El autor y columnista Thomas Friedman habla sobre las perforaciones marinas, su nuevo libro –Caliente, plano y superpoblado: por qué necesitamos una revolución verde y cómo puede regenerar Estados Unidos– y la necesidad de una burbuja de energía verde.

 

Foreign Policy: En su discurso ante la Convención Demócrata, el candidato a la presidencia de Estados Unidos, el senador Barack Obama, prometió que “de aquí a 10 años, acabaremos por fin con nuestra dependencia del petróleo de Oriente Medio”. ¿Eso es posible? ¿Alguna de las personas con las que habla usted cree que es factible?

Thomas Friedman: Bueno, si se refiere sólo a las importaciones de petróleo de Oriente Medio, creo que es posible. No sé exactamente cómo querría llegar él a eso, pero me parece que es un objetivo alcanzable, si está hablando del porcentaje del crudo [estadounidense] que procede de esa zona.

FP: ¿Y qué me dice de las perforaciones? El candidato presidencial republicano, el senador John McCain, su compañera de candidatura, la gobernadora Sarah Palin, y el presidente George W. Bush están insinuando que la relajación de las restricciones ambientales sobre las perforaciones es la forma de promover la independencia energética.

Lea el número de FP EDICIÓN ESPAÑOLA de junio/julio de 2006, en el que Thomas Friedman analiza La primera ley de la petropolítica.

TF: Francamente, me parece una tontería. Nadie cree que frente a las costas [de EE UU] haya suficiente petróleo, a corto e incluso a largo plazo, para asegurarnos la independencia energética. Es una estrategia equivocada, porque, en un mundo caliente, plano y superpoblado, los combustibles fósiles -y especialmente el crudo- van a ser caros y a agotarse. Por consiguiente, habría que centrarse en la próxima gran industria mundial: la tecnología de energías limpias. Cuando oigo a McCain dar golpes en la mesa pidiendo “pozos, pozos, pozos”, me recuerda a alguien que exigiera a golpes máquinas de escribir eléctricas en vísperas de la revolución de la tecnología de la información.

Que conste que no estoy en contra de las perforaciones marinas, porque creo que la tecnología y la seguridad han mejorado muchísimo respecto a los 70, 80 e incluso 90. A lo que sí me opongo es a convertirlas en el elemento central de nuestra política energética. Si lo que dijera McCain fuese “Vamos a perforar, pero vamos a hacer también todos los esfuerzos posibles para innovar la próxima generación de tecnologías de energías limpias”, yo respondería: “Tienes toda la razón, amigo”.

FP: Su nuevo libro se titula Hot, Flat, and Crowded: Why We Need a Green Revolution and How It Can Renew America (Caliente, plano y superpoblado: por qué necesitamos una revolución verde y cómo puede regenerar Estados Unidos). ¿Qué quiere decir con “revolución verde” y cómo se llega a ella?

TF: La revolución verde es cómo producir electrones abundantes, baratos, limpios y fiables, que son la respuesta a los grandes problemas que afrontamos hoy en el planeta. Creo que hay que destacar cinco problemas, todos ellos relacionados entre sí: oferta y demanda de energía y recursos, dictaduras del petróleo, cambio climático, pérdida de biodiversidad y pobreza energética. La búsqueda y el descubrimiento de una fuente de electrones de ese tipo será la próxima gran industria mundial. Y, en mi opinión, el país que organice una revolución para encabezarla será un Estado donde su nivel de vida, su respeto en el mundo, su aire, su capacidad de innovación y su seguridad nacional mejorarán. De eso habla este libro.

Quiero una burbuja de energía verde. Quiero a mucha gente que invierta dinero a lo loco en cada idea, en cada garaje, que tengamos a 100.000 personas probando 100.000 cosas, cinco de las cuales tal vez sirvan y dos quizá sean el próximo Google verde. Pero no quiero un Proyecto Manhattan con doce personas encerradas en Los Álamos. Quiero que sea como la revolución de las tecnologías de la información, cuando todo el mundo se hizo programador. Salvo que, en este caso, se trata de que todo el planeta se haga innovador verde. Lo que la TI [tecnología de la información] fue para los 80 y 90, lo será la TE, la tecnología de la energía, para los primeros años del siglo XXI.

FP: ¿Qué condiciones faltan que ayudarían a crear esa burbuja?

TF: Tres cosas. Una es el precio del carbono, una etiqueta fija y duradera que diga: “El carbono va a costar siempre esto”. Usemos un ejemplo fácil: ponemos un límite al precio del crudo que señale: “El petróleo no va a caer nunca por debajo de los 110 dólares el barril. Si lo hace, subiremos los impuestos”.

La segunda, tenemos que cambiar nuestra relación con las empresas de electricidad y gas natural. Mi padre tenía razón cuando entraba en mi habitación y decía: “¿Es que tienes acciones en la compañía eléctrica?” Estaba en lo cierto, porque, cuanto más rato se tienen encendidas las luces, más dinero ganaba la empresa. Y hay que cambiar esa relación -ya se está haciendo en California- para que las compañías cobren por la energía que nos ayudan a ahorrar, no por la que nos ayudan a consumir.

Y tercera, necesitamos una norma [en EE UU] de energías renovables que diga a cada empresa de servicios: “De aquí a 2025 tienen que producir el 30% de su electricidad a partir de energías renovables: eólica, solar, biomasa, hídrica, lo que sea”.

FP: En su libro, muestra lo que es vivir en el año “20 ECE”, el año 20 de la era del clima y la energía. Todo el mundo tiene lo que llama una “SBB” (smart black box), una caja negra inteligente conectada a su suministro eléctrico y, por supuesto, a su iPod. Y conduce una “RESU” (rolling energy storage unit), una unidad de almacenamiento energético rodante, que es otra forma de denominar al coche. ¿Qué pretende trazando este panorama?

TF: Dar a la gente una impresión de cómo funcionaría todo esto como sistema, porque, si no hay un sistema, no hay una solución. Se acaba teniendo etanol procedente de maíz en Iowa.

Un sistema es lo único que permite a la gente normal hacer cosas extraordinarias. Y, si ella no puede hacer cosas extraordinarias, no tenemos ninguna posibilidad de alcanzar la dimensión necesaria para abordar este problema. Si tengo que depender de enseñarle las veinte cosas verdes que hay que hacer todos los días, olvidémonos de todo. Necesitamos un sistema que haga que, al entrar en una habitación, las luces se enciendan de forma automática y, al salir, se apaguen del mismo modo. Eso es un sistema: no hay que pensar en nada.

No es sólo salvar a tres generaciones del cambio climático. Se trata también de aprovechar la mayor oportunidad económica que ha surgido en mucho, mucho tiempo.

Todas las tecnologías que describo en ese capítulo del libro ya han sido creadas. Simplemente no existen a la velocidad, el alcance, la dimensión y el precio necesarios. Jeff Wacker, de EDS Systems, que es un futurista, lo expresa mejor: “El futuro está ya aquí, amigos. El problema es que no se ha extendido lo suficiente”.

FP: Usted estuvo en China durante los Juegos Olímpicos y sé que ha estado otras muchas veces allí. ¿Cree que Pekín habla en serio cuando dice que va a volverse verde? ¿Tendrá una revolución verde antes que Estados Unidos?

TF: Siempre que voy a China, como cuento en el libro, me sorprende que la gente hable con más facilidad y respire con más dificultad. A medida que crece el país, se integra más en el mundo, mejora el nivel de vida y las personas puede moverse más y tener mayor libertad personal. No quiero exagerar, pero es evidente que es un lugar más abierto.

Hablan con más facilidad, pero respiran con más dificultad. Y ahí hay una verdadera tensión. En este momento, si usted me dice: “Tom, la instantánea. ¿En qué punto está China? ¿Qué prefieren, más crecimiento o menos contaminación”, ellos dirán que más crecimiento. Fíjese en lo que pasó después de los Juegos. Limpiaron Pekín durante dos semanas [antes de la inaguración] a base de cerrar fábricas y limitar el tráfico. Pero, en cuanto se acabaron, volvieron al viejo sistema.

Ahora bien, también tenemos una transición. Se está produciendo el nacimiento de empresas de energía eólica y solar en China, de modo que ven las posibilidades de mercado. Y estamos viendo el aumento de la conciencia ecológica. La inercia y el impulso del viejo sistema del PIB puro son mucho más fuertes que el sistema del PIB verde, pero ya existe rivalidad entre los dos.

China se esconde detrás de Estados Unidos, dice: “Si los estadounidenses no lo hacen, ¿por qué vamos a hacerlo nosotros?” Cuando EE UU dé un paso los chinos lo darán, porque somos quienes definimos la modernidad para ellos. Nos han copiado en todo: nuestras carreteras, nuestros coches, todo. Y, cuando cambiemos, cambiarán.

FP: Con el momento escogido para publicar este libro es evidente que aspira a introducir sus ideas en el debate político. ¿Qué cree que los votantes poco informados -gente apolítica que quizá no lea su obra- podrán extraer de la discusión? ¿Qué piensa que les acabará llegando a esas personas?

TF: El increíble sentimiento de la oportunidad ante la que nos encontramos. No consiste únicamente en salvar a los osos polares. No es sólo salvar a tres generaciones del cambio climático. Se trata también de aprovechar la mayor oportunidad económica que ha surgido en mucho, mucho tiempo.

Es como entrenarse para el triatlón olímpico. Si uno se clasifica para los Juegos, y compite y hace las tres pruebas, puede que gane. Pero, aunque no lo logre, aunque llegue segundo o tercero, estará mucho más en forma, mucho más fuerte, mucho más sano, será mucho más respetado y estará mucho más seguro de sí mismo. ¿Qué es lo que no se entiende de eso? ¿Por qué no íbamos a querer competir en esta carrera?

 

Thomas Friedman, ganador de un premio Pulitzer, es periodista, escribe para The New York Times y es autor de Hot, Flat, and Crowded: Why We Need a Green Revolution and How It Can Renew America (Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2008).

 

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