China vive su segunda revolución
cultural y esta vez es de verdad.
Actrices como Zhang Ziyi, películas como Hero o La casa
de las dagas voladoras, la moda de
la medicina tradicional y el éxito
de técnicas milenarias como las artes marciales y la acupuntura han
lanzado al Imperio del Centro a la
conquista de Occidente. Más de 30 millones de personas estudian ya el
idioma chino en todo el mundo y
para 2020 se prevé que el gigante asiático se convierta en el
primer destino turístico del planeta. Éste es
el creciente poder blando de la China moderna.
![]() Fotograma de Hero, dirigida por Zhang Yimou. |
China cae bien. A pesar de sus limitaciones, el gigante
asiático es elogiado como modelo de responsabilidad y liderazgo internacional, desde
Bruselas a Brasilia. Sus políticas, su idioma y su cultura gozan de
una popularidad sin precedentes. Está ganando amigos incluso en países
orientados tradicionalmente hacia EE UU. En Australia, el 69% de los entrevistados
en una reciente encuesta del Instituto Lowy, un think
tank de Sydney, expresan "sentimientos
positivos" hacia China, mientras que sólo un 58% muestra actitudes
favorables a Estados Unidos, su más firme aliado. Hasta ahora, el poder
blando (el uso de la atracción y la persuasión, en lugar de la
coerción o poder duro, para conseguir los resultados que se desean,
según el politólogo estadounidense Joseph Nye) se ha asociado
con la habilidad de EE UU de seducir al mundo a través del glamour de
Hollywood, la gracia de Disney y el atractivo del sueño americano. Hace
15 años, cuando Nye introdujo el concepto, habría resultado absurdo
pensar que la cultura china pudiera convertirse en una de sus fuentes más
importantes. Pero así es: el gigante asiático está cautivando
al mundo gracias al renacimiento de su cultura y a la fuerza persuasiva de
su diplomacia pública.
¿Se imaginaría al presidente francés, Jacques Chirac,
celebrando el 4 de julio en París, con toda la pompa y esplendor de
que su nación es capaz, junto con George W. Bush? Chirac hizo algo parecido
durante la visita de su homólogo de Pekín, Hu Jintao, el año
pasado, con motivo de las celebraciones del Año Nuevo chino, cuando
las autoridades parisienses tiraron la casa por la ventana para iluminar la
Torre Eiffel de color rojo.
Dentro de lo que Pekín llama su "poder nacional total" (zonghe
guoli) -que también incluye el económico y militar-,
su influencia cultural y el prestigio internacional que proyecta es un elemento
cada vez más importante. Pero esto no implica que China se esté ablandando.
Al contrario, las cifras muestran que su poder militar es cada vez más
duro: posee el mayor Ejército del mundo, con 2,5 millones de soldados,
y el cuarto mayor presupuesto de defensa, cuyo incremento anual ronda el 10%.
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