Bashkim Shehu es uno de los escritores albaneses de referencia. Víctima de la dictadura de Enver Hoxha y exiliado en España desde 1997, trabaja como asesor sobre Europa del Este en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Defiende la independencia de Kosovo como la única opción posible, y no cree que se vaya a producir un nuevo conflicto bélico en los Balcanes.

 

FOREIGN POLICY. Kosovo ha proclamado su independencia. ¿Cuál es su opinión al respecto?

BASHKIM SHEHU. Pienso que la independencia es el único camino razonable para Kosovo. No puede permanecer más tiempo bajo Serbia ya que la población (un 90% de albaneses) no lo aceptaría. Y tampoco existe la posibilidad de una unificación con Albania que, por otra parte, no sería buena porque cada uno tiene muchos y muy distintos problemas que se acumularían. La mejor salida, desde el punto de vista del funcionamiento del Estado, sería un Kosovo independiente.

Tampoco creo que se vaya a producir una nueva guerra. No hay que olvidar que los conflictos bélicos en la región empezaron desde Belgrado, aunque también otras comunidades étnicas cometieron atrocidades, pero todas las guerras tuvieron su origen en la voluntad política de la capital serbia. Ahora la situación ha cambiado y no creo que Serbia tenga fuerza para empezar un nuevo conflicto bélico.

FP. Se habla a menudo del concepto “Gran Albania”. ¿Cree que existe?

B. S. Esa es una idea que más bien procede de círculos nacionalistas de Belgrado que han retomado los medios de comunicación por el sensacionalismo de dar una noticia así de fuerte. Pero no tiene ninguna base real porque no hay una voluntad de “Gran Albania” ni en Albania ni en Kosovo. Tampoco en ninguno de los partidos ni en la población. Belgrado lo ha creado como un espantajo, como un aviso de la vuelta del nuevo nacionalismo que sería un peligro en los Balcanes. Pero esta idea no tiene ningún fundamento en la realidad.

FP. ¿Qué opina sobre el papel de la UE en la “cuestión de Kosovo” y en otros países de Europa del Este?

B. S. Desde los 90, cuando se produjeron las guerras de desintegración de la Federación yugoslava, ha habido un proceso de mejora de la actitud de la Unión Europea. Europa tardó mucho en intervenir en Bosnia, menos en Kosovo y menos aún en Macedonia, y logró superar sin conflicto la separación de Montenegro. En eso veo un progreso. También creo que Europa debería inclinarse hacia la integración de los llamados Balcanes Occidentales en la propia UE, ya que suele oscilar entre la futura integración y el inmovilismo de dejar que las cosas se queden como están y no tomar iniciativas políticas. Creo que debería orientarse cada vez más hacia la primera. De hecho, está gastando ya mucho dinero en la zona, con dos regiones que son protectorados, Bosnia y Kosovo, y eso no puede seguir así. Hay 18 millones de personas en los Balcanes Occidentales, una población menor que la de Rumanía, que se ha quedado como una isla dentro de la Unión Europea. Por su propio beneficio, sería mejor no tener esa isla que, en un pasado tan cercano, ha generado guerras, limpiezas étnicas, genocidios y ahora hay mafias y corrupción en Estados que no funcionan. No digo integrarlos de la noche a la mañana, pero debería empezar a dar pasos en esa dirección. Con más decisión.

FP. En los últimos años, gran parte de los países de Europa del Este han adoptado una posición pronorteamericana. ¿A qué cree que se debe?

B. S. Todos los países del Este, incluso los que ya son miembros de la UE, tienen una actitud muy proestadounidense. En mi opinión, eso no va en contradicción con su europeísmo, y tampoco significa que se haya producido porque Europa no está haciendo lo que debe hacer. En algunos casos en el pasado, sí que la UE ha sido más reticente y más lenta en sus intervenciones, mientras los norteamericanos fueron más contundentes en su actuación. Pero no creo que sean dos posiciones contradictorias.

FP. ¿Qué le llevó a tomar la decisión de marcharse de su país?

B. S. Estoy en España desde 1997, momento en que se produjo una situación muy peligrosa en Albania, de caos y violencia, el Estado desapareció y la vida de cualquier persona estaba amenazada. Como muchos albaneses, decidí irme para estar a salvo.

Había pasado ocho años en la cárcel, cuando salí pensé en quedarme en Albania. Creía que podía continuar, escribir y dedicarme a la literatura. También esperaba poder contribuir como ciudadano al debate público para superar el pasado y el sistema dictatorial. En la dictadura, mi padre [antiguo primer ministro y uno de los fundadores del régimen] se quitó la vida en un suicidio obligatorio. Se encontró en una situación sin salida: el sistema al que había estado vinculado se volvió en su contra sin quererlo. Su única salida fue el suicidio que, en cierta manera, era parte del suicidio del sistema. En esa época, Albania estaba cerrada y autoaislada. Era una vida difícil y muy dura. La gente tenía miedo hasta de pensar.

FP. ¿Queda algún resquicio de aquella época en la actual Albania?

B. S. Si, muchas cosas. Una mentalidad de verlo todo en blanco y negro, maniqueísta en política. Por haber vivido bajo un colectivismo extremo y feroz, impuesto desde arriba, ahora hay una reacción social contra ese pasado y la gente se interesa sólo por sus cosas privadas y su horizonte no va más allá de su familia, sin importar el bien común de la sociedad. También la actitud en el ámbito económico es herencia del anterior sistema. La idea dominante de los albaneses es que el capitalismo no tiene normas ni moralidad, y es significativo que la gente que estuvo en la antigua estructura de poder y tiene éxito en el nuevo sistema lo consigue porque no tiene escrúpulos.

FP. Bamir Topi fue elegido nuevo presidente de la República de Albania el pasado junio. ¿Cree que puede suponer un impulso para el país?

B. S. Eso es un hecho insignificante ya que Bamir Topi es un peón del primer ministro, Sali Berisha. No ha hecho nada hasta ahora y no creo que lo haga. Sólo jugará al papel de parecer que equilibra la balanza política. Berisha quiere controlar todo lo que pueda. No lo tiene tan fácil como en los años en los que fue presidente, del 92 al 97, porque la sociedad se ha diversificado y hay más polos de poder. Pero, aun así, su actitud es la de controlar todos los poderes y los medios de comunicación. Sali Berisha no ha cambiado.

 

Bashkim Shehu (Tirana, 1955) ha publicado dos obras traducidas al castellano, Confesión junto a una tumba vacía (Ed. Península, Barcelona,1998) y El último viaje de Ago Ymeri (Ed. Meteora, Barcelona, 2001), en las que narra, en forma de novela autobiográfica, la férrea dictadura que vivió su país hasta 1991. Presionados por el régimen, su padre y su hermano se suicidaron e ingresó con el resto de su familia en prisión, en la que también moriría su madre. Gracias al Parlamento Internacional de Escritores encontró refugio en Barcelona, donde reside en la actualidad.