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Después de nueve años y dos presidentes en Estados Unidos, la guerra de Afganistán parece más difícil que nunca. Y, por si la lucha contra una insurgencia en plena metástasis y la tarea de mantener controlado al Gobierno de Kabul no fueran suficientes, el mero hecho de conseguir que lleguen suministros al país está empezando a ser un enorme problema.

La principal ruta de abastecimiento de la OTAN hasta Afganistán está cada vez más amenazada por los cierres de la frontera en el lado paquistaní y los ataques mortales de los talibanes, lo cual hace que las fuerzas internacionales tengan que depender más aún de la que Estados Unidos llama "Red de Distribución Norte" para reforzar a los 150.000 soldados que combaten. Pero esta vía, una serie de largas líneas de suministro que serpentean entre las montañas y los desiertos de Asia Central, plantea también sus problemas, poco tenidos en cuenta: disputas políticas, corrupción, malas infraestructuras y preocupaciones de seguridad, que siguen poniendo el abastecimiento en peligro, como ha demostrado 2010.

En abril, los suministros de la OTAN que se encontraban en el Centro de Tránsito de Manas, en Kirguizistán, se vieron detenidos por unos disturbios políticos, y en mayo por una disputa fiscal a propósito de la base. Pero ya antes de eso, el sistema daba señales de problemas. Los artículos que viajan por tren a través de Uzbekistán suelen experimentar un retraso de 20 días en la frontera uzbeco-afgana mientras esperan la inspección. (El Departamento de Defensa de EE UU explicó a Defense News en marzo que antes eran 30 días, pero las empresas de transporte aseguran que puede reducirse hasta siete con el soborno apropiado.)
Luego están las disputas políticas locales. En mayo, miles de vagones de tren que contenían combustible y alimentos muy necesarios para las tropas de la OTAN, fueron detenidos en la frontera entre Uzbekistán y Tayikistán por los ferrocarriles nacionales uzbecos. La compañía dijo que se trataba de problemas técnicos, pero casi todo el mundo sospecha que Tashkent estaba tratando de impedir que llegaran materiales de construcción a una central hidroeléctrica que está construyéndose en el lado tayiko y que los uzbecos creen que va a desviar agua de sus tierras de cultivo.

Incluso en épocas tranquilas, los embotellamientos son inevitables. Los camiones no tienen más remedio que apiñarse en el único puente que cruza el río Amu Darya, que separa Uzbekistán del norte de Afganistán, o utilizar una de las barcazas provisionales construidas por la OTAN. En junio, había 3.500 tanques de combustible languideciendo en la orilla uzbeca. Está construyéndose un nuevo puente para ferrocarril que no estará terminando hasta el año próximo, en el mejor de los casos.

Y eso, sin tener en cuenta el rápido deterioro de la seguridad en la región. El norte de Afganistán era una de las regiones más pacíficas del país. Pero los talibanes han aumentado su actividad en la zona, y los combatientes han secuestrado camiones de combustible que pasaban a la provincia de Kunduz. A los expertos les preocupa que los movimientos militantes islamistas de los Estados de Asia Central, cada vez más fuertes, empiecen a atacar también las rutas de abastecimiento.

Con un Pakistán inestable al este y un Irán hostil al oeste, los jefes de la OTAN no tienen más remedio que llegar a acuerdos con Rusia y los autócratas centroasiáticos para abrir la ruta del norte. La Casa Blanca ya está diciendo que la Red de Distribución Norte canaliza casi el 30% de los suministros que llegan por tierra a las tropas estadounidenses en Afganistán; el resto se lleva a cabo a través de Pakistán. Pero da la impresión de que el norte tal vez no es la respuesta.