Jair Bolsonaro (derecha), presidente de Brasil, posa para una foto junto a Mario Abdo Benítez (izquierda), presidente de Paraguay durante una visita a un sitio de construcción de un puente que une Brasil y Paraguay. (Kiko Sierich/Getty Images)

Pese a la limitada situación geográfica del país, todavía el gobierno paraguayo puede jugar sus cartas para defender sus intereses en el escenario económico y político regional. ¿Qué estrategia debería tener con sus vecinos?

Pese a que no suele llamar mucho la atención de los observadores de Latinoamérica, Paraguay sigue progresando económicamente, de forma discreta pero constante. El año pasado sufrió la contracción económica más suave de toda la región. Se prevé que la economía nacional crecerá casi un 5% en 2021, por lo que el PIB superará el nivel anterior a la pandemia. Uno de los motivos fundamentales es la política de ortodoxia fiscal y monetaria desarrollada durante dos decenios, que ha mantenido controladas la deuda y la inflación, ha obtenido la confianza de los acreedores internacionales y ha estimulado un aumento sustancial de las inversiones extranjeras directas. Ahora bien, en el camino hacia la prosperidad, Paraguay tiene que lidiar cada vez más con obstáculos externos que limitan el crecimiento. Para reducir esas asimetrías —en política climática, comercio y seguridad—, es necesaria una política regional nueva por parte de un país siempre a la sombra de unos vecinos más grandes.

Lo más importante es el cambio climático

La limitación más visible de todas es la que recorre el centro del país: el río Paraguay. Históricamente, sin tener salida al mar, ha dependido de la buena voluntad de Argentina para poder llegar a los mercados del Atlántico a través de sus ríos, que hoy están a merced de un clima cambiante. La sequía que ha disminuido el caudal del río Paraguay —por el que circula el 90% del comercio— hasta un nivel sin precedentes en 2021, también ha drenado el Paraná, por el que la flota fluvial paraguaya, formada por 3.600 barcazas, llega al Atlántico. La necesidad de aligerar los cargamentos ha reducido los ingresos por exportación y ha aumentado los costes de importación. Por si fuera poco, los exportadores paraguayos están condicionados por las políticas económicas y medioambientales de sus vecinos. Por el lado del Atlántico, el gobierno del presidente argentino, Fernández, controla las operaciones de dragado del Paraná después de que haya concluido una concesión privada que duró 26 años. Río arriba, el caudal depende de un clima cada vez más volátil por culpa de la deforestación en Brasil.

La descompensada relación de Paraguay con el clima —contribuye muy poco a las emisiones globales, pero sufre sus consecuencias de manera desproporcionada— influye de forma inevitable en su política exterior. La considerable deforestación que está produciéndose en su territorio también tiene su origen en el capital extranjero; es el caso, por ejemplo, de la industria agraria brasileña en el Bosque Atlántico de Paraguay. Como explicó el presidente Mario Abdo Benítez ante la Asamblea General de la ONU en 2021, la disminución del caudal de los ríos pone de manifiesto “la importancia de cumplir los compromisos internacionales con el Acuerdo de París… Apoyar las labores de mitigación y adaptación de los países en desarrollo, especialmente los que estamos en situación más vulnerable ante el calentamiento global”.

En la frontera: comercio y delitos

Además, Paraguay es vulnerable a las corrientes procedentes de los países vecinos, puesto que los vínculos comerciales informales que mantiene con ellos le dejan en manos del contagio financiero y el crimen organizado. El proteccionismo imperante en Brasil y Argentina a mediados del siglo XX convirtió Paraguay en una válvula de escape sin control para los extranjeros, lo que contribuyó al crecimiento de Ciudad del Este y Encarnación (la segunda urbe de Paraguay y la tercera, respectivamente), pero dejó su economía expuesta a las vacilantes políticas económicas de sus vecinos. En la actualidad, la devaluación del real brasileño limita el comercio de Ciudad del Este y los estrictos controles de capitales por parte de Buenos Aires agravan la situación de Encarnación. En la frontera, los argentinos compran el guaraní blue debido a la escasez de dólares, y los comerciantes paraguayos pierden sus ventajas comerciales debido a la avalancha de medidas de control de precios tomadas por el gobierno de Fernández.

Las medidas tomadas en Argentina contra la pandemia provocaron nuevos quebraderos de cabeza. La provincia de Misiones aplazó una y otra vez la apertura de su frontera y retuvo unos pesos que normalmente deberían haber cruzado al otro lado del río Paraná. Como consecuencia, en 2020, Misiones experimentó un aumento del 81% de los ingresos fiscales, mientras que Paraguay sufrió un descenso del 42% de las reexportaciones. Al mismo tiempo, el cierre de los puentes ha canalizado el negocio hacia el crimen organizado, y el bajo nivel del río ha facilitado el contrabando a través de la frontera. La inseguridad tiene origen brasileño, porque los carteles Primeiro Comando da Capital y Comando Vermelho ven Paraguay como un territorio fértil para establecer más puntos de apoyo transnacionales.

En el mundo: vínculos problemáticos

Las desiguales relaciones de Paraguay con sus vecinos también le han empujado a firmar acuerdos perjudiciales, como con la exportación de electricidad (la más lucrativa del país junto con la de soja), en la que cede a Brasil a un precio fijo por debajo del de mercado la energía procedente de la presa de Itaipú, situada a caballo entre los dos países. Los elevados precios de la energía en Brasil han aumentado los costes de oportunidad para Paraguay, cuyos ingresos por las exportaciones de la energía generada en la presa disminuyeron el 17% entre octubre de 2020 y octubre de 2021. Aunque el gobierno paraguayo seguramente presionará para obtener una tarifa más justa cuando renegocie el tratado de Itaipú, en 2023, la crisis energética está endureciendo la postura brasileña en busca de unos precios más bajos.

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Imagen en vista satélite de la Represa de Itaipú, en el Río Paraná, Paraguay, una de las instalaciones hidroeléctricas en operación más grandes del mundo. (DigitalGlobe via Getty Images)

Aparte de la relación bilateral con Brasil, los demás vínculos internacionales de Paraguay corren peligro de tensarse cada vez más. El país, que es la economía más pequeña de Mercosur, valora la relación con sus vecinos, pero está quedándose al margen a medida que se ahondan las diferencias en el bloque comercial. Mientras que Uruguay, también un Estado pequeño, tiene una frontera exterior que le permite propugnar enérgicamente la modernización de Mercosur, Paraguay está rodeado por otros países y depende de las decisiones de Brasilia y Buenos Aires, cada vez más enfrentadas. Más allá del Cono Sur, su sólida relación con Taiwán se enfrenta a un futuro incierto. Para empezar, por la incertidumbre sobre el porvenir de la nación isleña. No hay que olvidar los costes de oportunidad en los que incurre ahora que China está cultivando relaciones con la región en general. Algunos diputados paraguayos han preguntado si la lenta campaña de vacunación contra la COVID-19 no habría podido ser más rápida si se hubiera reconocido a la China continental.

Desde la capital: posibilidades políticas

Los responsables políticos de Paraguay deben encontrar el equilibrio entre protegerse contra los riesgos y relacionarse con la región. Por ejemplo, unas medidas severas contra la corrupción reforzarían el muro de protección contra el crimen organizado brasileño. Es lo que manifestaron recientemente los votantes en Ciudad del Este al elegir al independiente Miguel Prieto como primer alcalde de la ciudad que no es del Partido Colorado. (Unos meses antes, el Departamento de Estado estadounidense había acusado al adversario de Prieto de estar involucrado en delitos transnacionales).

Otras medidas saltan menos a la vista, pero podrían ayudar a situar Paraguay el mismo nivel que sus vecinos. Una política que atraiga industrias con uso intensivo de la energía daría al excedente de electricidad una utilización más productiva que las exportaciones de energía a Brasil. En este aspecto, hay ya avances lentos pero tangibles: la empresa británica Atom Energy ha anunciado la inversión en una planta de hidrógeno y amoniaco alimentada por Itaipú y valorada en 550 millones de dólares y la empresa paraguaya de servicios públicos prevé un crecimiento del 7% de la demanda de electricidad. Por su parte, los ingenieros están celebrando la inauguración de una nueva línea de transmisión desde Yacyretá —la presa hidroeléctrica fronteriza y compartida con Argentina— con la que Paraguay se sitúa en el centro de la integración energética regional.

Si la integración se hace con mentalidad estratégica, podrá transformar los inconvenientes de no tener costas en ventajas. Paraguay está construyendo un “corredor bioceánico” a través de la región del Chaco y un nuevo puente hacia Brasil en la Triple Frontera, dentro de la amplia inversión del gobierno de Abdo en carreteras. La evolución de Mercosur también ofrece oportunidades: mientras que Brasilia respalda la iniciativa modernizadora de Uruguay, Buenos Aires busca un aliado, y eso ofrece a Paraguay una oportunidad poco frecuente para expresar sus intereses, como la rebaja del proteccionismo para disminuir los costes de importación.

A medida que se aproximen las elecciones de 2023, Paraguay volverá a fijarse más en sus asuntos internos, sobre todo en las divisiones dentro del Partido Colorado y en si la oposición es capaz de presentar un candidato viable. Pero para comprender la situación general hay que seguir mirando hacia fuera: las limitaciones externas de Paraguay no van a desaparecer, independientemente de la persona que dirija el próximo gobierno del país. Es crucial tener una sólida estrategia para ocuparse de esos problemas con el fin de proteger los avances logrados con años de disciplina fiscal y monetaria en Asunción. Asimismo, a las autoridades de Brasilia, Buenos Aires y Washington les convendría comprender que Paraguay no es un país atípico y aislado, sino un actor integrado en una región compleja.

 

 

El artículo original ha sido publicado en inglés en Global Americans.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia