egocéntrica, incontrolada e impredecible.

El objetivo principal del libro es explicar a los estadounidenses por qué
el mundo entero parece alinearse contra ellos y mostrar al resto del planeta
cómo frecuentemente malinterpretan las buenas intenciones de EE UU. Este
análisis está motivado por el abismo que se está abriendo
entre la superpotencia y sus aliados como resultado de la negativa de los Gobiernos
de EE UU –y en particular el de Bush– a considerar las perspectivas
y puntos de vista de otros países, y a reconocer que muchas de sus acciones
debilitan los valores que intentan promover en el exterior.

Prestowitz examina brillantemente algunas de las políticas más
controvertidas de los últimos años para mostrar cómo éstas
se han percibido en otros países y cómo debilitan los principios
y valores en los que se basó EE UU desde su independencia y que han iluminado
su política exterior. Durante décadas Washington ha defendido
el liberalismo comercial, la lucha por el medio ambiente, el Estado de derecho,
el desarrollo de un orden internacional multilateral y de instituciones que
ayudaran a su regulación. Por desgracia, las políticas de los
últimos años han dañado seriamente el compromiso estadounidense
con estos principios y han dificultado su desarrollo. EE UU ganó la guerra
fría, pero está gestionando mal la paz y dilapidando el capital
de buena fe y confianza que había acumulado en el pasado siglo.

Sostiene que el problema fundamental de las políticas unilateralistas
de EE UU no es sólo que sean arrogantes, sino que tienen efectos negativos
para el país. Rogue Nation examina la política de promoción
de la convertibilidad al dólar que contribuyó a la crisis de 1997
en Asia.

Ilustración

Estudia también las políticas que fomentan el libre comercio
en el exterior mientras se otorgan subsidios masivos a sectores internos como
la agricultura o el acero, bien organizados y con peso político –lo
que que encarece los precios y lleva a la ruina a los agricultores de países
en desarrollo–, y las consecuencias de la falta de conciencia de ahorro
de energía que se deriva de la exaltación del individualismo y
la libertad personal en EE UU. Esta mentalidad conduce a un consumo desaforado
de petróleo, que condiciona muy profundamente la política exterior
de Washington y la hace particularmente vulnerable a los acontecimientos de
Oriente Medio.
En este sentido, la negativa a ratificar el Tratado de Kioto –especialmente
tras las modificaciones introducidas en el tratado final que se firmó
en Marraquech en 2001, que lo hacían mucho más asumible–
se presenta como una oportunidad perdida que perjudicó seriamente las
relaciones entre EE UU y sus aliados. Las decisiones de la Administración
Bush de no ratificar el tratado que creó la Corte Penal Internacional
(CPI), el de Otawa, que prohíbe las minas antipersonas, y el de guerra
biológica de 1975, se exponen como pruebas de que EE UU predica el imperio
de la ley pero pasa por encima de él cuando le interesa.

Describe también las políticas estadounidenses respecto a Taiwan
e Israel, condicionadas en gran medida por análisis distorsionados y
también por la influencia de fuertes grupos de presión vinculados
a esos países cuyos intereses son, en ocasiones, contrarios a los de
Washington y dañan muy seriamente las relaciones con otros países
afines o estratégicamente importantes como China. Prestowitz también
critica con dureza la estrategia de la primera Administración Bush en
Irak, que calculó mal el poder real de Sadam Hussein y perdió
la oportunidad de eliminar todas las armas de destrucción masiva, fracaso
que llevó a la crisis actual.

Estas acciones se han percibido en la mayoría de los países como
manifestaciones de que EE UU está volviendo la espalda a las instituciones
y principios en que se ha basado su política exterior desde finales de
la Segunda Guerra Mundial y de que está definiendo sus intereses sobre
todo en términos de seguridad militar. Como resultado, en los últimos
años han aumentado las diferencias y las tensiones entre EE UU y sus
aliados. Si las decisiones hubieran sido otras –ratificar el Tratado de
Kioto o el de la CPI, involucrar realmente al Consejo de Seguridad de la ONU
en el conflicto con Irak o desarrollar una estrategia menos agresiva con Corea
del Norte–, EE UU tendría ahora mejores opciones y más aliados
para implementarlas. Desgraciadamente, la preferencia unilateralista del Gobierno
actual ha provocado un giro fundamental en la doctrina de EE UU que ha hecho
que el poder hegemónico de ese país se perciba desde fuera como
una amenaza, como muestra la encuesta de junio pasado del Pew Research Center.

Estados Unidos se ha concentrado tanto en la seguridad militar que no es de
extrañar que otros pueblos no lo perciban como amante de la paz –ha
participado en 236 guerras desde su fundación en 1789–. Los atentados
del 11 de septiembre de 2001 acentuaron este cambio. Durante los dos siguientes
años ha luchado en dos guerras, se ha retirado de tratados internacionales
y ha adoptado una postura beligerante en la que todo el que no está con
ellos está contra ellos. Este giro cristalizó en el documento
gubernamental La Estrategia de Seguridad Nacional de EE UU, donde se establece
la doctrina de guerra preventiva y se declara abiertamente que se utilizarán
todos los instrumentos posibles para evitar que ningún país o
grupo de países puedan amenazar su hegemonía. Esto significa en
la práctica la adopción de una doctrina imperial.

Estas decisiones, según el autor, son equivocadas, no sólo porque
violan los valores en los que se ha fundamentado la construcción de Estados
Unidos y de la comunidad internacional, sino también porque perjudican
a los intereses de ese país. Dado el antagonismo que está generando
en otros países, el unilateralismo está erosionando los cimientos
de la hegemonía que los neconservadores en el poder quieren preservar
a toda costa, pues dificulta la asunción de políticas que podrían
facilitar ese objetivo. Por ello, esta estrategia está abocada al fracaso.


Las políticas unilaterales de EE
UU están erosionando los cimientos de la hegemonía que los
neoconservadores en el poder quieren preservar a toda costa


Este libro es importante por las siguientes razones. Primero, Prestowitz es
un conservador –trabajó en asuntos comerciales en la Administración
Reagan–, pero no un neoconservador, y hace sus críticas desde la
derecha. Desde su punto de vista, las políticas de la Administración
Bush no son conservadoras; al contrario, son mesiánicas, egoístas,
aventureras e irresponsables (los verdaderos conservadores nunca han sido “mesiánicos
ni doctrinarios”, afirma el autor). Se basan en un intervencionismo unilateral
–dentro y fuera de EE UU– y una expansión del papel de Washington
que encuentran resistencias en todos los frentes.

Prestowitz plantea una alternativa conservadora a las actuales políticas
basada en la defensa del interés nacional, pero defiende que este interés
debe definirse apoyándose en un sistema multilateral con raíces
en el consenso de la comunidad de naciones. Muestra, además, que las
políticas y decisiones erróneas de los últimos años
no son exclusivas de la Administración Bush y los republicanos neoconservadores.
Muchas empezaron con Clinton y han sido apoyadas por muchos demócratas.
Entre ellas está la negativa a ratificar el tratado antiminas, el de
Kioto y el de la CPI, que Clinton firmó en el último momento por
motivos políticos, pero que sufrieron la oposición mayoritaria
en el Senado, lo cual impedía sus ratificaciones. Por ello, la esperanza
de que una derrota de Bush pueda llevar a un giro radical en estas políticas
debe tomarse con cautela y cierto escepticismo.

En un momento en que la visión de Robert Kagan, que presenta la división
entre Europa y EE UU en términos de “Marte y Venus”, se ha
convertido en un paradigma dominante para explicar las diferencias entre estos
países, Prestowitz presenta una visión alternativa. Según
Kagan, gracias al paraguas protector de EE UU, Europa ha podido gastar mucho
menos en defensa y se ha convencido de que el poder militar como instrumento
de resolución de conflictos debe sustituirse por mecanismos jurídicos,
instituciones multilaterales y cooperación transnacional. Prestowitz
califica esta visión de simplista y sostiene que cuando Europa –o
Japón– han tratado de asumir más responsabilidades en su
defensa, Washington se ha opuesto y ha intentado minar estas iniciativas porque
se beneficia del sistema actual, en el que Europa es dependiente y débil
militarmente. Sostiene que EE UU debe promover la asunción de más
responsabilidades en su defensa por parte de los europeos, y debe ayudarles
facilitando la transferencia de tecnologías que les permitan consolidar
su industria armamentista. También propone cambios en la OTAN que posibiliten
su actuación en crisis globales.

El fracaso de las políticas unilaterales basadas en el poder militar
está quedando en evidencia en todos los frentes: Afganistán, Irak,
Corea, Irán, el conflicto palestino-israelí… Los atentados del
11-S dejaron desnudo el mito de la excepcionalidad de EE UU y pusieron de relieve
que con la globalización los problemas de otros son también nuestros.
Si EE UU quiere ser la “luz en la colina” y el referente para otros
países, sus líderes tienen que rescatar los principios y valores
que guiaron la fundación de la república y actuar con humildad
y tolerancia. Este libro muestra el camino a seguir.

Sebastián Royo es profesor
en el Departamento de Gobierno en la Universidad de Suffolk, en Boston, y co-director
del Seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de
la Universidad de Harvard.