Manifestantes marchan en Brasilia en una protesta de apoyo hacia el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y al derecho a portar armas. (Mateus Bonomi/Anadolu Agency via Getty Images)

El mundo permanece atento a las presidenciales brasileñas y, en esta ocasión, el factor externo cuenta más que nunca para prevenir el peligro de quiebra democrática en el país.

El gobierno de ultraderecha del presidente Jair Bolsonaro se ha convertido en un punto fuera de la curva en la experiencia democrática de Brasil desde la redemocratización de los 80. Después de más de tres años de gobierno disfuncional en varias áreas, tanto a nivel nacional como internacional, incluyendo el haber sido considerado una amenaza sanitaria durante la pandemia de la Covid-19 por varias organizaciones sanitarias mundiales y formadores de opinión internacionales, y haber contribuido a una de las mayores tasas de deforestación de la Amazonia en décadas, el presidente se presenta a la reelección fomentando el odio y la violencia política contra sus oponentes y difundiendo sospechas y noticias falsas sobre el proceso electoral en el país.

Alentando a la población a armarse y apoyándose en una parte de las Fuerzas Armadas cooptadas por cargos del Gobierno y la creciente partidización, Bolsonaro ensaya un golpe o autogolpe en caso de derrota electoral. En este sentido, militares de alto rango cercanos a Bolsonaro, como su candidato a vicepresidente, el general Braga Neto, han contribuido a perturbar el proceso electoral al cuestionar el sistema de voto electrónico sin argumentos técnicos ni científicos.

Este comportamiento antidemocrático del Presidente ha afectado a la política exterior brasileña en el período de su mandato y ha generado reacciones cada vez más fuertes y molestas por parte de otros gobiernos y medios de comunicación extranjeros en el transcurso más reciente de la campaña electoral. Se evalúa que tras la derrota de Donald Trump, el gobierno de Bolsonaro se ha convertido en la mayor apuesta de los liderazgos de ultraderecha en EE UU y Europa para mantener la ocupación del Ejecutivo de uno de los países emergentes más importantes. En cambio, la mayoría de los gobiernos occidentales —desde los Estados Unidos de Joe Biden hasta el Chile de Gabriel Boric— han declarado públicamente que deben prevalecer los resultados de las urnas. 

Conflictos con gobiernos extranjeros y aislamiento diplomático

Desde el inicio de su gobierno en 2019, Bolsonaro ha acumulado conflictos con los socios estratégicos de Brasil. Con una política exterior subordinada a los Estados Unidos de Trump, y siguiendo su guión negacionista de la ciencia, el presidente brasileño se ha sumado a las narrativas contra los acuerdos medioambientales, especialmente relacionados con el cambio climático y la protección de la Amazonia, creando disputas con los gobiernos europeos; en el ámbito más ideológico, las críticas a China —el mayor socio comercial de Brasil— han llevado la relación bilateral a un punto de enfrentamiento que sólo se revirtió parcialmente con la intervención del Congreso Nacional y la caída del ministro Ernesto Araújo.

El cambio radical de la posición de Brasil en los foros multilaterales, dirigido por la diplomacia ideológica reaccionaria contra la vertiente progresista de los derechos humanos, ha hecho tambalear la reputación de Itamaraty como locus de equilibrio, fiabilidad y pragmatismo. La diplomacia brasileña vive un momento de aislamiento diplomático no visto desde la dictadura cívico-militar.

La preocupación por los derechos humanos

En el ámbito de los organismos internacionales, el grito de alerta más contundente sobre la amenaza que se cierne sobre las elecciones en Brasil vino de la mano de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michele Bachelet, que desde 2019 ya se había pronunciado sobre el deterioro de la situación de los derechos humanos en Brasil, país que bajo el gobierno de Bolsonaro fue incluido en una lista de 30 lugares considerados preocupantes en relación con las violaciones de los derechos humanos. En sus últimas conferencias de prensa antes de dejar el cargo, Bachelet fue explícita sobre la violencia contra los candidatos de las minorías en el período electoral y la necesidad de garantizar la independencia de las instituciones.

Reunión con los embajadores: punto de inflexión

El punto de inflexión para una respuesta más contundente de los gobiernos extranjeros en defensa de la democracia brasileña se produjo tras la reunión convocada por Bolsonaro a los jefes de las misiones diplomáticas en Brasil. En este encuentro a la que asistieron 40 embajadores y embajadoras entre unos 70 representantes extranjeros, en Brasilia, Bolsonaro puso en duda la seguridad de las urnas electrónicas, contra toda evidencia científica, en una clara intención de deslegitimar el proceso electoral a su favor y asegurar una pronta validación internacional a su maniobra golpista. Sin embargo, las reacciones de las diplomacias extranjeras fueron en sentido contrario a lo que pretendía el presidente brasileño, empezando por el Departamento de Estado de Estados Unidos, que declaró la plena confianza en el proceso electoral brasileño. Este malogrado encuentro encendió la luz amarilla para los gobiernos extranjeros y las organizaciones internacionales, así como para los medios de comunicación extranjeros, que se lanzaron a una especie de vigilia por la democracia brasileña.

La advertencia del presidente chileno

En Suramérica, donde los lazos de confianza de Brasil con sus vecinos se han ido deshilachando día a día por las declaraciones y acciones de Bolsonaro (que no asistió a la toma de posesión de los presidentes de Argentina, Chile, Perú y Colombia), al aislamiento diplomático del país se suma ahora el temor a que el proceso electoral brasileño pueda desbordar en un conflicto interno, un golpe de Estado y una ruptura institucional. En este escenario de incertidumbre, el presidente chileno, Gabriel Boric, en una entrevista en la portada de la revista Time, declaró que América Latina debería reaccionar si hubiera un intento de golpe de Estado en Brasil, marcando la pauta de cómo los Estados con gobiernos de izquierda y progresistas podrían comportarse bilateral y multilateralmente en los foros regionales, hemisféricos y globales.

Tribunal Superior Electoral y observadores internacionales

Actuando como la principal institución organizadora y garante del proceso electoral en el país, el Tribunal Superior Electoral (TSE), órgano del Poder Judicial, se destaca como un fuerte contrapunto a la conducta disruptiva del presidente Bolsonaro en cuanto a la seguridad de los comicios. Presidido por un magistrado del Tribunal Supremo, el TSE cuenta con la independencia y la reputación de un organismo que lleva décadas dirigiendo con éxito y eficacia las elecciones presidenciales. Cabe destacar que en su defensa del proceso y de las urnas electrónicas frente a los ataques del Presidente, el TSE ha internacionalizado su estrategia a través de una activa cooperación internacional con organismos de control electoral como la Unión Interamericana de Organismos Internacionales (Uniore), el Centro Carter y la Fundación Internacional para los Sistemas Electorales (IFES) de EE UU. Esta cooperación incluyó misiones avanzadas de observación electoral, que precedieron al período específico de los comicios y permitieron el análisis técnico de los mecanismos de la urna electrónica, reconocida internacionalmente como un mecanismo eficaz y exitoso para la integridad del proceso de votación.

El factor externo y el día después de las elecciones brasileñas

En un contexto en el que prevé una posible derrota indicada por su alto índice de rechazo en repetidas encuestas de opinión (más del 50% dice que nunca votaría por Bolsonaro), el presidente-candidato apuesta al todo o nada para su reelección, invirtiendo en cuanto peor, mejor para él, buscando visiblemente alterar el juego, como mal perdedor por anticipado. El no reconocimiento de la victoria de su oponente y la impugnación del resultado con acusaciones de fraude es el guión ya visto en la derrota de Trump, cuyo guión podría ser imitado por el Trump del Trópico. Una jornada electoral posterior a los comicios en la que los ánimos violentos de los bolsonaristas se contengan y no pongan en peligro la estabilidad y seguridad del país puede depender, en alto grado, del reconocimiento inmediato, masivo y contundente por parte de otros países y autoridades internacionales del vencedor de las elecciones, según los boletines electorales y la proclamación oficial del TSE. El factor externo contará como nunca para prevenir y evitar el riesgo de ruptura democrática en el Brasil postelectoral.