La libertad de información turca en entredicho.

 

  • 000Kitap "Dokunan yanar" (000Libro "Si lo tocas te quemas")
    Ahmet Şık y otros 124 escritores
    383 páginas
    Postacı Yayınevi, Estambul, 2011

 

Cuando los inculpados llegaron por fin en el furgón policial apenas pudieron saludar a través de las rendijas a los congregados que deseaban protestar contra su detención y darles ánimos.

Entre los 13 sospechosos destacan sobre todo dos nombres: Nedim Şener yAhmet Şık, ambos periodistas de investigación. Şener fue elegido en 2010 “Héroe de la Libertad de Prensa” por el vienés Instituto Internacional de Prensa (IPI), escasos meses antes de ser detenido. A su vez, Sik ha sido galardonado tres veces con uno de los premios de más importancia en el periodismo turco: el Metin Göktepe, que toma su nombre de un periodista kurdo, socialista y asesinado.

Después de casi nueve meses encarcelados -265 días en total- Sener y Sik comparecían el martes 22 de noviembre por vez primera ante el juez.

Frente al Palacio de Justicia de Caglayan, los sospechosos fueron recibidos por varias docenas de periodistas y activistas de asociaciones de prensa, tanto turcos como extranjeros. También con carteles que rezaban “Primero ser humano, luego periodista” y “No hay una sociedad libre sin libertad de expresión”.

 

AFP/Getty Images

 

La cuestión no es baladí en Turquía, el país que mantiene a más periodistas en la cárcel en el mundo: con 63 en total, más que Irán o China. Según la organización parisina Reporteros Sin Fronteras (RSF), en materia de libertad de expresión Turquía ocupa el puesto número 138 de un total de 178 Estados. Una posición más bien humilde, vacilante y tímida para un país que se viene perfilando como modelo democrático para los países emergentes de la llamada Primavera Árabe.

Un día después de la primera comparecencia de Şik y Şener frente al juez que lleva su caso, el vice primer ministro turco, Bülent Arinc, hacía llegar un mensaje a la opinión pública desde Bursa, la primera capital del imperio otomano. A su juicio la libertad de prensa en Turquía solo cuenta con tres excepciones: “fomento del terror y la violencia, incitación y promoción del crimen, así como la violación de los derechos inalienables de una persona”.

Tanto Şik como Şener están acusados, como el resto de sus once compañeros periodistas de formar parte de una organización terrorista conocida como “Ergenekon”. Todos ellos tienen en común su labor periodista y ser críticos con el partido en el Gobierno, el de la Justicia y Desarrollo (AKP), liderado por el primer ministro turco Recep Erdogan. La banda criminal Ergenekon tenía previsto, según el acta de acusación, crear las condiciones necesarias para derrocar al AKP.

Curiosamente, Şik y Şener no solamente parten de la existencia fáctica de Ergenekon como organización golpista. También han escrito libros sobre esta trama, a la que ahora, según la fiscalía, pertenecen.

¿Qué había pasado? Centrémonos en Sik.

“Dokunan yanar!” Es decir: “¡Si lo tocas, te quemas!”. Se trata del grito de este investigador al ser arrestado por la policía turca el 3 de marzo. Tres días después era encarcelado. Su grito entonces da título ahora al libro por el que fue detenido. La fiscalía había ordenado a la policía incautar todas las copias que circulen sin publicar del volumen.

Al poco, el libro aparece en Internet y docenas de miles de turcos se lo bajan de forma gratuita en formato pdf burlando la censura. “Hay ciertos libros que son más efectivos que las bombas”, había llegado a legitimar la prohibición de hacerlo público el mismo Erdogan.

En un principio, el volumen iba a titularse İmamın Ordusu (El ejército del imán), puesto que se trata de la infiltración de una secta islámica en las fuerzas de seguridad del Estado turco, en especial la policía.

De hecho, el libro de Sik puede leerse como la continuación investigadora de dos anteriores, publicados en 2009 y 2010, respectivamente: Fetulá Gülen y la cofradía en los documentos de Ergenekon de Ahmet Sik y Los simones que viven en el cuerno de oro de Hanefi Avci.

Sobre todo en la obra de Avci, ex jefe de policía, se explica por qué miembros de la cofradía Gülen estarían tan interesados en hacerse con el control de la central de la inteligencia policial turca. Y es que de este modo sería posible, según Avci, hacerse con los métodos técnicos -legales e ilegales- para el seguimiento, obtención de información  y la vigilancia de individuos en todo territorio turco. Métodos, a saber, que en un principio solo deberían ser utilizados legalmente en la lucha contra el terrorismo.

Pero para lograr también el control de miembros destacados de la alta burocracia y pertenecientes a instituciones estatales como el Ejército -que están protegidos por leyes especiales- también deben hacerse, a juicio de Avci, con cómplices en diversas judicaturas y fiscalías.

Un escenario generalizado de corrupción daría pie entonces a todo tipo de chantajes y trampas -desde la ya clásica honeytrap sexual captada en vídeo en aras del posterior chantaje y pérdida de honor hasta la falsificación generalizada de pruebas, pasando por campañas de propaganda destinadas a la humillación y pérdida de reconocimiento social- para hacerse con el poder y crear miedos.

En el libro de Sik además se pone de manifiesto el desprecio generalizado dentro de la cofradía por la figura de Atatürk, a quién se llega a calificar en ella como “Beton Kemal”, debido a su estricta laicidad. En las residencias destinadas a aleccionar a los alevines de la secta no se hallan libros del fundador de la República.

También se refleja la ideología subyacente de esta organización que podría calificarse de anticosmopolita y movida por un sueño de recuperar una Arcadia feliz y pérdida -en este caso el de un califato neo otomano y pantúrquico con Ankara naturalmente como pivote central y potencia hegemónica.

Curiosamente, los tres autores que han escrito más a fondo sobre esta penetración subrepticia  de la cofradía del clérigo Fetulá Gülen -es decir los ya mencionados Sik, Sener y el ex jefe de policía Hanefi Avci- se encuentran actualmente en la cárcel y están acusados de formar parte de una organización terrorista. ¿Cómo se ha llegado a este extremo?

Turquía es el país que mantiene a más periodistas en la cárcel en el mundo: con 63 en total, más que Irán o China, según RSC

Desde hace cuatro años unas 400 personas -una variopinta mezcla de generales, soldados, agentes, académicos, escritores y periodistas- están acusados de estar involucrados en la red criminal Ergenekon.

Empero, las docenas de críticos con el proceso frente a Caglayan afirman que las evidencias en el caso de los 13 periodistas no existen, son débiles, falsas o están basadas en escuchas telefónicas interpretadas al libre albedrío. A su juicio, las detenciones que se alargan hasta llegar a los tres años son parte del castigo.

“Con las evidencias con las que estos periodistas están siendo procesado, cualquier periodista puede ser encarcelado. Nadie sabe quién será el próximo”, afirma por ejemplo Dogan Tilic, vicepresidente de la Asociación de Periodistas Europeos (AEJ) y columnista del rotativo BirGün. “Por eso no solo estoy aquí en señal de solidaridad con mis compañeros y para defenderme sino también, más importante aún, en aras de defender el derecho a informar” explica Tilic a Foreign Policy en español. 

A su vez, la presentadora de televisión Banu Güven también lo tiene claro: “Que sean procesados en un caso golpista, es ilógico simplemente. Absurdo porque tanto Sik como Sener investigaban la propia trama golpista”, afirma.  “Están siendo procesados porque han sido críticos con determinadas estructuras dentro del cuerpo policial”, añade esta periodista que mandó una carta abierta al Primer Ministro protestando contra la creciente autocensura en los medios turcos después de ser expulsada en la cadena NTV.

El nombre de Güven está incluido en la lista de 125 personas que en la contraportada constan  como escritores del libro en señal de solidaridad. La enumeración se lee como un “quién es quién” de la inteligencia liberal en Turquía.

 “Si lo tocas te quemas” estará la primera semana de diciembre, por fin, en las librerías.

 

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