• Il Ritorno del Principe. Saverio Lodato y Roberto Scarpinato, Chiarelettere (2008), 368 páginas.
  • Toghe Rotte. Bruno Tinti, Chiarelettere (2007), 181 páginas.
  • Se Li Conosci Li Eviti. Peter Gomez y Marco Travaglio, Chiarelettere (2008), 571 páginas.
  • Gomorra. Roberto Saviano, Editorial Debate (2007), 328 páginas.
  • Polo Nord: La nuova terra dei padrini del Sud. Fabio Abati e Igor Greganti, Selene (2008), 182 páginas.
  • Solo per Giustizia. Raffaele Cantone Mondadori (2008), 334 páginas.

Vincenzo Guida es el famoso jefe criminal de Nápoles. En 2006, su clan de la Camorra estaba consiguiendo infiltrarse en Milán. A finales de otoño, sin embargo, las autoridades italianas estaban tras la pista de Guida y habían pinchado los teléfonos de su abogada, Barbara Sabadini. Entonces, Sabadini llamó al congresista Francesco de Luca, miembro del partido del primer ministro Silvio Berlusconi, para rogarle que utilizara su influencia en ayuda de sus clientes criminales. De Luca semostró encantado de hacer el favor y aludió a un “amigo”, un juez que iba a hacerse cargo del juicio de Guida. Según informó el Corriere della Sera el año pasado, la policía italiana estaba oyendo todo esto.

Los investigadores debieron de pensar que les había tocado la lotería, hasta que se dieron cuenta de que escuchaban la conversación de un miembro del Parlamento. En aquel momento, la Ley Boato italiana exigía convenientemente el permiso de la Cámara para interceptar llamadas telefónicas de cargos electos. Así que tuvieron que cancelar la escucha. Antes de que la policía obtuviera la autorización para investigar, el Parlamento fue disuelto y se convocaron elecciones. De Luca resultó reelegido, y el año pasado sólo se detuvo a unos cuantos miembros del clan de Guida.

Las historias de este tipo no son extrañas en Italia. Es indudable que la Mafia tiene poder en el país desde hace mucho tiempo, pero, como muestran con gran detalle una serie de libros publicados el año pasado, Italia está convirtiéndose en un Estado patrocinado por la Mafia. Su impotente sistema judicial, su política corrupta y su buro- cracia, hinchada pero débil, están permitiendo que la Mafia se apodere de la sexta economía del mundo, desde la construcción hasta la agricultura, desde el tratamiento de residuos hasta la fabricación industrial, desde los pequeños préstamos hasta las altas finanzas.

Según Confesercenti, la asociación italiana de pequeños empresarios, las actividades de la Mafia representan casi una décima parte del PIB del país. En el informe Doing Business del Banco Mundial en 2008, la eficacia del sistema judicial italiano aparecía en 156º lugar, de 181 países; por debajo de Irak y Pakistán, y justo por encima de Afganistán.

A los italianos no les gusta afrontar este inquietante panorama, pero la reciente publicación de nada menos que seis libros ha reanimado un debate nacional que comenzó hace decenios sobre la salud y el futuro de la democracia italiana. ¿Se está convirtiendo Italia en el Estado fallido de Europa occidental? ¿Es la Mafia la que gobierna? ¿Les importa algo a los italianos?

Roberto Scarpinato, juez adjunto de distrito en la división antimafia de Palermo, y Saverio Lodato, periodista, ofrecen la descripción más exhaustiva de los tratos ocultos entre la Mafia y los políticos. Su libro Il Ritorno del Principe (El regreso del príncipe) tiene la amplitud que corresponde a una historia social del crimen organizado en Italia. El término “mafia” derivado de mafiusu, que indicaba una especie de arrogancia intimidatoria en el dialecto siciliano del siglo XIX– se ha convertido en una palabra de uso corriente en todo el mundo. Pero la Mafia, en realidad, comprende muchas organizaciones que controlan territorios distintos y entre las que destacan cinco: la Cosa Nostra en Sicilia, la Camorra en Nápoles y alrededores, la ‘Ndrangheta en Calabria, la Sacra Corona Unita en Apulia y los Basilischi en Basilicata. Y, como muestran Scarpinato y Lodato, los carteles mafiosos italianos no son meras bandas violentas de narcotraficantes; son empresas del siglo XXI, con un sistema integrado de gobierno, que difuminan el límite entre las actividades lícitas e ilícitas.

Scarpinato y Lodato afirman que la Mafia tiene dos rostros: el componente militar más visible –los soldados que roban, matan y trafican con drogas– y la Mafia de cuello blanco, o “burguesía mafiosa”. Estos profesionales, empresarios y académicos no están necesariamente involucrados en actividades criminales de forma directa, pero gestionan las relaciones de la Mafia con la clase política italiana que, últimamente, se han hecho mucho más estrechas. Se calcula que los ingresos anuales del pizzo (el dinero que los jefes mafiosos cobran a empresarios a cambio de protección) son de casi 19.000 millones de dólares (14.278 millones de euros).

Como documentan los autores de Il Ritorno del Principe, los esfuerzos del Estado son intermitentes y coinciden a menudo con los intentos del brazo armado de la Mafia de aplastar a su sector burgués. Cualquier progreso real se detiene convenientemente justo antes de dejar al descubierto el papel de los de “cuello blanco”. No está claro quién trabaja para quién. Y, a medida que se intensifica la relación entre los políticos y la Mafia, el Estado democrático italiano se vacía cada vez más de contenido.

Muchos políticos italianos no sólo están manchados sino, como denuncia Bruno Tinti en Toghe Rotte (Togas rotas), contribuyen activamente a debilitar las escasas partes del Estado italiano que aún poseen cierta integridad. Tinti, antiguo juez adjunto de distrito en Turín, escribe: “Si se examina la actividad del Parlamento y de la mayoría de los ministros de Justicia en los últimos veinte años, se descubre algo increíble: no sólo no se ha hecho nada para mejorar la eficacia del sistema judicial, sino que se han dedicado serios esfuerzos a debilitarlo aún más”.

Toghe Rotte es un auténtico cursillo intensivo sobre el disfuncional sistema de justicia de Italia, y muchas de sus historias y anécdotas habría que clasificarlas como “de reír por no llorar”. Como ejemplo, el caso de una ley que el Parlamento aprobó en 2002 para tratar de neutralizar a los jueces. La medida se ocupaba de la prescrizione, la prescripción de los delitos. Acortaba el periodo de prescripción para todos los delitos a un plazo de cinco o siete años y medio, en el que la policía y los jueces deben descubrir el crimen, investigarlo, juzgarlo y completar tres niveles de sentencias y apelaciones antes de llegar a un veredicto definitivo. Si no hacen todo eso en ese tiempo, el delito prescribe y el acusado queda libre de todos los cargos. La consecuencia es que los procedimientos penales para el 95% de los delitos cometidos en Italia expiran antes de que finalice el proceso judicial.

Uno de los que sonríen con todo esto es el primer ministro Berlusconi, que ha sido juzgado en 12 ocasiones y absuelto ocho veces por motivos que no son que se haya probado su inocencia. En la mayoría de los casos, la prescripción del delito. Y, si uno se pregunta hasta dónde llega el escándalo, según Se Li Conosci Li Eviti (Si los conoces los evitarás), escrito por Peter Gomez y Marco Travaglio, 100 de los 945 parlamentarios actuales de Italia han sido acusados, juzgados o condenados por delitos que probablemente prescribirán por las leyes que ellos mismos han elaborado.

A medida que la democracia italiana es cada vez más corrupta, la Mafia llena el vacío y actúa con más libertad y en más lugares que nunca. Dos libros recientes muestran la expansión de la Mafia mucho más allá de su bastión tradicional en el sur del país, y su creciente penetración en el norte.

Gomorra, de Roberto Saviano, cuenta la parte sureña de la historia y ofrece una imagen sobrecogedora de la magnitud del imperio de la Camorra en Campania. Saviano, un periodista que creció en las viviendas protegidas de Nápoles, narra cómo las actividades de la Camorra abarcan ya todos los sectores de la economía, incluida la industria de la moda, tan distintiva del país.

Se empiezan a ver casos similares en el norte de Italia. Estos cobran vida en Polo Nord (Polo Norte), escrito por dos jóvenes periodistas italianos, Fabio Abati e Igor Greganti. Haciendo información de sucesos en la región de Milán se dieron cuenta de que había cada vez más asesinatos violentos en zonas residenciales que solían ser pacíficas. Ese descubrimiento los llevó al oscuro mundo que gobierna la Mafia en ciudades como Milán, Turín y Verona, que están convirtiéndose en centros del narcotráfico mundial.

La Mafia está quedándose con negocios que eran legítimos y utilizándolos para sus fines ilícitos, mientras corrompe a todo el mundo en el proceso. Los autores cuentan la historia de un empresario de la construcción del lago Garda, llamado Giuseppe. Se enredó cuando le hicieron una oferta que no pudo rehusar con el fin de emplear sus empresas para blanquear dinero e invertirlo en clubes nocturnos. Muy pronto, Giuseppe estaba ayudando al clan a dirigir una red de prostitución, trasladando a chicas del este de Europa y a sus ricos clientes a varios hoteles. “En los clubes del Garda vi cómo la sociedad se convertía en una alcantarilla”, cuenta Giuseppe, “y mucha gente salía a flote en su mierda”.

A pesar de las pruebas y de las evidencias, las protestas públicas han sido escasas o, al menos, ineficaces. Muchos italianos toleran cómodamente la presencia mafiosa. Otros, con su profunda desconfianza hacia el Estado corrupto e irresponsable, incluso apoyan algunos de los cambios que la Mafia ha introducido en sus comunidades.

Un italiano que ha comprobado en persona ese resentimiento es Raffaele Cantone. El ex juez en la división antimafia de Nápoles cuenta su terrible experiencia en Solo per Giustizia (Sólo por justicia). Cuando Cantone se trasladó a Giugliano, una ciudad justo al norte de Nápoles, recibió una acogida muy fría. Las tensiones alcanzaron su cénit cuando la policía comprobó las licencias públicas y descubrió que la mayoría de las empresas eran ilegales. Se apresuró a cerrarlas, y los habitantes locales se mostraron indignados y culparon a Cantone de perturbar la paz. “No dejaba de preguntarme”, escribe, “si habría sido pensable una recepción semejante si se hubiera trasladado a Giugliano un jefe de la Camorra en mi lugar”.

Estos libros que cuentan verdades están teniendo en Italia una recepción más cálida que Cantone en Giugliano, pero eso no es mucho decir.

Cualquier debate actual en Italia está circunscrito a un círculo relativamente pequeño de intelectuales, activistas y ávidos lectores. La democracia italiana permanece inmóvil a la hora de acabar con la corrupción del país. Estos libros no han conseguido hacer que los italianos exijan una mejor forma de gobernar ni que rechacen la ilegalidad y el crimen organizado. Por el contrario, como muestran los autores, demasiados ciudadanos llevan mucho tiempo resignados a tener un Estado mafioso, y parecen dispuestos a seguir teniéndolo.