Un informe especial de FP lleno de predicciones sobre la época que nos aguarda.

En The Shape of Things to Come (La forma de las cosas que vendrán), la clásica novela de ciencia ficción de H. G. Wells, el autor describe su encuentro con un funcionario internacional, el doctor Philip Raven, que le cuenta una visión del futuro que se le ha aparecido en un sueño y que llega hasta 2016. ?

Raven predice –y luego se vio que había acertado– que el mundo está al borde de un gran cataclismo, que llama la Segunda Guerra Mundial. Pero en la lúgubre visión de Raven, la guerra dura 10 años, seguidos de una epidemia de fiebre maculada –una enfermedad transmitida por babuinos en cautividad– que elimina a la mitad de la población mundial. Junto al relato de estos sucesos, describe varias cosas que después se han hecho realidad –por ejemplo, misiles balísticos lanzados desde submarinos– y otras muchas que no, como la supresión de todas las religiones y la aparición de un “Establecimiento Enciclopédico Mundial”. ?

Esperemos que El futuro está aquí, el informe especial de Foreign Policy sobre la época que nos aguarda, esté más conectado a la realidad. Hemos hablado con los mejores profesionales de las oscuras artes de la predicción, personas cuyo trabajo les obliga a hacer grandes apuestas sobre el futuro, apoyándose en su reputación y, en algunos casos, en miles de millones de dólares. Les hemos pedido que miren más allá del horizonte para ver cómo será el mundo en 2025.

Lo que han encontrado es un paisaje internacional que se parece mucho al actual, sólo que más acelerado: impulsado por una diplomacia más compleja (y choferes robots), lleno de altos riesgos y una “democratización de la destrucción” que coloca armas peligrosas en manos de prácticamente cualquiera. Prevén un conflicto naval en Asia, una explosión mundial del número de ancianos y una era en la que lo que distinguirá a los ricos de los pobres no será la vieja política del poder sino una tecnología cambiante.

Wells publicó su novela en 1933, en plena Gran Depresión, una época no muy diferente a la nuestra, en la que Occidente estaba cuestionándose muchas de sus hipótesis más básicas. Confiamos en que nuestro informe especial resulte tan estimulante y mucho más acertado que la distopía ficticia de Wells.

Quizá el mayor desafío de todos para 2011 será el tener que abordar las consecuencias globales de las revoluciones árabes, que comenzaron en Túnez y rápidamente se propagaron a Egipto, Bahréin, Libia, Yemen y Siria. Pocos podrían haber predicho que la humillación de un vendedor ambulante sería la chispa que prendiera fuego a toda una región, con consecuencias que pueden extenderse mucho más allá de Oriente Medio. Después de todo, si unos manifestantes pacíficos pueden derrocar a un dictador atrincherado en el poder en El Cairo, ¿por qué no podrían tomar las reprimidas calles de Taskent o Rangún?