¿Podría la reinserción de presos norirlandeses llevada a cabo en los 90 servir de guía?

 

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El aumento de los incidentes registrado durante los últimos días en Cisjordania ha hecho que varios dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) hayan advertido del posible estallido de una tercera Intifada. Según sus temores ésta podría emanar desde dentro de las prisiones israelíes, en las que se encuentran encarcelados unos 4.600 presos palestinos. Esta cifra no resulta excesiva si la comparamos con el incremento exponencial que experimentó la población penitenciaria palestina durante la segunda (septiembre de 2000 a enero de 2005), pero si relevante en términos relativos a los últimos tres años, en que había disminuido bastante debido a la cooperación entre Israel y la ANP en materia de seguridad.

El reciente aumento del número de redadas nocturnas y detenciones practicadas en Cisjordania por el Ejército israelí –que durante las últimas dos semanas han incluido una docena de aquellos reos que fueron liberados en octubre de 2011 en virtud del acuerdo de intercambio de un millar de presos palestinos por el soldado israelí Gilad Shalit– parece ser un subproducto de la operación Pilar Defensivo efectuada en noviembre de 2012. Esto es, que la subsiguiente emergencia del movimiento radical Hamás como actor político regional parece haber alarmado a las autoridades israelíes sobre una potencial reorganización islamista dentro de Cisjordania, razón por la que habrían rearrestado a estos militantes de Hamás.

Por su parte, la ANP muestra sentimientos encontrados al respecto. Pues por lado se ve obligada a condenar esta nueva ola de detenciones dentro de su territorio (normalmente en áreas A, bajo su control integral, según la división territorial establecida por los Acuerdos de Oslo). Pero por otro no hace nada para impedirlo (ordena a sus Fuerzas de Seguridad que se retiren ante el aviso de entrada por parte del Ejército israelí a través de las Oficinas de Coordinación del Distrito o DCOs) e incluso hay alguno que asegura que se alegran de que Israel les haga el trabajo sucio. Es decir, que las detenciones reducen al mínimo la capacidad política y operativa de Hamás en Cisjordania en un momento en el que la propia ANP no puede practicarlas pues se halla inmersa en un diálogo de reconciliación nacional.

 

Muerte bajo custodia

La reciente muerte de un preso palestino dentro de la cárcel de Meggido, ha servido para dar un toque de atención sobre el enquistado problema de los detenidos en las prisiones israelíes. Aunque según el Servicio de Prisiones israelí el detenido falleció como consecuencia de un paro cardíaco sobrevenido después de haber recibido atención médica tras quejarse de dolores debidos a lesiones contraídas previamente, el médico palestino que estuvo presente durante la autopsia asegura que el cadáver presentaba varias contusiones, lo que seguirá siendo motivo de controversia hasta que se presente la autopsia definitiva. Además, el hecho de que casi coincidiera en el tiempo con el presunto suicidio de un colaborador australiano del Mossad (servicio de inteligencia exterior) dentro de otra cárcel israelí ha levantado toda una polémica respecto de la gestión penitenciaria.

Incluso el siempre discreto Representante Especial de la ONU para el Proceso de Paz en Oriente Medio, el veterano diplomático holandés Robert Serry, ha demandado una investigación a fondo de lo ocurrido y solicitado que se depuren las responsabilidades pertinentes en el caso de que se tratara de algún tipo de tortura o de negligencia por parte de los interrogadores. Además de sobre este caso específico, Serry ha llamado también la atención sobre la necesidad de encontrar una fórmula que permita resolver la cuestión penitenciaria general.

Una posibilidad sería conceptuar ésta como parte integral del proceso de paz. Es decir, añadir la resolución del problema de los presos a las negociaciones del llamado Estatuto Definitivo: fronteras y seguridad, asentamientos, agua y recursos naturales, refugiados y capitalidad de Jerusalén. De esta forma se crearía un grupo de trabajo específico que estudiara y segmentara por categorías toda la población penitenciaria palestina para a partir de ahí establecer un mecanismo de excarcelaciones vinculado a la dinámica de las negociaciones. Que no dependiente de la toma de medidas de gracia ad hoc en ocasiones especiales como la celebración del Ramadán, ni tampoco sometido a la extorsión como fue el caso del intercambio por Shalit.

 

El espejo irlandés

Así como los palestinos se han mirado tradicionalmente en el espejo de los norirlandeses en su modelo de resistencia contra la ocupación británica –valgan como ejemplo las actuales huelgas de hambre, que aunque no han provocado todavía ningún muerto por inanición, como ocurrió en Irlanda del Norte a principios de los 80– sería importante que estudiaran también el capítulo penitenciario de los Acuerdos de Viernes Santo (incluido en el Anexo B, como parte de la revisión del sistema de enjuiciamiento criminal) cuya aplicación ha permitido la reinserción de tantos presos norirlandeses, tanto republicanos como unionistas. En este sentido la figura que podría jugar un papel importante sería la del Representante del Cuarteto (formado por EE UU, la UE, la ONU y Rusia), el ex Primer Ministro británico Tony Blair, quien fue precisamente quien los negoció justo tras su llegada al poder en 1997 y puso en marcha a partir de abril de 1998.

Aunque Blair ha optado por mantener un perfil bajo y no prodigarse demasiado en sus gestiones diplomáticas entre las partes –razón por la cual la ANP  ha llamado varias veces a que sea sustituido en el cargo– en este ámbito de los presos presenta un gran potencial. De momento se ha limitado a realizar declaraciones y emitir comunicados (el último de ellos data del pasado 15 de febrero, en el que llama a la urgente necesidad de encontrar una solución a la huelga de hambre sostenida por cuatro  presos, de los cuales dos –Sammer Issawi y Ayman Sharauna– llevan más de 200 días sin ingerir alimentos sólidos y se encuentran en estado crítico, por lo que advierte del correspondiente riesgo del desestabilización en el caso de que falleciera uno de ellos). No obstante, dada su experiencia norirlandesa bien podría asumir competencias en este respecto, concediéndosele acceso a los expedientes penitenciarios, para a partir de ahí establecer unos criterios y plazos de excarcelación. Ésta podría constituir una buena medida de confianza para sustentar el correspondiente círculo virtuoso de un renovado proceso de paz.

De hecho son varios los antiguos mandos del Ejército israelí –entre los que destaca el ex Consejero de Seguridad Nacional, Giora Eiland– los que han recomendado recientemente al nuevo Gobierno de Benjamín Netanyahu que tome alguna medida en este ámbito, como por ejemplo poner en libertad a aquellos rearrestados en virtud del acuerdo por Shalit que no tengan antecedentes penales. De esta forma, no sólo se garantizaría que imperase un clima de calma sobre el terreno de cara a la próxima visita del Presidente de EE UU,  Barack Obama, prevista para el 20 de marzo y que podría conllevar la presentación de alguna iniciativa diplomática para reactivar las negociaciones, sino también como fórmula para prevenir el estallido de esa temida tercera Intifada.

 

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