Es la fuerza política más poderosa del mundo, e ignorarla saldrá caro.

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¿Cuál es la fuerza política más poderosa del mundo? Algunos podrían pensar que el mercado de valores. Otros podrían indicar el resurgimiento de la religión, o el progreso de la democracia o de los derechos humanos. O tal vez es la tecnología digital, simbolizada en Internet y todo lo que le acompaña. O quizá piensen que son las armas nucleares y los múltiples efectos que tienen en el pensamiento de los Estados sobre la seguridad y el uso de la fuerza.

Todos ellos son dignos candidatos (sin duda, cada lector tendrá sus preferidos), pero mi opinión personal es que la mayor fuerza del mundo es el nacionalismo. La convicción de que la humanidad está compuesta por muchas culturas diferentes –es decir, grupos que comparten una lengua común, símbolos y un relato sobre su pasado (siempre interesado y lleno de mitos–, y de que cada uno de esos grupos debería tener su propio Estado, ha sido una fuerza casi omnipotente en el planeta durante los dos últimos siglos.

Fue el nacionalismo lo que afianzó a la mayoría de las potencias europeas en la era moderna y las transformó de Estados dinásticos en naciones-Estado, y fue la difusión de la ideología nacionalista lo que contribuyó a destruir los imperios británico, francés, otomano, holandés, portugués, austrohúngaro y ruso/soviético. El nacionalismo es la principal razón por la que la ONU ha pasado de tener 51 miembros inmediatamente después de su fundación, en 1945, a casi 200 en la actualidad. Es la razón por la que los sionistas quisieron un Estado para el pueblo judío y por la que los palestinos desean un Estado propio hoy. Es lo que permitió a los vietnamitas derrotar a los Ejércitos francés y estadounidense durante la guerra fría. Es también el motivo por el que los kurdos y los chechenos siguen aspirando a ser Estados, por el que los escoceses han presionado para tener más autonomía dentro del Reino Unido y por el que hoy contamos con una República de Sudán del Sur.

Comprender el poder del nacionalismo nos  ayuda también a entender mejor lo que sucede hoy en la UE. Durante la guerra fría, la integración europea floreció porque se produjo dentro de la burbuja creada por la protección de Estados Unidos. Hoy, sin embargo, EE UU está perdiendo interés en la seguridad del Viejo Continente, existen pocas amenazas externas contra los europeos y el proyecto de la UE sufre las consecuencias de haber hecho una ampliación excesiva y haberse extralimitado con la creación de una desacertada unión monetaria. Como consecuencia, estamos asistiendo a una renacionalización gradual de la política exterior europea, alimentada en parte por unas preferencias económicas incompatibles y en parte por el temor constante a que estén en peligro las identidades locales (es decir, nacionales). Cuando los daneses se preocupan por el islam, los catalanes exigen autonomía, los flamencos y valones se pelean en ...