Desde el terrorismo hasta el calentamiento global, los peligros de la
globalización son más visibles que nunca. ¿Qué ha ocurrido? Que el mundo ha pasado a depender de una sola superpotencia. Es preciso rectificar ese desequilibrio para que el planeta sea más seguro.
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El mundo, hoy, es más peligroso y menos ordenado de lo que estaba previsto. Hace 10 o 15 años, creíamos ingenuamente que se aproximaba el fin de la historia. Ha ocurrido todo lo contrario. Hay más terrorismo internacional y más proliferación nuclear ahora que en 1990. Las instituciones internacionales son más débiles. La amenaza de pandemias y cambio climático es más grave. El sistema financiero mundial es más desequilibrado y precario.
¿Qué ha pasado? El siglo XXI ha traído la mala noticia de que la globalización tiene un lado oscuro importante. Los buques de carga que transportan artículos fabricados en China también llevan drogas. Los aviones que trasladan pasajeros de Nueva York a Singapur transportan enfermedades infecciosas e Internet ha demostrado tener tanta capacidad de difundir ideologías extremistas y asesinas como de extender el comercio electrónico. La idea generalizada es que el mayor reto de la geopolítica actual es cómo controlar este lado oscuro. La estrategia actual de EE UU consiste en presionar para que haya más comercio, más conectividad, más mercados y más apertura. Tiene buenos motivos: la globalización le beneficia más que a ningún otro país. Reconoce que ésta tiene un lado oscuro, pero lo atribuye al comportamiento explotador de los criminales, los extremistas religiosos y otros elementos anacrónicos a los que es posible eliminar. El lado oscuro, dicen con escasa sutileza los estadounidenses, puede mitigarse mediante la expansión del poder de su país, a veces de forma unilateral y otras a través de las instituciones multilaterales, según quiera EE UU. En otras palabras, lo que desea es un mundo globalizado plano, coordinado por una sola superpotencia.
Una idea estupenda, si alguien fuera capaz de llevarla a cabo. Sin embargo, está bastante claro que Estados Unidos no puede. No sólo porque los demás países no le dejarían, sino, sobre todo, porque esa línea de pensamiento tiene fallos. El predominio del poder estadounidense tiene muchas ventajas, pero el control de la globalización no está entre ellas. La movilidad de ideas, capital, tecnología y personas no es un fenómeno nuevo. En cambio, la rápida expansión de los males de la globalización, sí. Y casi toda esa expansión se ha producido desde 1990. ¿Por qué? Porque lo que se transformó por completo en los 90 fue la polaridad del sistema internacional. La globalización fue un elemento añadido en un mundo en el que, por primera vez en la historia moderna, existía una sola superpotencia. Lo que hemos descubierto en los últimos quince años es que ésa es una mezcla peligrosa. Los efectos negativos de la globalización desde 1990 no son consecuencia de la globalización en sí. Son el lado oscuro de la hegemonía estadounidense. He ...
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