Ein Streitgesprächt mit Jörg Haider (Una discusión
con Jörg Haider)

Alfred Worm
208 págs., Ueberreuter,
Viena, 2005 (en alemán)


Jörg Haider es el arquetipo del político europeo triunfador de
ultraderecha. Fotogénico, nacionalista, euroescéptico y, según
afirman algunos, antisemita, este polémico austriaco es, ante todo,
un oportunista político. Ante los pobres defiende el Estado de bienestar,
ante los lobbies empresariales se confiesa partidario de la economía
de mercado, ante los jóvenes se declara detractor del sistema establecido
y ante personas de más edad se muestra agradecido. Y, cuando está con
veteranos de las SS, Haider se deshace en elogios destacando el honor de la
policía especial nazi (la Gestapo).

Pese a sus intentos de agradar, Haider despierta odios o levanta pasiones.
Algunos lo consideran un héroe, un caballero populista de brillante
armadura que lucha contra el doble rasero de lo políticamente correcto,
al tiempo que declara la guerra a los cárteles elitistas y exclusivos.
Otros tienden a considerar su herencia política, el Partido Liberal
Austriaco (FPÖ), que lideró con éxito a finales de los 80
y en los 90, como el vástago de los descontentos ex nazis austriacos
de alto rango. Para el primer grupo, las acusaciones de que simpatiza con los
nacionalsocialistas son injustas dado el año en que nació, 1950.
El otro sostiene que el político emplea, en algunos casos de manera
intencionada, un lenguaje en el que resuenan los ecos de aquella retórica,
como cuando se refirió a las "ordenadas políticas de empleo" del
régimen nazi, o cuando utilizó el término "campo
de castigo" para referirse a Auschwitz.

El periodista austriaco Alfred Worm defiende firmemente la segunda tesis.
Ha luchado contra el controvertido personaje desde el principio de su carrera
política utilizando los medios de comunicación, primero la revista
Profil (Perfil) y más tarde el semanario News
(Noticias)
. El reportero
se ha mostrado especialmente crítico con el sistema jurídico
austriaco, que protegió a Haider para que no fuese vituperado por sus
manifestaciones pronazis. Razón por la que el último libro de
Worm, Ein Streitgespräch mit Jörg Haider, ha supuesto toda una sorpresa.
En más de doscientas páginas, el informador plantea las preguntas
y Haider da las respuestas. Y no existe realmente ninguna discusión.
La obra es mucho más de Haider que de Worm. Como ha editado todas las
respuestas, el texto se convierte en su herramienta. Esta vez, se presenta
como alguien respetable que se ajusta a lo políticamente correcto.

No es que el periodista no formule las preguntas adecuadas, sino que el entrevistado
evita cualquier respuesta directa. Se muestra esquivo respecto a la influencia
de Hitler y los nazis en la creación del Partido Liberal Austriaco y
en su propia imagen política. En cuanto al pangermanismo en Austria,
que constituye la base de su propia formación ideológica y personal,
Haider no lo considera el germen del nazismo. En lugar de ello, sostiene que
el movimiento fue víctima de las políticas de Hitler (qué sorpresa
en un país en el que todo el mundo se considera una víctima).
Todos los detalles íntimos del accidentado pasado de su familia (el
exacerbado activismo de sus padres en el Partido Nazi o la lucha de su padre
contra la independencia austriaca) se han ocultado gracias a una cuidadosa
edición del texto. El político describe a su padre como una "persona
bondadosa", un nazi obligado por las "circunstancias". Y
Worm no hace demasiado por cuestionar este idílico retrato.

Haider se muestra mucho menos esquivo cuando toca hablar de la política
contemporánea. No resulta sorprendente que critique a George W. Bush.
El lenguaje religioso del presidente de EE UU le parece deplorable y considera
que la guerra de Irak se ha basado en "mentiras y decepción".
Washington siembra "la discordia en todo el mundo", sostiene; sus
políticas son "desastrosas para Oriente Medio, como ha demostrado
la guerra de Irak".

Esta postura no se circunscribe meramente a las consabidas críticas
europeas acerca del peligroso unilateralismo estadounidense. Más bien
lo que el austriaco censura es que los estadounidenses "carecen de historia".
Así, los años de guerra y avatares en el suelo de la Vieja Europa
han hecho sabio al continente de una forma que escapa a la comprensión
de los estadounidenses.

Su amor no correspondido por Estados Unidos define la relación personal
de Haider con esa nación. Aunque se apunte hoy al popular antiamericanismo,
el eterno camaleón político fue bien conocido por fotografiarse
encantado con símbolos estadounidenses como la bandera de California
y la Harvard Yard (la zona central del campus de esa universidad). En 1994,
incluso transformó la idea del congresista republicano Newt Gingrich
de un "contrato con Estados Unidos" en un "contrato con Austria" constituido
por 20 puntos, comprometiéndose a bajar los impuestos y restringir la
inmigración. Pero, en un momento dado, durante la segunda mitad de la
década de 1990, Haider tuvo que aceptar que nunca se desprendería
de su imagen de gamberro neonazi, de agitador xenófobo. A partir de
2001, también pareció comprender con claridad que podría
explotar mejor el carácter europeo, y por tanto austriaco, con gestos
antiamericanos en lugar de con sentimientos proestadounidenses.


Fotogénico, nacionalista, euroescéptico y, según afirman algunos, antisemita, Jörg Haider es, ante todo, un oportunista político


Pero lo que resulta más sorprendente del libro no son los intentos
de Haider por relatar su trayectoria desde una perspectiva positiva, sino la
buena disposición del periodista para proporcionarle una plataforma
a través de la cual difundir su propaganda. Es muy posible que el libro
marque el final de la historia de Alfred Worm como ardiente activista anti-Haider.
El autor sigue sosteniendo que es muy crítico con el político.
Pero su reputación ha quedado dañada. Después de todo,
ha puesto en bandeja al ultraderechista una oportunidad única para limpiar
su imagen. Éste nunca podía haber imaginado una mejor ocasión.

Pero el libro también marca el final -o más bien el principio
del final- de Jörg Haider, de su personalidad excepcional. Su retrato
de sí mismo, con la ayuda de Worm, no es ni mucho menos el de un provocador.
El Haider respetable resulta aburrido. Cuando no es capaz de provocar, todos
lo olvidan fácilmente. Cuando ya nadie lo odie, tampoco lo adorarán
las masas. Se ha convertido en un líder antaño carismático
en busca de su carisma perdido. Tal vez, al fin y al cabo, ésa fuera
la intención de Worm en todo momento: presentar la imagen de un político
impotente que ha perdido la capacidad de cautivar y aterrorizar al mismo tiempo.

El periodista logra demostrar que el ultraderechista ya no es un enigma. Al
haber dejado de ser la figura controvertida cuyo partido extremista logró el
27% de los votos en las elecciones generales de 1999, Haider se aferra a su
cargo de gobernador de Carinthia, la única de las nueve provincias de
Austria que sigue brindándole a él y a su partido un fuerte apoyo.
Cuando ataca a su antiguo socio de la coalición, el canciller conservador
Wolfgang Schüssel, éste no le presta oídos. Cuando trata
de flirtear con la izquierda, al menos fuera de su feudo, una vez más
nadie le hace caso. La mezcla de populismo, xenofobia antiinmigración
y discurso nazi en clave de Haider ha perdido el atractivo que un día
tuvo. Esto no significa que no tenga futuro; seguirá teniendo cierta
influencia en la política de Austria, pero ya no volverá a ser
el hombre clave. Su éxito tendrá cierto impacto en algunos de
sus potenciales seguidores, pero ya es mucho más historia que futuro.
Su última maniobra, la fundación de un nuevo partido, la Alianza
para el Futuro de Austria, en colaboración con la mayor parte de los
líderes del Partido Liberal Austriaco, parece una farsa cuyo único
propósito es ocultar su declive. Si esa fue la intención de Worm,
no hay duda de que lo ha conseguido. Una discusión con Jörg
Haider
es una conversación con un camaleón que, en último término,
se ha mimetizado con el entorno que lo rodea.

Viena olvida a su gran provocador. Anton Pelinka


Ein Streitgesprächt mit Jörg Haider (Una discusión
con Jörg Haider)

Alfred Worm
208 págs., Ueberreuter,
Viena, 2005 (en alemán)


Jörg Haider es el arquetipo del político europeo triunfador de
ultraderecha. Fotogénico, nacionalista, euroescéptico y, según
afirman algunos, antisemita, este polémico austriaco es, ante todo,
un oportunista político. Ante los pobres defiende el Estado de bienestar,
ante los lobbies empresariales se confiesa partidario de la economía
de mercado, ante los jóvenes se declara detractor del sistema establecido
y ante personas de más edad se muestra agradecido. Y, cuando está con
veteranos de las SS, Haider se deshace en elogios destacando el honor de la
policía especial nazi (la Gestapo).

Pese a sus intentos de agradar, Haider despierta odios o levanta pasiones.
Algunos lo consideran un héroe, un caballero populista de brillante
armadura que lucha contra el doble rasero de lo políticamente correcto,
al tiempo que declara la guerra a los cárteles elitistas y exclusivos.
Otros tienden a considerar su herencia política, el Partido Liberal
Austriaco (FPÖ), que lideró con éxito a finales de los 80
y en los 90, como el vástago de los descontentos ex nazis austriacos
de alto rango. Para el primer grupo, las acusaciones de que simpatiza con los
nacionalsocialistas son injustas dado el año en que nació, 1950.
El otro sostiene que el político emplea, en algunos casos de manera
intencionada, un lenguaje en el que resuenan los ecos de aquella retórica,
como cuando se refirió a las "ordenadas políticas de empleo" del
régimen nazi, o cuando utilizó el término "campo
de castigo" para referirse a Auschwitz.

El periodista austriaco Alfred Worm defiende firmemente la segunda tesis.
Ha luchado contra el controvertido personaje desde el principio de su carrera
política utilizando los medios de comunicación, primero la revista
Profil (Perfil) y más tarde el semanario News
(Noticias)
. El reportero
se ha mostrado especialmente crítico con el sistema jurídico
austriaco, que protegió a Haider para que no fuese vituperado por sus
manifestaciones pronazis. Razón por la que el último libro de
Worm, Ein Streitgespräch mit Jörg Haider, ha supuesto toda una sorpresa.
En más de doscientas páginas, el informador plantea las preguntas
y Haider da las respuestas. Y no existe realmente ninguna discusión.
La obra es mucho más de Haider que de Worm. Como ha editado todas las
respuestas, el texto se convierte en su herramienta. Esta vez, se presenta
como alguien respetable que se ajusta a lo políticamente correcto.

No es que el periodista no formule las preguntas adecuadas, sino que el entrevistado
evita cualquier respuesta directa. Se muestra esquivo respecto a la influencia
de Hitler y los nazis en la creación del Partido Liberal Austriaco y
en su propia imagen política. En cuanto al pangermanismo en Austria,
que constituye la base de su propia formación ideológica y personal,
Haider no lo considera el germen del nazismo. En lugar de ello, sostiene que
el movimiento fue víctima de las políticas de Hitler (qué sorpresa
en un país en el que todo el mundo se considera una víctima).
Todos los detalles íntimos del accidentado pasado de su familia (el
exacerbado activismo de sus padres en el Partido Nazi o la lucha de su padre
contra la independencia austriaca) se han ocultado gracias a una cuidadosa
edición del texto. El político describe a su padre como una "persona
bondadosa", un nazi obligado por las "circunstancias". Y
Worm no hace demasiado por cuestionar este idílico retrato.

Haider se muestra mucho menos esquivo cuando toca hablar de la política
contemporánea. No resulta sorprendente que critique a George W. Bush.
El lenguaje religioso del presidente de EE UU le parece deplorable y considera
que la guerra de Irak se ha basado en "mentiras y decepción".
Washington siembra "la discordia en todo el mundo", sostiene; sus
políticas son "desastrosas para Oriente Medio, como ha demostrado
la guerra de Irak".

Esta postura no se circunscribe meramente a las consabidas críticas
europeas acerca del peligroso unilateralismo estadounidense. Más bien
lo que el austriaco censura es que los estadounidenses "carecen de historia".
Así, los años de guerra y avatares en el suelo de la Vieja Europa
han hecho sabio al continente de una forma que escapa a la comprensión
de los estadounidenses.

Su amor no correspondido por Estados Unidos define la relación personal
de Haider con esa nación. Aunque se apunte hoy al popular antiamericanismo,
el eterno camaleón político fue bien conocido por fotografiarse
encantado con símbolos estadounidenses como la bandera de California
y la Harvard Yard (la zona central del campus de esa universidad). En 1994,
incluso transformó la idea del congresista republicano Newt Gingrich
de un "contrato con Estados Unidos" en un "contrato con Austria" constituido
por 20 puntos, comprometiéndose a bajar los impuestos y restringir la
inmigración. Pero, en un momento dado, durante la segunda mitad de la
década de 1990, Haider tuvo que aceptar que nunca se desprendería
de su imagen de gamberro neonazi, de agitador xenófobo. A partir de
2001, también pareció comprender con claridad que podría
explotar mejor el carácter europeo, y por tanto austriaco, con gestos
antiamericanos en lugar de con sentimientos proestadounidenses.


Fotogénico, nacionalista, euroescéptico y, según afirman algunos, antisemita, Jörg Haider es, ante todo, un oportunista político


Pero lo que resulta más sorprendente del libro no son los intentos
de Haider por relatar su trayectoria desde una perspectiva positiva, sino la
buena disposición del periodista para proporcionarle una plataforma
a través de la cual difundir su propaganda. Es muy posible que el libro
marque el final de la historia de Alfred Worm como ardiente activista anti-Haider.
El autor sigue sosteniendo que es muy crítico con el político.
Pero su reputación ha quedado dañada. Después de todo,
ha puesto en bandeja al ultraderechista una oportunidad única para limpiar
su imagen. Éste nunca podía haber imaginado una mejor ocasión.

Pero el libro también marca el final -o más bien el principio
del final- de Jörg Haider, de su personalidad excepcional. Su retrato
de sí mismo, con la ayuda de Worm, no es ni mucho menos el de un provocador.
El Haider respetable resulta aburrido. Cuando no es capaz de provocar, todos
lo olvidan fácilmente. Cuando ya nadie lo odie, tampoco lo adorarán
las masas. Se ha convertido en un líder antaño carismático
en busca de su carisma perdido. Tal vez, al fin y al cabo, ésa fuera
la intención de Worm en todo momento: presentar la imagen de un político
impotente que ha perdido la capacidad de cautivar y aterrorizar al mismo tiempo.

El periodista logra demostrar que el ultraderechista ya no es un enigma. Al
haber dejado de ser la figura controvertida cuyo partido extremista logró el
27% de los votos en las elecciones generales de 1999, Haider se aferra a su
cargo de gobernador de Carinthia, la única de las nueve provincias de
Austria que sigue brindándole a él y a su partido un fuerte apoyo.
Cuando ataca a su antiguo socio de la coalición, el canciller conservador
Wolfgang Schüssel, éste no le presta oídos. Cuando trata
de flirtear con la izquierda, al menos fuera de su feudo, una vez más
nadie le hace caso. La mezcla de populismo, xenofobia antiinmigración
y discurso nazi en clave de Haider ha perdido el atractivo que un día
tuvo. Esto no significa que no tenga futuro; seguirá teniendo cierta
influencia en la política de Austria, pero ya no volverá a ser
el hombre clave. Su éxito tendrá cierto impacto en algunos de
sus potenciales seguidores, pero ya es mucho más historia que futuro.
Su última maniobra, la fundación de un nuevo partido, la Alianza
para el Futuro de Austria, en colaboración con la mayor parte de los
líderes del Partido Liberal Austriaco, parece una farsa cuyo único
propósito es ocultar su declive. Si esa fue la intención de Worm,
no hay duda de que lo ha conseguido. Una discusión con Jörg
Haider
es una conversación con un camaleón que, en último término,
se ha mimetizado con el entorno que lo rodea.

Anton Pelinka es coautor de The
Haider Phenomenon in Austria
(New Brunswick Transaction
Publishers, 2002).