EEUU
Un grupo de personas camina por Wall Street, junto a la Bolsa de Nueva York con la bandera de EEUU colgada. (Spencer Platt/Getty Images)

Un repaso a la evolución del sistema capitalista de la mayor economía del mundo y cómo la concentración empresarial ha provocado menos competencia en el mercado y mayor desigualdad entre ciudadanos.


51zeSjd1kqLThe Great Reversal. How America Gave Up On Free Markets

Thomas Philippon

The Belknap Press, for Harvard University Press, 2019

 


Un libro soberbiamente argumentado y repleto de ejemplos que ilustran los retos que afronta hoy Estados Unidos a la hora de invertir su caída durante décadas hacia el monopolio y la oligarquía. Constituye también una valiosísima aportación a uno de los debates más importantes de hoy y destruye por el camino varios mitos actuales. Una lectura que deja claro que la creciente concentración empresarial se debe tanto a fuerzas políticas impersonales como a decisiones políticas personales. Muchos economistas y políticos siguen pensando que EE UU es quien debe dar lecciones al mundo -al menos en lo que a economía se refiere- pero lo cierto es que el país encaja mejor en el papel de alumno.

El autor, que es francés pero profesor en Estados Unidos, se proclama liberal en el sentido de que cree que "reducir las desigualdades es un objetivo que vale la pena" y no que "la desigualdad sea el mal" sino " necesaria para recompensar el triunfo y castigar el fracaso y sería inútil decir lo contrario". Sin embargo, también considera que "en conjunto, existen más fuerzas en nuestro sistema económico que empujan hacia una desigualdad excesiva, injusta o ineficaz que hacia un exceso de igualdad". Philippon forma parte de un grupo de brillantes economistas franceses que enseñan en el país norteamericano. En él también se encuentra Esther Duflo, profesora del Institute Technology; Oliver Blanchar, antiguo economista jefe del FMI y Manuel Saenz y Gabriel Zueman, ambos en la Universidad de Berkeley.

El autor, que no se opone ideológicamente al capitalismo estadounidense como muchos lectores podrían suponer, empieza el libro con una sencilla pregunta: ¿por qué los teléfonos móviles son tan caros en EE UU, mucho más que en Europa?. Su análisis forense acaba con gran parte de lo que creemos saber sobre la mayor economía del mundo. Como, por ejemplo, que más grande, no siempre significa mejor.

También llega a la siguiente conclusión. "En primer lugar, los mercados estadounidenses se han vuelto menos competitivos: en algunos sectores hay una gran concentración, los líderes están atrincherados y sus tasas de beneficios son excesivas. Segundo, esta falta de competencia perjudica a los consumidores y a los trabajadores y genera precios más altos, menos inversiones y menor crecimiento de la productividad. Tercero, y en contra de lo que se suele pensar, la principal explicación no es tecnológica, sino política: "según mis investigaciones, el origen de la disminución de la competencia está en unos obstáculos cada vez mayores para entrar en el mercado y una escasa aplicación de las leyes antimonopolio, todo ello debido a la enorme presión de los grupos de intereses especiales y las contribuciones a las campañas políticas”, argumenta en su libro.

En numerosos sectores esa mayor concentración ha producido más beneficios. La parte del PIB estadounidense que corresponde a los ingresos corporativos después de los impuestos se ha duplicado con creces desde los 90. Esto lo explica algo muy bien ilustrado por otro economista francés, Thomas Piketty: el 1% más rico de los ciudadanos estadounidenses concentra cada vez más riqueza, mientras que los pobres son cada vez más pobres, y la clase media vive con miedo permanente a descender en la escala social. Y, este, es el motor del populismo y de Donald Trump.

El aumento de la concentración de mercado también tiene otras causas como, por ejemplo, la producción industrial o el papel de la competencia china, que expulsa del juego a los competidores nacionales más débiles. Pero es necesario añadir otras explicaciones: si en los 90 las grandes empresas como Walmart impulsaron la tasa de aumento de la productividad y las inversiones, en la primera década de este siglo ocurrió todo lo contrario. La concentración de mercado provocó que los beneficios de las compañías establecidas incrementaran mientras la tasa de inversiones y el aumento de la productividad descendían. En la economía estadounidense hubo menos incorporación de nuevas empresas y más tolerancia hacia las fusiones.

Las comparaciones con la Unión Europea son fascinantes porque contradicen la idea de que Europa es un desastre. El PIB per cápita aumentó un 21% en EE UU, un 25% en la UE y un 19% en la eurozona, a pesar del daño causado por la crisis financiera tan pésimamente gestionada por la Unión. Las desigualdades son menos señaladas y la distribución de rentas es más uniforme en la UE que en Estados Unidos. Ni los márgenes de beneficios ni la concentración de mercado ha crecido tanto en el primero, como lo ha hecho en el segundo. La parte de los ingresos totales que corresponde a sueldos y salarios no se ha movido en la UE, mientras que los estadounidenses han caído un 6%. Lo que demuestra Philippon tiene la virtud añadida de probar que la tecnología no es el principal motivo de que las rentas hayan disminuido de esa manera.

La tecnología, como el comercio internacional, afecta a las dos orillas del Atlántico por igual. Es apasionante pensar que, en la UE, la competencia en los mercados de bienes ha mejorado enormemente desde los90 reflejando una política más independiente, promovida por Margaret Thatcher. La ironía es que los herederos de la Dama de Hierro abandonen ahora la Unión es evidente para quienes piensan que el Brexit es una tragedia, sobre todo para Gran Bretaña. Después de leer este libro, las diatribas de la prensa británica de extrema derecha contra la burocracia de Bruselas parecen basadas en supuestos aún más desinformados, por no decir idiotas y xenófobos.

Es un contexto histórico más amplio, merece la pena recordar que la fuerza inicial de Estados Unidos se debió al proteccionismo. En particular a la inclusión de bienes de Gran Bretaña, la superpotencia económica de la época, durante los primeros años de la república. Sin embargo, la propaganda dice que fue el libre comercio lo que impulsó el éxito estadounidense. En la historia moderna del país, la innovación ha estado financiada en gran parte por el gasto de I+D del Departamento de Defensa y otros organismos federales. El sector empresarial es un síntoma de este fuerte entorno, no su causa. Pese a ello, la propaganda dice que los triunfos innovadores en EE UU se deben a su espíritu de que todo es posible y a los riesgos de los emprendedores.

Los estadounidenses parecen condenados al destino de las ciudades-Estado italianas, que cayeron en manos de sus oligarcas y acabaron en el olvido. Por eso es necesario aplicar normas muy estrictas sobre la financiación de los partidos, conservar una Administración independiente de la política y restringir la labor de los grupos de presión, además de garantizar leyes que protejan a los ciudadanos; y no a quienes ocupan el poder.

No da la impresión de que Donald Trump esté llevando al país por el buen camino, pero él no es más que el actual representante de un movimiento que comenzó en los 90, bajo la presidencia del demócrata Bill Clinton. Invertir esta tendencia, hoy, parece un reto casi imposible. La formación de cárteles para controlar las inversiones y las compras tiene efectos secundarios como la proletarización de los agricultores, que se ven atrapados en medio, y la escandalosa falta de innovación tanto en bienes como en servicios (modelos de negocio) como en tecnología. Las grandes empresas de alimentación y farmacéuticas están convirtiéndose en zonas catastróficas.

Philippon llega a la conclusión -quizá sorprendente para los lectores europeos- de que la UE (sin el Reino Unido) es mucho más innovadora que Estados Unidos. Se da la fascinante paradoja de que la Unión ha instituido más reguladores independientes que cualquiera de los Estados miembro de forma individual y que EE UU porque dentro de Europa existe una desconfianza muy positiva. Los Estados temen los caprichos de otros miembros y prefieren invertir en tener en Bruselas reguladores dotados de poder e independencia. A su vez, esta independencia disuade a los grupos de intereses especiales de presionar demasiado a Bruselas.

En este libro el autor examina las finanzas, la sanidad y las grandes tecnológicas estadounidenses. En cuanto al segundo de estos sectores, EE UU gasta mucho más dinero que las demás economías ricas -aproximadamente la quinta parte del PIB- y, sin embargo, sus ciudadanos disfrutan de una sanidad mucho peor. La conclusión de este magnífico libro es que restablecer la competitividad del libre mercado es una condición indispensable para que el país vuelva a ser grande.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.