Sayonara, yen. En 2025, el renminbi, el dólar y el euro controlarán el sistema internacional de divisas.
La historia suele repetirse de forma curiosa en el escenario internacional, no solo en cuanto a los ciclos económicos, sino también en la erupción de acontecimientos mundiales de gran trascendencia. En los años 30 del siglo XX, el sistema monetario mundial lo dominaban tres potencias –Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos—cuyas monedas, junto con el oro, constituían los principales activos internacionales de reserva. En los 80, el dólar, el marco alemán y el yen japonés eran los amos del sistema monetario internacional. Aunque, desde entonces, el billete verde se ha convertido indiscutiblemente en la divisa principal, incluso en plena crisis financiera mundial, ahora nos encontramos con que en el horizonte se otea otra repetición del triunvirato de monedas mundiales. En 2025, es muy posible que reine un sistema centrado en el dólar, el euro y el renminbi.
Se puede hablar mucho de por qué son tan pocas las monedas nacionales que han dominado la jerarquía internacional de divisas en la historia y de lo que cuentan el poder económico y la influencia política de un país para elevar la categoría de su divisa. Y, desde luego, existe un debate sobre el futuro del euro, con la profunda crisis de la deuda que atenaza en la actualidad a los Estados de la eurozona que tienen préstamos que devolver. Sin embargo, es evidente que lo más importante al examinar el nuevo sistema monetario de múltiples divisas es la internacionalización del renminbi, y cómo va a alterar el panorama monetario internacional y la dinámica de la relación económica bilateral entre Estados Unidos y China.
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AFP/Getty Images |
Informe especial de FP: EL FUTURO DEL DINERO |
¿Qué hace falta para que una nueva moneda adquiera dimensión internacional? Para empezar, debe ser capaz de atraer a actores extranjeros, tanto oficiales como privados, que lleven a cabo transacciones comerciales, inversoras y financieras transnacionales. Además, una divisa internacional debe desempeñar las funciones habituales del dinero –ser la base para facturar las transacciones comerciales, asegurar los tipos de cambio, servir de denominación para las reclamaciones globales y fijar las reservas oficiales— tanto en su propio país como en el mundo. Aunque una moneda puede cumplir esas funciones de forma consecutiva mientras va adquiriendo categoría mundial, el efecto colectivo de las cuatro facetas es lo que crea unas economías de escala que permiten disminuir los costes de las transacciones y hacer que se extienda el uso de la divisa. Y eso no sucede de la noche a la mañana: el uso que hace el sistema monetario internacional de cada moneda muestra una inercia considerable, lo cual explica por qué el dominio de unas cuantas divisas suele prolongarse años o decenios. La transformación del sistema monetario internacional tarda tiempo.
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