Manifestantes marroquíes a favor del movimiento 20F en una protesta en Rabat, Marruecos. (Fadel Senna/AFP/Getty Images)
Manifestantes marroquíes a favor del movimiento 20F en una protesta en Rabat, Marruecos. (Fadel Senna/AFP/Getty Images)

Cinco años después del movimiento protesta en Marruecos, el Rey es visto como el “garante” de la estabilidad y la seguridad, aunque las libertades se vean recortadas. 

El régimen del miedo parece que desapareció en Marruecos. Así lo ve una mayoría de la sociedad civil marroquí convencida de que, un lustro después del movimiento protesta "20F" , el clamor popular sirvió para algo. La opinión pública marroquí siente que desempeña un rol de gendarme y en cuanto se produce una injusticia descabellada, vuelve a ocupar la calle con la esperanza de ser escuchada por la élite dominante. ¿Una herencia de la primavera marroquí? “No, la continuidad de los movimientos protestas que surgieron en los 80, impulsados por activistas del sector de izquierdas  y que resurge hace cinco años con nuevas reclamaciones en un contexto inédito de toda la región”, aseguró, Fouad Abdelmoumni, activista y defensor de los derechos humanos y recientemente elegido secretario general de Transparency Maroc, una ONG que lucha contra la corrupción.

Sin ir más lejos, dos nuevos brotes de rebeldía popular estallaron en los últimos meses, obligando a las autoridades marroquíes a reaccionar rápido. El primero surgió en Tánger, al norte de Marruecos, cuando cientos de familias enteras se echaron a las calles con imaginación y empeño. Apagaron las luces de sus casas, encendieron velas y con ellas recorrieron barriadas para denunciar las facturas de electricidad que ardían en las manos de cuantas familias sufren el mal endémico de la precariedad, con sueldos por debajo de los 200 euros al mes. Lo que pasó fue que como hay barrios con contadores colectivos y la compañía de electricidad establece diferentes tarifas fijas según el consumo de luz, la empresa Amendis (concesionaria de la luz y el agua) — que ya se situó en el foco de las protestas en 2011, al calor de la Primavera Árabe— impuso la tarifa más alta a estos barrios humildes. Se desató el grito de la indignación y el Rey, Mohamed VI, pidió personalmente al jefe de Gobierno, Abdelilah Benkirán, que se desplazara hasta Tánger para neutralizar las manifestaciones. Así fue. Tras varios días de negociaciones con Amendis y la mediación de Benkirán, se colocaron contadores individuales y se eximió a los afectados de pagar esas sangrías de dinero. “Fue un efecto directo del 20F. Los jóvenes ya cuentan con el bagaje y la experiencia de hace cinco años que les ha permitido abordar las protestas de manera organizada”, analizó, Hosni Almoukhlis, un actor y figura visible durante las manifestaciones en 2011.

Profesionales de la medicina, envueltos en la clásica bata blanca y subidos en pequeñas embarcaciones de pescadores en el río Bouregreg de Rabat, la capital del Reino, simulando una travesía migratoria hacia Europa, fue el segundo brote reciente de indignación y una nueva imagen de la permanencia del movimiento 20F. Los médicos interinos y residentes se opusieron a un plan del Gobierno que contemplaba, entre otros, una reducción de ...