El aferro de Chávez al poder dependerá de su capacidad de reconvertir su revolución social para hacerla económica y políticamente sostenible, pero eso solo lo logrará atrayendo inversión extranjera.
Artículo: Escenarios postelectorales en Venezuela

Los venezolanos de forma abrumadora han otorgado otros seis años de mandato al presidente Hugo Chávez –para muchos a expensas de la libertad y de más clientelismo, pero para la mayoría para alargar un largo proceso de devolución económica (devolviendo recursos económicos a los ciudadanos, normalmente a través de servicios públicos) y de populismo socialista (¿o socialismo populista?).
Con más de 1 millón de votos y 10 puntos porcentuales de diferencia en las elecciones con la participación del 80% de la población, Chávez aplastó el desafío más importante a su aferro al poder personificado en el candidato de centro izquierda, Henrique Capriles.
La fractura interna del país es evidente. Ambos lados siguen enfrascados -aún tras la victoria chavista- en torno al futuro que le espera a uno de los exportadores de petróleo más grande del mundo.
Tras casi 14 años en el poder lo cierto es que el chavismo es un asunto interno, escuetamente regional, porque como fenómeno geopolítico pasó a ser irrelevante al principio de esta década.
Testimonio de lo anterior es que el sector petrolero –razón fundamental por la que las elecciones venezolanas son determinantes en asuntos extranjeros- fue indiferente a los resultados.
No hay pánico empresarial; los precios del petróleo bajaron en vez de subir como muchos esperaban y, ante todo, las advertencias de hecatombe económica hasta 2019 han sido ignoradas. Y es que a pesar de que la evolución política de Venezuela (y en menor medida de Sudamérica) será diametralmente distinta con Chávez que con Capriles, no se anticipaban cambios drásticos en la economía ni en el sector energético por extensión.
Más allá de la política
Capriles no es de la élite ultraderechista, neoliberal, ni adinerada que Chávez critica a menudo, sino un profeso admirador del modelo económico de Lula da Silva, que combina la economía de mercado libre con inversión social y devolución económica. Proponía extender muchos de los avances sociales sin recurrir a extremos políticos y demagógicos, lo cual seguramente se hubiera traducido en reformas de mercado, restitución de las instituciones democráticas y de la libertad civil, y un giro drástico en la diplomacia para realinear el país con el liderazgo regional de Brasil.
Pero Chávez, a quien le han extirpado dos tumores malignos y quien sigue sometido a radioterapia, está obligado a hacer lo mismo que Capriles prometía hacia afuera, aunque internamente su revolución socialista se consolide.
Desde la costosa recesión venezolana de 2010 y coincidiendo con su lucha contra el cáncer, Chávez viene exhibiendo su lado más capitalista a inversionistas extranjeros y acreedores, y menos beligerancia geopolítica a sus vecinos. De hecho, el giro diplomático con Colombia ha sido instrumental en la estabilidad regional y ...
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