
Pese a la limitada situación geográfica del país, todavía el gobierno paraguayo puede jugar sus cartas para defender sus intereses en el escenario económico y político regional. ¿Qué estrategia debería tener con sus vecinos?
Pese a que no suele llamar mucho la atención de los observadores de Latinoamérica, Paraguay sigue progresando económicamente, de forma discreta pero constante. El año pasado sufrió la contracción económica más suave de toda la región. Se prevé que la economía nacional crecerá casi un 5% en 2021, por lo que el PIB superará el nivel anterior a la pandemia. Uno de los motivos fundamentales es la política de ortodoxia fiscal y monetaria desarrollada durante dos decenios, que ha mantenido controladas la deuda y la inflación, ha obtenido la confianza de los acreedores internacionales y ha estimulado un aumento sustancial de las inversiones extranjeras directas. Ahora bien, en el camino hacia la prosperidad, Paraguay tiene que lidiar cada vez más con obstáculos externos que limitan el crecimiento. Para reducir esas asimetrías —en política climática, comercio y seguridad—, es necesaria una política regional nueva por parte de un país siempre a la sombra de unos vecinos más grandes.
Lo más importante es el cambio climático
La limitación más visible de todas es la que recorre el centro del país: el río Paraguay. Históricamente, sin tener salida al mar, ha dependido de la buena voluntad de Argentina para poder llegar a los mercados del Atlántico a través de sus ríos, que hoy están a merced de un clima cambiante. La sequía que ha disminuido el caudal del río Paraguay —por el que circula el 90% del comercio— hasta un nivel sin precedentes en 2021, también ha drenado el Paraná, por el que la flota fluvial paraguaya, formada por 3.600 barcazas, llega al Atlántico. La necesidad de aligerar los cargamentos ha reducido los ingresos por exportación y ha aumentado los costes de importación. Por si fuera poco, los exportadores paraguayos están condicionados por las políticas económicas y medioambientales de sus vecinos. Por el lado del Atlántico, el gobierno del presidente argentino, Fernández, controla las operaciones de dragado del Paraná después de que haya concluido una concesión privada que duró 26 años. Río arriba, el caudal depende de un clima cada vez más volátil por culpa de la deforestación en Brasil.
La descompensada relación de Paraguay con el clima —contribuye muy poco a las emisiones globales, pero sufre sus consecuencias de manera desproporcionada— influye de forma inevitable en su política exterior. La considerable deforestación que está produciéndose en su territorio también tiene su origen en el capital extranjero; es el caso, por ejemplo, de la industria agraria brasileña en el Bosque Atlántico de Paraguay. Como explicó el presidente Mario Abdo Benítez ante la Asamblea General de la ONU en 2021, la disminución ...
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