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Mientras el conflicto de Darfur quizá no atrae todavía toda la atención que merece, otra crisis en Sudán amenaza con convertirse en la próxima catástrofe humana del país. El punto central es el sur de Kordofán, un Estado creado en 2005 que engloba las montañas de Nuba, justo al norte de la zona autónoma meridional. El Ejército del Gobierno central, las fuerzas del sur de Sudán y los grupos locales están armando y reclutando tropas con la esperanza de asegurarse, cada uno de ellos, la victoria en las próximas elecciones locales. Como comprobó en agosto Small Arms Survey, un centro de investigaciones, “el descontento… está convirtiéndose en ira, y muchos creen ya que la guerra en las montañas de Nuba es inevitable”.

La tormenta que se avecina en esta área se parece mucho a la tempestad actual en Darfur. Los nuba, un grupo tribal que comprende más de 50 etnias indígenas africanas, llevan largo tiempo marginados bajo el Gobierno de hegemonía árabe de Sudán, y muchos empuñaron las armas contra él durante la guerra civil de los 80. Cuando el conflicto norte-sur acabó con un acuerdo de paz en 2005, muchos nuba pensaron que el Ejecutivo sudanés los había vendido al norte a cambio de concesiones de petróleo. Ahora se les está acabando la paciencia. El Grupo Internacional de Crisis (ICG, en sus siglas en inglés) informó en octubre de que, en los últimos años, han muerto centenares de personas en peleas por tierras y derechos de pastoreo. Como ocurrió en Darfur, la violencia ha estallado entre los granjeros nuba y los nómadas árabes, que se disputan la misma tierra fértil.

Con unas elecciones nacionales previstas para 2009, todas las fuerzas están acusadas de buscar apoyos mediante la intimidación y la limpieza étnica estratégica. Las fuerzas gubernamentales en la región han aumentado de forma espectacular, y los movimientos supremacistas árabes, parecidos a los que generaron las milicias Janjaweed en Darfur, están brotando por todas partes.

Todo resulta peligrosamente familiar. “Cuando ves lo que ha ocurrido en Darfur", advierte Mark Schneider, del ICG, “uno no tiene mucha esperanza de que Sudán vaya a hacerlo mejor en este caso".