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La demografía no es el destino, como algunos sostienen a veces. El ser humano podría desaparecer a causa de una plaga o un asteroide o sufrir una transformación producida una nueva tecnología. Pero pase lo que pase, los patrones actuales de fertilidad, migraciones y mortalidad determinan de un modo esencial hasta qué punto cambiará la sociedad, o cuánto puede cambiar, durante muchas generaciones.

Lo que nos dice la demografía es esto: la población humana seguirá creciendo, aunque de forma muy diferente al pasado. La previsión media más reciente de la ONU prevé que aumentará hasta 8.000 millones de personas en 2025, y 10.100 millones a finales de siglo.

Hasta hace poco, ese crecimiento demográfico se explicaba sobre todo por un aumento del número de jóvenes. Entre 1950 y 1990, por ejemplo, el aumento de la población menor de 30 años representó mucho más de la mitad del crecimiento demográfico mundial, mientras que sólo el 12% se debía a incrementos en las franjas de edad mayores de 60.

Pero en el futuro va a ser exactamente al contrario. Naciones Unidas prevé que durante los próximos 40 años más de la mitad (58%) del crecimiento demográfico procederá de aumentos de la población mayor de 60 años, mientras sólo un 6% provendrá de incrementos por debajo de 30 años. La ONU prevé que en 2025, el número de niños menores de 5 años, ya en declive en los países más desarrollados, irá en retroceso de forma global, incluso contando con que se produzca  un repunte sustancial de las tasas de natalidad en el mundo en desarrollo. Un tsunami gris barrerá el planeta.

¿Qué países envejecerán con más rapidez en 2025? No serán los de Europa, donde las tasas de natalidad cayeron relativamente despacio y ahora muestran algunos signos de recuperación. Serán lugares como Irán y México, que sufrieron un boom en el número de jóvenes que fue seguido rápidamente por una caída de las tasas de natalidad. En sólo 35 años, Irán y México tendrán un porcentaje de población mayor de 60 años que el actual de Francia. Otros lugares con índices de natalidad por debajo de tasa de sustitución son, además de la Vieja Europa, países en desarrollo como Brasil, Chile, China, Líbano, Túnez, Corea del Sur y Vietnam.

Debido al fenómeno de hiperenvejecimiento en el mundo en desarrollo, otra gran variable también está cambiando ya: la emigración. Por ejemplo, en 2001 en México, había 434.000 niños de 4 años menos que en 1996. ¿El resultado? El impulso demográfico que alimentó enormes flujos de migración mexicana a Estados Unidos ha decaído y decaerá mucho más en el futuro. El flujo neto de inmigración ilegal de mexicanos a EE UU se ha reducido a un goteo. Con menos niños que mantener y todavía sin la carga de una enorme oleada de ancianos, la economía mexicana está funcionando mucho mejor que en el pasado, dando a las personas menos motivos para marcharse. En el año 2025, a los jóvenes de ambos lados de la frontera les costará comprender por qué la generación de sus padres construyó ese enorme muro.

A pesar de estas tendencias, la conclusión que la mayoría de la gente saca a partir de su vida diaria es que la superpoblación es un problema grave; Una razón es que más de la mitad de la población mundial está concentrada en zonas urbanas. El alto coste de criar hijos en las megaciudades es uno de los principales motivos por los que las tasas de natalidad mundiales siguen disminuyendo, y sin embargo, la urbanización hace más difícil que la mayoría comprenda la tendencia hacia la despoblación. Si la tendencia a la baja en las tasas de natalidad no se modera y se estabiliza del modo que predice la ONU, el mundo entero podría estar perdiendo población a mitad de este siglo. Y sin embargo, pocas personas verán venir ese punto de inflexión, mientras los seres humanos sigan amontonándose en zonas urbanas y aumentando su consumo de casi todo.

Otra megatendencia relacionada con esta es el rápido cambio de tamaño, estructura y naturaleza de la familia. En muchos países, como Alemania, Japón, Rusia y Corea del Sur, las familias con un solo hijo se han convertido en la norma. Esta tendencia crea una sociedad en la que no sólo la mayoría de la gente no tiene hermanos, sino tampoco tías, tíos, primos, sobrinas o sobrinos. Muchos carecen de hijos también. Hoy en día, una de cada cinco personas de los países occidentales avanzados, incluido Estados Unidos, no tiene hijos. Así, gran parte de la población mundial no tendrá más parientes biológicos que sus padres.

Incluso allí donde siguen naciendo niños, se están criando en condiciones totalmente diferentes debido a que todos los países, uno tras otro, han sufrido un aumento de las cifras de divorcio y de nacimientos fuera de matrimonio y a que el porcentaje de niños que viven con el matrimonio formado por sus dos progenitores ha caído bruscamente. Por ello no sólo se va a reducir la cantidad de niños del planeta, sino que con las tendencias actuales, casi la mayoría de ellos se criarán de maneras que hoy todavía se asocian con consecuencias vitales negativas.

¿Hay signos de que alguna de estas tendencias vaya a invertirse antes de 2025? Sólo unos pocos. Se prevé que el porcentaje de población mundial criada en hogares religiosos va a aumentar, aunque sólo porque los militantes fundamentalistas, tanto cristianos como judíos o musulmanes, tienden a tener bastantes más hijos que los no religiosos. Además hay muchas vías -desde una mayor automatización al retraso de la jubilación, pasando por la reforma sanitaria o la concesión de ‘bonos bebé’- para lograr que las sociedades se adapten, al menos de forma parcial, a este cambio de la marea en la demografía mundial.

Pero no cuente con ello. Para hacer tal cantidad de cambios habría que lograr que la gente en general comprendiera la gran paradoja del siglo: el planeta puede estar saturándose, pero la mayor parte de esta nueva población está formado por personas que ya han nacido. Así que prepárese para un planeta que estará mucho más abarrotado…de ancianos.

 

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