¿Está cambiando la política exterior de EE UU hacia sus vecinos del sur?

Entrevista: El viaje de Obama a Amércia Latina

 

La fotografía ha cambiado mucho. En positivo. Del blanco y negro, al color. De un mundo dividido en dos por la guerra fría, a otro multipolar. De una América Latina estrangulada por los regímenes autoritarios, a la actual estabilidad política. De las relaciones caracterizadas por la intervención y el paternalismo, al pragmatismo económico del libre mercado. Este año se cumplen 50 desde que el presidente John F. Kennedy anunciara la Alianza para el Progreso, el programa estadounidense de auxilio económico a países latinoamericanos que escondía un intento de que la chispa de la revolución comunista cubana, no se convirtiera en un incendio en el continente.

En la actualidad, el presidente Barack Obama ha elegido la efeméride para realizar su primera gira oficial a la región, pero el país que dirige ya no es el mismo que era hace medio siglo. La población latina hace 50 años representaba menos del 8% del total. En la actualidad, según datos de la Oficina del Censo de EE UU, 16 de cada 100 estadounidenses proceden de Hispanoamérica.

Ahora el gigante americano necesita de sus vecinos para seguir creciendo

El portavoz de la Casa Blanca ha asegurado que el presidente se desplazará en marzo a Brasil, Chile y El Salvador para discutir sobre economía y seguridad, temas sin duda prioritarios en la agenda de cualquier mandatario estadounidense. Según algunos analistas, Obama va a América Latina a vender las bondades de la democracia y el libre mercado, pero con un ojo puesto en la política doméstica. Para la economía de EE UU, aún sacudida por la crisis económica y el desempleo (de un 9%, muy por encima de los ratios habituales de entre 4 y 5 %), estrechar lazos comerciales con Brasil y Chile (dos mercados internos débiles comparados con otras economías mundiales, pero en indudable crecimiento) es fundamental. El Salvador juega otro papel más inconfesable para un político: el de un electorado, el latino, que goza de gran influencia y que podría ser clave en la reelección de Obama. No en vano, la salvadoreña es la segunda comunidad inmigrante más numerosa, tras la mexicana. Pero si hay tanto en juego, ¿por qué ha pasado desapercibida América Latina en estos dos años de presidencia?

De los 34 viajes realizados por Obama, solo tres han tenido lugar bajo la frontera sur de su país: dos a México y uno a Trinidad y Tobago. En total, menos de 72 horas. La respuesta a la cuestión, paradójicamente, reside en la economía y la seguridad. EE UU tiene en el centro de su radar de política exterior a países que suponen una amenaza política y a sus socios económicos. Con la excepción de México, Latinoamérica no está en ninguno de esos dos grupos. El comercio con sus vecinos de continente es todavía muy limitado: Brasil solo supone un 3% del total y Chile un 1%. Y, salvo por los regímenes populistas de Venezuela y Bolivia, la Administración estadounidense no teme por sus intereses.

Ahora es el gigante americano quien necesita de sus vecinos para seguir creciendo. Obama lo dejó claro en la Cumbre de las Américas, durante la que dijo querer construir “una relación de tú a tú, basada en la igualdad; en la que no haya un socio pequeño y uno grande”. El respeto es mutuo. El actual Gobierno estadounidense disfruta de gran estima entre los líderes del continente, el que no tenía el de su predecesor, George W. Bush.

Con el paso del tiempo, EE UU y América Latina se ven a sí mismos más favorecidos en la fotografía. Y sin embargo, Obama ha tardado más de dos años en tomársela. Quizá sea porque en Washington se sigue dando a esa instantánea un significado más simbólico que real.

 

 

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