Mujeres acuden a una mezquita reconstruida en Slapovici, Bosnia and Herzegovina. Sean Gallup/Getty Images
Mujeres acuden a una mezquita reconstruida en Slapovici, Bosnia y Herzegovina. Sean Gallup/Getty Images

Hoy en día generaría polémica, entonces era solo una broma. Eran los tiempos de Yugoslavia, finales de los 80. Un grupo de jóvenes, músicos y humoristas, Top Lista Nadrealista, desde Sarajevo, subvertía la realidad una emisión tras otra, haciendo mofas de todo lo que crepitara en sus mentes incendiarias. En una de las escenas, Nele hace una encuesta a los transeúntes para saber si la gente lee o no lee en la ciudad. En la parodia uno de los cómicos vestido de mujer aparece ante el micrófono, y Nele insistentemente le dice: -¿Lee fábulas?, ¿la del lobo y los tres cerditos, por ejemplo? Ella responde -Pero… ¡si yo soy musulmana!

 

Islam dentro de Yugoslavia

Y es que la religión fue un enemigo efímero para Yugoslavia; terminó por encontrar acomodo dentro del socialismo. Aunque durante los inicios fue recluida en la esfera privada, la identidad étnico-religiosa estuvo presente, a diferentes niveles, en la sociedad, y más se fue arraigando conforme el socialismo yugoslavo menos se arraigaba. Por hacernos una idea, desde 1945 a 1985, en Bosnia y Herzegovina, fueron construidas 400 mezquitas y 386 fueron reconstruidas. En 1986 en Yugoslavia había más de 3.000 mezquitas, para una población musulmana de 3,8 millones de habitantes (16% del total).

Desde finales de los 60, la comunidad musulmana, tras una década de paulatino aperturismo yugoslavo, tuvo su Constitución como Comunidad Islámica en 1968, como una nación yugoslava más, como resultado de dos estrategias: los equilibrios nacionales dentro de Bosnia y Herzegovina entre serbios y croatas y el acercamiento de Tito a los países de mayoría musulmana, en el marco de la política de no alineamiento mantenida durante la Guerra Fría. Son los que hoy se conocen como bosníacos.

 

¿Islam europeo?

El islam local ha estado caracterizado por la capacidad de coexistencia junto con otras religiones, incluso acatando por lo general, y salvo por algún grupúsculo aislado, las reglas del Estado de derecho desde los tiempos de la ocupación austro-húngara de Bosnia y Herzegovina (1878). Sin embargo, esta misma aparente mansedumbre institucional ha determinado que se mantuviera invisible para muchos en el continente.

Fueron las guerras de secesión de Yugoslavia, y se descubrió lo que algunos han denominado “Islam europeo”. El asedio a Sarajevo (1992-1996) y la limpieza étnica en Bosnia y Herzegovina catapultaron a la comunidad musulmana a los focos mediáticos. Casi 70.000 muertos y el 80% de las 1.144 mezquitas que había en Bosnia y Herzegovina antes de la guerra fueron destruidas o parcialmente dañadas.

Casi 50 años de socialismo convirtieron a los musulmanes en un grupo nacional pero, también, un grupo nacional con una cultura fuertemente secularizada. Cuando durante las guerras de secesión de Yugoslavia llegaron a Bosnia y Herzegovina o Kosovo más de 4.000 muyahidines provenientes de Arabia Saudí, Siria, Libia, Pakistán o Irán, se encontraron con que la mayoría de sus hermanos musulmanes mostraban una gran laxitud hacia la religión. Eran seguidores de la escuela hanefí (entre los bosníacos) o de la orden bektashi (entre los albaneses), y su vínculo social más grande era la nación, no la religión. Los incidentes y malentendidos entre los musulmanes locales y los extranjeros -muchos de estos combatientes terminarían más tarde en Chechenia o en Kosovo- se sucedieron pese a estar en el mismo frente, como todavía se suceden, en torno a los ritos, la arquitectura de las mezquitas, la ingesta de alcohol o las diferentes interpretaciones del Corán.

Incluso el SDA (Stranka demokratske akcije), el partido que aúna más seguidores musulmanes en la actualidad en Bosnia y Herzegovina, después de su victoria en las primeras elecciones bosnias de 1991 derivó su política hacia el etnicismo nacional, ante las fuertes resistencias de la comunidad internacional y, también, las que encontró en la sociedad local hacia cualquier tipo de imposición religiosa, pese a que su líder, Alija Izetbegović, provenía de la intelectualidad radical en tiempos de la Yugoslavia socialista.

Tanto la propaganda de los medios de comunicación del nacionalismo serbio, como croata, buscando vestir a la sociedad musulmana de radicales islamistas, no pasaba la prueba del algodón de los periodistas internacionales que, durante los 90, hicieron un seguimiento de los hábitos locales, que terminaron por resultarles tan próximos culturalmente que dejaron de tener interés mediático.

 

De la ‘etnicización’ a las conexiones globales

Sin embargo, las particularidades rescatadas del islam en los Balcanes no pueden ocultar varias dinámicas. El proceso de construcción nacional en torno a la identidad étnica, y el conflicto interétnico cristalizado tras la guerra, particularmente en el caso de Bosnia y Herzegovina, provocan que una parte importante de las nuevas generaciones homologuen prácticas uniformes de comportamiento político en torno a la identidad bosníaca, mientras que, otra parte de la sociedad musulmana, queda huérfana de representación política acorde con sus necesidades no religiosas.

Esta es una dinámica de etnicización no muy diferente a la que se produce entre croatas-católicos y serbios-ortodoxos, en un Estado, el bosnio, donde el enroque étnico de las instituciones dificulta el intercambio político a nivel de la sociedad civil. En el fondo de la cuestión está, por un lado, la hegemonía de la democracia étnica, pero, también, por otro, el liderazgo identitario de la Comunidad Islámica, especialmente en Bosnia y Herzegovina, que garantiza unidad y estabilidad, pero también homogeneidad y seguidismo acrítico.

La región no es impermeable al islamismo internacional, ni a lo que se ha llamado "zelena transverzala" (corredor verde entre Bosnia, Sandžak-Serbia, Kosovo y Bulgaria). De hecho, a la presencia de países árabes en la región, ya desde antes de las guerras de secesión, se une un fuerte clientelismo, que supera en lo económico los recursos generados por la propia Comunidad Islámica local. Esto provoca que el dinero fluya a través de centros comerciales, pero, también, a través de becas, fundaciones y centros religiosos, que, si bien no tienen por qué tener vocación extremista necesariamente, sí alteran el paisaje social con cada vez más mezquitas y resultan un polo de atracción para la religiosización de la vida social, en un contexto de globalización con tintes también árabes. Sin embargo, países de mayoría musulmana como Turquía, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Qatar o Kuwait no se encuentran entre los 10 mayores inversores en el país balcánico, superados por Estados de la Unión Europea, por Serbia o Rusia.

 

De las conexiones internacionales al radicalismo 

Se puede constatar un atentado islamista, el de Mevlid Jašarević con un kalasnikov ante la Embajada de Estados Unidos en Sarajevo hace tres años, así como la presencia aislada de segmentos salafistas. Sin embargo, los casos de ciudadanos que han viajado a Siria o Irak a sumarse a las filas de Al Qaeda o del Estado Islámico ya han superado la cifra de medio millar, y representan un número relativamente pequeño pero creciente y, por tanto, una preocupación no solo para los países de la región, sino también para EE UU o la UE. Este fue el caso de Blerïm Heta, albano-kosovar, primer suicida de la región responsable de un atentado en Bagdad donde murieron 52 personas en marzo de 2014.

Desde el año pasado los controles fronterizos y los esfuerzos para combatir el islamismo radical han aumentado. Según los expertos las difíciles circunstancias de vida, incluso la existencia de algunas zonas abandonadas de la mano de la administración tanto en Serbia, como Bosnia y Herzegovina o Kosovo en la, a veces, complicada orografía local, crean el clima propicio para la conversión islamista de los más jóvenes. Cada vez un número más amplio de personas sigue por las redes sociales a los diferentes líderes religiosos radicales.

Las fricciones entre la Comunidad Islámica y el salafismo, que considera el islam local como "falso" e, incluso, como "enemigo" son, igualmente, cada vez más intensas. No en vano, el imán de Trnovo, Selvedin Beganović, fue atacado ya en varias ocasiones. La última, hace un par de semanas. Especialmente, tuvo repercusión su conflicto con Bilal Bosnić, líder de la comunidad salafista en Gornja Maoča (Bosnia y Herzegovina), detenido junto con 15 personas más por propagación y expansión del radicalismo islamista en la denominada operación "Damask".

Las detenciones de personas vinculadas al terrorismo islamista han ido en ascenso. El descubrimiento de campos de entrenamiento en Novi Pazar (Serbia) o la aparición de una bandera del Estado Islámico en Gornja Maoča recientemente, no deben desviar la atención, tal como dice el experto Dževad Galijašević, sobre Sarajevo, que es donde se encuentra el poder político o económico; así como tampoco de Pristina, en donde no hace mucho fue detenido Shefqet Krasniqi (liberado tiempo después), junto a otros imanes de Kosovo, por pertenecer a una red de reclutamiento islamista para el Estado Islámico y el Frente Al Nusra.

Tanto Serbia como Macedonia, Bosnia y Herzegovina y Kosovo han actuado con leyes que castigan la participación en conflictos armados en el extranjero. Pero el problema va más allá del reclutamiento islamista para los países en guerra, sino también lo que supone el retorno de los implicados y su reintegración social en un contexto social de letargo y apatía política.

A ello se suma la instrumentalización que se hace del islamismo radical desde los medios de comunicación con fines políticos en el nacionalismo serbio o croata o, también, en el mismo sensacionalismo internacional, desacreditando al conjunto de la comunidad musulmana que se muestra contraria o ajena al islamismo radical.

El islam como cultura común engloba muchas percepciones y fricciones, así lo demuestran las diferencias mostradas durante los últimos años en la Comunidad Islámica "en" y "de" Serbia. Los estudios sobre el terreno muestran que el islam balcánico es eminentemente identitario y cultural, pero también complejo y cambiante. Las condiciones políticas, sociales y económicas son en las cuales esta religión, como cualquier otra, puede volverse violenta, especialmente cuando las personas que la practican son violentas.

Si se quiere ver una diferencia generalizada con el islam de antaño, es que la vida social y política en los Balcanes occidentales lentamente se acaba de parcelar étnica y políticamente, y cada día resulta más insólito que surjan grupos como Top Lista Nadrealista que, con integrantes de diferente origen, se puedan reír de cualquier cosa y, mucho menos, de la religión del otro.