El empresario ruso Víktor Bout ha amasado una fortuna siendo el cartero más eficiente del mundo, capaz de entregar cualquier tipo de mercancía, sobre todo armas ilegales, en cualquier lugar del planeta. ¿Cómo ha logrado tejer su intrincada red clandestina? Aprovechándose de las fisuras de la anárquica globalización.
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En muchos sentidos, Víktor Bout es un empresario multinacional, prototípico de la era moderna. Es listo, ambicioso y tiene sentido común. Se le dan bien los números, habla varias lenguas y sabe cómo aprovechar las oportunidades cuando se le presentan. Según quienes lo han conocido, es educado, profesional y modesto. No se le conoce afiliación política. Adora a su familia. Ha dado de comer a los pobres. Y, trabajando duro, se ha convertido en un hombre extraordinariamente rico. Durante la pasada década, gracias a su perspicacia para los negocios, Bout ganó cientos de millones de euros. ¿Haciendo qué? Sus antiguos colegas le describen como un cartero, capaz de entregar cualquier paquete en cualquier parte del planeta.
No llega a los 40, pero este ciudadano ruso es el traficante de armas más famoso del mundo. Ha logrado sacar partido de la anarquía de la globalización para comercializar productos, por lo general ilegales. Es un hombre buscado: requerido por quienes necesitan un pequeño arsenal militar y perseguido por la ley. Los traficantes llevan mucho tiempo inundando el Tercer Mundo de fusiles AK-47, lanzagranadas, balas y minas terrestres. Pero, a diferencia de sus rivales, que tienden a cubrir pequeños territorios regionales, los aviones de Bout han descargado sus característicos embalajes verde militar desde las pistas de aterrizaje de la jungla del Congo a las inhóspitas laderas de Afganistán. A través de un laberinto de intermediarios, empresas de transporte, financieros y fabricantes de armas, tanto legales como ilegales, ha hecho llegar a cuatro continentes todo tipo de mercancías, desde flores recién cortadas, aves de corral congeladas y cascos azules hasta rifles de asalto y misiles tierra-aire.
Su lista de clientes de armas es interminable. En los 90, era amigo y proveedor del legendario Ahmed Massud, líder de la Alianza del Norte en Afganistán, y al mismo tiempo vendía armas y aviones a sus enemigos talibanes. Su flota voló para el Gobierno de Angola, así como para los rebeldes de UNITA. Envió una aeronave para rescatar a Mobutu Sese Seko, el achacoso y corrupto presidente de Zaire (actual República Democrática del Congo), aunque había suministrado armas a los rebeldes que estaban cercando el último bastión del dictador. Ha prestado sus servicios a Charles Taylor en Liberia, a las FARC y a Gaddafi. Pero sus clientes no son sólo líderes corruptos del Tercer Mundo. También ha transportado toneladas de mercancías legales, lo que incluye incontables misiones para Naciones Unidas a las mismas zonas a las que suministró las armas que habían desatado las catástrofes humanas. El Pentágono y sus contratistas en Irak y Afganistán le han pagado millones de euros por llevar a cabo con sus aviones cientos de misiones de apoyo ...
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