La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El euro
Christopher Hitchens

La
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara

La monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El Partido
Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La monarquía
inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La polio
Julie Gerberding

La soberanía

Richard Haass

El anonimato

Esther Dyson

Los subsidios
agrícolas

Enrique Iglesias

Puede dar la impresión de que al Partido Comunista
Chino (PCCh) nunca le han ido mejor las cosas. Dentro del país,
no tiene a nadie que desafíe su autoridad. En el ámbito
internacional ya no se habla de que el gigante esté derrumbándose,
sino de que está en ascenso. Se afirma con frecuencia que los
diplomáticos
chinos que recorren el mundo dan mil vueltas a sus colegas europeos.
Sin embargo, existen fuerzas inexorables contra la supervivencia del
PCCh, y sus posibilidades de permanecer en el poder durante otros 30
años son mínimas.

Resulta significativo que
muchos altos cargos, incluso un gobernador, consulten habitualmente
con adivinos

Al final, es posible que caiga víctima de su propio milagro
económico
.
Su rechazo a establecer un Estado de Derecho y abstenerse de intervenir
en la economía puede retrasar su extraordinario crecimiento de
la última década. Pero, aunque sólo sea por discutir,
supongamos que China sigue igual. Otras tres décadas de avance
sólido (aunque sea a un ritmo del 5% anual, mucho más lento
que el actual) significarían una renta per
cápita
de unos
7.000 dólares (alrededor de 5.500 euros). Los profesionales, propietarios
particulares y esforzados capitalistas sumarán cientos de millones.
Si la historia sirve de orientación, será prácticamente
imposible que un régimen autoritario conserve el poder en una
sociedad moderna, mucho menos en una tan grande y avanzada como China.

Si el éxito económico no acaba con el partido único,
seguramente lo hará la corrupción. Los gobiernos que no
tienen limitaciones reales a su poder acaban siempre siendo sobornables
y codiciosos. Es lo que ocurre hoy en Pekín. La disciplina de
partido se ha desintegrado. La venta de nombramientos oficiales para
beneficio personal se ha generalizado. Los efectos acumulativos de la
corrupción oficial omnipresente pueden transformar una autocracia
en desarrollo en un régimen depredador. La experiencia de la Indonesia
del general Suharto indica que a ese tipo de regímenes les cuesta
convertir los índices elevados de avance económico en estabilidad
política. En el caso indonesio, ni siquiera 30 años de
crecimiento extraordinario fueron suficientes para salvar la dictadura.


ILUSTRACIONES: NENAD JAKESEVIC
PARA FP

Las autocracias en expansión económica contienen las semillas
de su propia destrucción, sobre todo porque carecen de la capacidad
y la legitimidad institucional para afrontar las crisis económicas.
En esta era posideológica, la única justificación
del partido para su monopolio político es su capacidad de mejorar
las vidas de los ciudadanos. La organización sigue propugnando,
en teoría, una amalgama de marxismo-leninismo y nacionalismo,
pero con poca credibilidad. Un partido gobernante sin valores fundamentales
no tiene atractivo de masas ni la capacidad de generarlo. Hasta sus propios
dirigentes se muestran cada vez más desilusionados, cínicos
y temerosos sobre el futuro del PCCh. Resulta significativo que muchos
de ellos, incluido el gobernador de una provincia, consulten habitualmente
con adivinos.

Una formación capaz de reinventarse y regenerarse podría
tal vez eludir estos peligros que le amenazan. Pero el PCCh está cada
vez más artrítico. En 2035 tendrá 114 años
de existencia y llevará 86 en el poder. Hoy día, el mundo
no tiene ningún régimen de partido único septuagenario,
y con buenos motivos.

Por supuesto, en las sociedades democráticas, las formaciones
políticas sufren grandes transformaciones sin cesar. Pero los
regímenes de partido único no cuentan con incentivos inherentes
para reconstruirse y tienen poca capacidad de corregir el rumbo. Las
tensiones se acumulan hasta que precipitan crisis más amplias.
El PCCh ya experimentó este ciclo en una ocasión, y la
Revolución Cultural estuvo a punto de destruirlo. Sólo
se recobró de aquel desastre, causado por él mismo, reinventándose
y adoptando una política anticomunista de reformas de mercado. ¿Será tan
afortunado la próxima vez? Si los adivinos son sinceros, tendrán
que decirles a los líderes chinos que el futuro no es nada prometedor.

 

El Partido Comunista Chino. Minxin
Pei

La
sacralidad de la vida

Peter Singer Los
partidos políticos

Fernando Henrique Cardoso El
euro

Christopher Hitchens

La
pasividad japonesa

Shintaro Ishihara

La
monogamia

Jacques Attali

La
jerarquía religiosa

Harvey Cox

El
Partido Comunista Chino

Minxin Pei

Los
coches contaminantes

John Browne

El
dominio público

Lawrence Lessig

Las
consultas de los médicos

Craig Mundie

La
monarquía inglesa

Felipe Fernández-Armesto

La
guerra contra las drogas

Peter Schwartz

La
procreación natural

Lee Kuan Yew

La
polio

Julie Gerberding

La
soberanía

Richard Haass

El
anonimato

Esther Dyson

Los
subsidios agrícolas

Enrique Iglesias

Puede dar la impresión de que al Partido Comunista
Chino (PCCh) nunca le han ido mejor las cosas. Dentro del país,
no tiene a nadie que desafíe su autoridad. En el ámbito
internacional ya no se habla de que el gigante esté derrumbándose,
sino de que está en ascenso. Se afirma con frecuencia que los
diplomáticos
chinos que recorren el mundo dan mil vueltas a sus colegas europeos.
Sin embargo, existen fuerzas inexorables contra la supervivencia del
PCCh, y sus posibilidades de permanecer en el poder durante otros 30
años son mínimas.

Resulta significativo que
muchos altos cargos, incluso un gobernador, consulten habitualmente
con adivinos

Al final, es posible que caiga víctima de su propio milagro
económico
.
Su rechazo a establecer un Estado de Derecho y abstenerse de intervenir
en la economía puede retrasar su extraordinario crecimiento de
la última década. Pero, aunque sólo sea por discutir,
supongamos que China sigue igual. Otras tres décadas de avance
sólido (aunque sea a un ritmo del 5% anual, mucho más lento
que el actual) significarían una renta per
cápita
de unos
7.000 dólares (alrededor de 5.500 euros). Los profesionales, propietarios
particulares y esforzados capitalistas sumarán cientos de millones.
Si la historia sirve de orientación, será prácticamente
imposible que un régimen autoritario conserve el poder en una
sociedad moderna, mucho menos en una tan grande y avanzada como China.

Si el éxito económico no acaba con el partido único,
seguramente lo hará la corrupción. Los gobiernos que no
tienen limitaciones reales a su poder acaban siempre siendo sobornables
y codiciosos. Es lo que ocurre hoy en Pekín. La disciplina de
partido se ha desintegrado. La venta de nombramientos oficiales para
beneficio personal se ha generalizado. Los efectos acumulativos de la
corrupción oficial omnipresente pueden transformar una autocracia
en desarrollo en un régimen depredador. La experiencia de la Indonesia
del general Suharto indica que a ese tipo de regímenes les cuesta
convertir los índices elevados de avance económico en estabilidad
política. En el caso indonesio, ni siquiera 30 años de
crecimiento extraordinario fueron suficientes para salvar la dictadura.


ILUSTRACIONES: NENAD JAKESEVIC
PARA FP

Las autocracias en expansión económica contienen las semillas
de su propia destrucción, sobre todo porque carecen de la capacidad
y la legitimidad institucional para afrontar las crisis económicas.
En esta era posideológica, la única justificación
del partido para su monopolio político es su capacidad de mejorar
las vidas de los ciudadanos. La organización sigue propugnando,
en teoría, una amalgama de marxismo-leninismo y nacionalismo,
pero con poca credibilidad. Un partido gobernante sin valores fundamentales
no tiene atractivo de masas ni la capacidad de generarlo. Hasta sus propios
dirigentes se muestran cada vez más desilusionados, cínicos
y temerosos sobre el futuro del PCCh. Resulta significativo que muchos
de ellos, incluido el gobernador de una provincia, consulten habitualmente
con adivinos.

Una formación capaz de reinventarse y regenerarse podría
tal vez eludir estos peligros que le amenazan. Pero el PCCh está cada
vez más artrítico. En 2035 tendrá 114 años
de existencia y llevará 86 en el poder. Hoy día, el mundo
no tiene ningún régimen de partido único septuagenario,
y con buenos motivos.

Por supuesto, en las sociedades democráticas, las formaciones
políticas sufren grandes transformaciones sin cesar. Pero los
regímenes de partido único no cuentan con incentivos inherentes
para reconstruirse y tienen poca capacidad de corregir el rumbo. Las
tensiones se acumulan hasta que precipitan crisis más amplias.
El PCCh ya experimentó este ciclo en una ocasión, y la
Revolución Cultural estuvo a punto de destruirlo. Sólo
se recobró de aquel desastre, causado por él mismo, reinventándose
y adoptando una política anticomunista de reformas de mercado. ¿Será tan
afortunado la próxima vez? Si los adivinos son sinceros, tendrán
que decirles a los líderes chinos que el futuro no es nada prometedor.

 

Minxin Pei es socio principal y
director del Programa de China en Carnegie Endowment for International Peace.