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Vista general de un barco de regasificación en la costa israelí en el mar Mediterráneo. Menahem Kahana/AFP/Getty Images

Los recientes descubrimientos de gas natural en el Mediterráneo oriental pueden suponer nuevas oportunidades para los países de la región al tiempo que una nueva fuente de conflictos.

“En contra de las percepciones locales en el Mediterráneo oriental, la voluntad política por sí sola no convertirá los proyectos en realidad”, señala Charles Ellinas, experto en el sector de los hidrocarburos en Chipre, en la obra colectiva Los desafíos políticos y económicos de la energía en Oriente Medio y Norte de África. La voluntad política, presente desde 2009, cuando varios importantes yacimientos de gas natural fueron descubiertos en el Mediterráneo oriental, ha terminando donde comienza la soberanía nacional y los contenciosos políticos persisten por décadas.

 

El contencioso turco-chipriota

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Un mapa que nuestra un gaseoducto entre Israel y Europa, pasando por Chipre, en una cumbre sobre energía celebrada en Tel Aviv, Israel, 2017. Jack GUEZ/AFP/Getty Images

No se pueden entender los problemas provocados por el descubrimiento de los yacimientos petrolíferos sin tener en cuenta la situación de la delimitación de las aguas territoriales de cada uno de los países. En la actualidad, existen fronteras marítimas entre Egipto y Chipre (2003), Chipre y Líbano (2007) y Chipre e Israel (2010). Sin embargo, estas son inexistentes entre Israel y Líbano, así como entre Chipre y Turquía.

En el caso de Chipre, esta situación se debe al conflicto que vive la isla desde hace más de 40 años entre el Gobierno chipriota y la República Turca del Norte de Chipre, internacionalmente reconocida por Turquía. Estos dos últimos se oponen tajantemente a la construcción del gaseoducto EastMed (que uniría los yacimientos israelíes y chipriotas a través de Creta y hasta la Grecia continental) por considerarla una decisión unilateral.

Ankara se ha mostrado muy clara en su postura enviando barcos a las áreas en las que diversas empresas energéticas han empezado las perforaciones. Por ejemplo, el pasado 9 de febrero, un navío de guerra turco bloqueó la ruta del barco perforador italiano SAIPEM 1200 cuando se dirigía al bloque 3 del yacimiento Afrodita (en aguas territoriales chipriotas). Italia desplegó una fragata para proteger al SAIPEM 1200 y realizar ejercicios de la OTAN, pero la determinación turca de no permitir los trabajos en el área es clara y la fragata puso finalmente rumbo a Beirut. Turquía también ha amenazado a varias de estas compañías con hacer peligrar sus negocios en territorio turco si persisten en sus acuerdos con el Gobierno chipriota.

Este contencioso tiene consecuencias también para vecinos como Israel, privándole de dos salidas al gas, tanto el ya mencionado gaseoducto EastMed como una posible exportación de gas a Turquía, la cual requeriría la construcción de una tubería que necesariamente atravesaría aguas territoriales chipriotas, algo que el pequeño Estado insular no aceptaría. Cualquier solución a la exportación de los recursos energéticos pasa por la resolución del conflicto, aunque la última ronda de negociaciones fracasó el pasado verano con el gas y el derecho de intervención turco de por medio, entre otras cuestiones.

 

Nuevo frente de batalla entre Israel y Líbano

Otro tanto sucede en el caso de Israel y Líbano, viejos enemigos declarados. La ausencia de fronteras definidas entre ambos Estados afecta también a la delimitación de las aguas territoriales de cada uno, para las que no existe una línea azul de separación. Esto ha tenido claras consecuencias para los yacimientos que se encuentran claramente en esta hipotética frontera y cómo determinar su soberanía.

Según recoge Tagliapietra en un estudio para el Parlamento Europeo, en septiembre de 2012 la empresa con base en Reino Unido, Spectrum ASA, realizó una investigación sísmica en la costa del Líbano que arrojó una estimación de 700.000 millones de metros cúbicos. Sin embargo, el autor advierte de que estas estimaciones deben tomarse con mucho cuidado. Lo cierto es que se desconoce el volumen real de los yacimientos libaneses, pero se presume que tienen una capacidad similar a los israelíes (Leviatán cuenta con 620.000 millones de metros cúbicos).

La controversia ha ido empeorando según el Gobierno libanés ha ido moviendo ficha. En enero de 2017, las autoridades del país de los cedros lanzaron una primera ronda de de licencias, abriendo cinco bloques, tres de los cuales se encuentran justo en la frontera marítima con Israel. El pasado 30 de enero, un consorcio formado por tres compañías, incluyendo a la francesa Total, la italiana ENI y la rusa Novatek firmó un contrato con el gobierno libanés para explorar el bloque 9, justo en el límite de las aguas territoriales con Israel. Esto desató la ira de las autoridades israelíes, con Avigdor Lieberman, ministro de Defensa, calificando la conducta de “muy provocadora”, por tratarse de un bloque que pertenece a Israel. Por su parte, el presidente libanés, Michel Aoun, consideró estas afirmaciones como “una amenaza a Líbano y a su soberanía”. Tensión que se suma a la ya existente derivada del fortalecimiento de Hezbolá en el conflicto sirio.

 

Egipto, querer y no poder

Dada la situación regional, quien más tiene que ganar parece ser Egipto. No sólo porque el yacimiento de Zohr es el más grande con diferencia (850.000 millones de metros cúbicos) sino porque sus relaciones con Chipre e Israel son relativamente estables y fluidas. Ello ha derivado en la firma de acuerdos de exportación de gas por parte de ambos países. En agosto de 2016, El Cairo y Nicosia firmaron un acuerdo para la construcción de una tubería submarina que conecte el campo de Afrodita con las terminales de exportación egipcias de Idku y Damietta. Por su parte, el pasado 19 de febrero, compañías israelíes y egipcias anunciaron el alcance de un acuerdo por valor de 15.000 millones de dólares para transportar gas del campo de Leviatán durante 10 años.

Vista la situación, parecería que Egipto es el claro ganador en esta batalla del gas. Sin embargo, el enemigo egipcio está dentro. En primer lugar, porque para convertirse en un claro productor de gas, el país de los faraones debe hacer frente a una demanda energética interna que no cesa de crecer. Como apuntan Roll e Ibrahim en la obra colectiva mencionada al inicio, si Egipto logra incrementar la producción de gas hasta los 6.000 millones de pies cúbicos por día en 2019, podría alcanzar la suficiencia energética en 2022”. Sin embargo, otros analistas creen que el volumen del yacimiento está inflado y que el reparto final de la producción entre los distintos actores hace que el volumen destinado al mercado local no sea el publicitado.

Pero la demanda interna no es la única cuestión a tener en cuenta. La situación de seguridad en el Sinaí supone una clara amenaza a la explotación del yacimiento de Zohr. La presencia de grupos armados que han echado raíces en la península desde 2011 no ha parado de incrementarse, incluso después de la llegada al poder de Abdel Fatah al Sisi. Desde ese año, los ataques de dichos grupos armados han tenido por objetivo la infraestructura energética. Por ejemplo, el gaseoducto que conecta Egipto con Israel y Jordania, con epicentro en la ciudad de El Arish, fue atacado “al menos una vez al mes desde mediados de 2011 hasta julio de 2012”, según recoge Giroux. El resultado es que el transporte de gas se encuentra interrumpido hasta la fecha.

Este hecho arroja dudas sobre cómo el gas israelí será transportado hasta las terminales egipcias, tras el acuerdo recientemente firmado, cuando la filial del autodenominado Estado Islámico en Egipto, Ansar Bayt al Maqdis, controla las áreas fronterizas con la franja de Gaza, la localidad de El Arish y diverso territorio a lo largo de la costa donde se localiza Zohr. El 9 de febrero comenzó una ofensiva en la península que por el momento ha resultado en la muerte de más de 120 militantes y la detención de más de 2.800, aunque se desconoce el efecto real sobre estos grupos armados.

Así pues, parece que el descubrimiento de recursos energéticos en la región ha generado expectativas por encima de la realidad, tanto en los beneficios económicos que estos pueden reportar como en favorecer la estabilidad regional y la resolución de conflictos. Como las relaciones entre Israel y Egipto demuestran, una mayor cooperación energética no deriva en una mayor cooperación diplomática. De hecho, en los conflictos entre Chipre y Turquía e Israel y Líbano, así como para los grupos armados no estatales en Egipto, el gas natural supone una nueva arma a la que acudir para no moverse de sus posturas y lograr una solución.