En su 90 aniversario, las incertidumbres se ciernen sobre el Partido Comunista Chino. Si quiere sobrevivir a la era de la globalización y las redes sociales tendrá una vez más que transformarse.

 

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EN IMÁGENES: UN REPASO A LOS 90 AÑOS DEL PARTIDO COMUNISTA CHINO

 

Las calles de Pekín llevan semanas adornadas con el número 90, que son los años que este mes cumple el Partido Comunista de China (PCCh), la institución política más poderosa del planeta. Con más de 80 millones de miembros (la misma población que tiene Alemania), el PCCh controla las empresas más poderosas de la segunda economía del mundo y lidera el país más poblado del globo. En sus manos ya no está sólo el destino de la nación china, sino de todo el planeta.

Sin embargo, a pesar de los logros económicos de las últimas décadas, el Partido Comunista de China está rodeado de incertidumbres. Si bien desde fuera el país podría considerarse una superpotencia capaz de sortear todas las crisis (la última de ellas la de 2008), desde dentro el Gobierno es cada vez más consciente de los nuevos retos a los que se enfrenta en el siglo XXI. La vitalidad de Internet, el surgimiento de nuevos poderes económicos, la falta de una ideología capaz de seducir a los ciudadanos, el estancamiento del actual modelo de desarrollo y la próxima sucesión en el poder en 2012-2013 han creado una gran inseguridad en el seno del Partido.

Para empezar, la fuente de su actual legitimidad, que reside en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, se ha puesto en duda en los últimos meses. Aunque el Producto Interior Bruto no ha dejado de crecer de forma espectacular, la inflación, el disparatado precio de la vivienda y las diferencias entre ricos y pobres están generando un descontento entre la población que en los últimos meses ha explotado en varias regiones. Si el PCCh no consigue frenar la corrupción en sus filas y reducir las desigualdades, el sentimiento de frustración seguirá creciendo entre la mayoría de ciudadanos que no puede alcanzar el sueño chino que ve por televisión.

Por encima de estas consideraciones económicas, muchos en China piensan que las instituciones gubernamentales se han quedado obsoletas en el mundo moderno. Internet y la globalización han cambiado el planeta y al gigante asiático, y al igual que ha pasado en muchos países árabes o incluso europeos, existe cada vez una mayor brecha entre gobierno y ciudadanos. El propio presidente chino, Hu Jintao, hizo énfasis en su discurso conmemorativo del nonagésimo aniversario en que las raíces de muchos de los errores del Partido habían estado en su falta de conexión con la realidad. El actual inmovilismo del PCCh no encaja demasiado bien con el dinamismo de la sociedad china.

Para llenar el actual vacío ideológico, otro grupo de políticos ha defendido en los últimos años una especie de vuelta sentimental al maoísmo

Aunque no se habla abiertamente de una democratización (actualmente fuera de la agenda política), diferentes intelectuales, periodistas e incluso políticos de primer orden (entre ellos el primer ministro Wen Jiabao), han defendido en los últimos años una mayor apertura del régimen. Uno de los académicos que con más ahínco pide reformas es Yu Jianrong, un investigador de la Academia de Ciencias Sociales que no deja de defender un mayor control sobre el gobierno y el respeto a la ley para acabar con la corrupción y defender a los más desfavorecidos, especialmente a los campesinos.

Muchos expertos también piensan que son necesarios cambios estructurales para que el país pueda seguir avanzando económicamente. El gran reto de China es abandonar el actual modelo de crecimiento basado en las exportaciones y la mano de obra barata para conseguir una economía con mayor valor añadido y empresas competitivas a escala global. O, como se suele decir, pasar del made in China al invented in China. Hu Shuli, una de las periodistas económicas más famosas del país, no deja de repetir en su nuevo grupo mediático, Caixin, que sin cambios estructurales (políticos, culturales, legales, etc.) el país se puede quedar atrapado en su actual nivel de desarrollo.

Todas estas dudas que se ciercen sobre el PCCh se han intensificado debido a la falta de un sostén ideológico que aglutine a la población. Desde que en 1978 el Partido comenzara a abandonar en la práctica las teorías marxistas, éste se ha quedado desnudo sin un armazón de principios que pueda convencer a la población. La reciente solución ha sido promover un nacionalismo chino que el Partido Comunista pueda liderar, y aunque esto se ha conseguido parcialmente, también se ha convertido en un arma de doble filo que podría volverse contra el PCCh.

Para llenar el actual vacío ideológico, otro grupo de políticos ha defendido en los últimos años una especie de vuelta sentimental al maoísmo. Entre los líderes más destacados de esta tendencia está Bo Xilai, hijo del histórico dirigente Bo Yibo y actual secretario de Chongqing, quien ha organizado campañas multitudinarias para recuperar las canciones y películas rojas de los 50 y 60. A esta tendencia se han sumado también otros hijos de revolucionarios chinos, que forman un influyente grupo dentro del PCCh y podrían buscar una vuelta a los principios marxistas del Partido. Aunque es probable que estos movimientos sólo sean intentos populistas por ascender en el poder, la previsible llegada en 2013 a la presidencia de Xi Jinping, que forma parte de esta misma facción, podría provocar una vuelta a los valores comunistas como solución para llenar el actual vacío moral del Partido.

A sus 90 años, el PCCh se ve una vez más en la obligación de transformarse. En todo este tiempo,  el Partido Comunista de China ha pasado de promover la revolución y la igualdad social a defender la estabilidad, el estatus quo y el desarrollo económico. Si en sus orígenes atacó a burgueses y empresarios, en la actualidad éstos son sus principales defensores. Aunque conquistó el poder gracias al apoyo del campo, hoy en día su sostén está en las ciudades más ricas. En los actuales tiempos de confusión y redes sociales, el PCCh tendrá que transformarse una vez más si quiere sobrevivir.

 

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