Silk Road to Ruin
(Ruta de seda hacia la ruina)

Ted Rall
303 páginas, NBM Publishing,
N. York, EE UU, 2006 (en inglés)


Cómo clasificar un libro que incluye una durísima crítica a la política de derechos humanos de Estados Unidos en Asia Central, una anécdota gastronómica sobre una degustación canina en Uzbekistán, la historia real ilustrada de un fallido viaje por tierra desde Pekín a Estambul y recomendaciones como que, cuando se va a los países centroasiáticos, no hay que olvidar llevar billetes pequeños para sobornos? Difícil asunto.

En realidad una tarea inútil. Silk Road to Ruin (Ruta de seda hacia la ruina), del controvertido editorialista gráfico Ted Rall, pronto se revela al lector como una obra tan inclasificable como entretenida. Rall, que publica habitualmente sus viñetas en periódicos como The New York Times y The Washington Post, demuestra un ojo crítico y un espíritu aventurero en la línea de autores como Graham Greene, Robert D. Kaplan o Hunter S. Thompson, que representan lo mejor de la tradición anglosajona. La variedad de temas y la versatilidad descriptiva no tienen límite en este reportaje de viaje, en gran medida ilustrado, que mezcla el análisis político y lo cómico de la olvidada Asia Central.

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Rall contextualiza la situación actual de la región, describiendo los apocalípticos años de hambruna y anarquía callejera que vivieron sus habitantes tras la caída de la Unión Soviética en 1991. En esa difícil etapa que siguió a la desaparición total de la madre patria de un día para otro, salieron a la luz tanto el avanzado estado de descomposición de la URSS como la crisis de identidad inherente de los jóvenes Estados de la región.

Los siguientes capítulos del libro son un collage configurado por el análisis de los seis Estados (Afganistán, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán,Turkmenistán y Uzbekistán); un reportaje de viajes en forma de cómic para puro divertimento del lector; y temas tan dispares que van desde la prescindible gastronomía regional hasta el mítico buzkashi, un violento deporte en el que los jinetes se disputan el cuerpo de un cordero degollado.

El autor muestra un rigor académico y una capacidad analítica más propia de su faceta de periodista finalista del premio Pulitzer, en 1996, que de su más conocido perfil de autor de pícaros cómics políticos. Además de utilizar una variada gama de fuentes primarias y secundarias, las conclusiones de Rall son tan coherentes como espeluznantes. Asia Central, la última importante fuente de petróleo y gas hallada, se está convirtiendo rápidamente en el eje de un nuevo gran juego entre EE UU, Rusia y China.

En este contexto, los gobiernos cuasidictatoriales de estos países, apoyados por EE UU y su guerra contra el terror, dirigen luchas internas contra movimientos islamistas extremos y oprimen a sus pueblos, donde no existe espacio ninguno para la oposición. Rusia y China, dos potencias regionales incluso menos preocupadas por los derechos humanos que Washington, apuestan fuerte en sus relaciones con estos Estados, ganando terreno a la hegemonía estadounidense en la zona. La máxima expresión de este nuevo gran juego son las duras negociaciones que se están llevando a cabo para determinar las vías por las que discurrirán los oleoductos de los campos petrolíferos de Kazajistán, probablemente una de las reservas de crudo sin explotar más importantes del mundo.

Y cuando un lector poco interesado en las artimañas de la geoestrategia de Asia Central puede empezar a aburrirse, Rall intercala una historia gráfica sobre un tortuoso viaje por la carretera de Karakoram, la más peligrosa del mundo. El autor decidió embarcarse en esta aventura días después de que Uzbekistán —el EE UU de la región— atacase a los rebeldes islamistas en Kirguizistán, y un mes después de haber sido operado de hernia. Rall termina flirteando con la muerte cuando es amenazado por unos talibanes en la Cachemira controlada por Pakistán, sólo para salvarse en el último momento al entablar una conversación sobre los encantos del sexo femenino con un jefe talibán que había estudiado en la Universidad de Nueva York.

En el prólogo, Ahmed Rashid, periodista paquistaní y gran experto en la zona, señala que "cada región de nuestro conflictivo mundo necesita un intérprete de acontecimientos y lugares como Ted Rall". Resulta apropiado que el destino haya querido que este periodista gráfico termine en Asia Central, aunque uno pueda hartarse de tener que recurrir una y otra vez al mapa para recordar cuál de los istanes —nombre por el que son conocidos coloquialmente los Estados de esta región— tiene como capital la ciudad de Bishkek. Silk Road to Ruin representa, con sus expresiones escritas y dibujadas por el inquieto Rall, un triunfo de la combinación de lo extremadamente absurdo con lo muy trascendente.

El rompecabezas centroasiático. Juan Garrigues


Silk Road to Ruin
(Ruta de seda hacia la ruina)

Ted Rall
303 páginas, NBM Publishing,
N. York, EE UU, 2006 (en inglés)


Cómo clasificar un libro que incluye una durísima crítica a la política de derechos humanos de Estados Unidos en Asia Central, una anécdota gastronómica sobre una degustación canina en Uzbekistán, la historia real ilustrada de un fallido viaje por tierra desde Pekín a Estambul y recomendaciones como que, cuando se va a los países centroasiáticos, no hay que olvidar llevar billetes pequeños para sobornos? Difícil asunto.

En realidad una tarea inútil. Silk Road to Ruin (Ruta de seda hacia la ruina), del controvertido editorialista gráfico Ted Rall, pronto se revela al lector como una obra tan inclasificable como entretenida. Rall, que publica habitualmente sus viñetas en periódicos como The New York Times y The Washington Post, demuestra un ojo crítico y un espíritu aventurero en la línea de autores como Graham Greene, Robert D. Kaplan o Hunter S. Thompson, que representan lo mejor de la tradición anglosajona. La variedad de temas y la versatilidad descriptiva no tienen límite en este reportaje de viaje, en gran medida ilustrado, que mezcla el análisis político y lo cómico de la olvidada Asia Central.

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Rall contextualiza la situación actual de la región, describiendo los apocalípticos años de hambruna y anarquía callejera que vivieron sus habitantes tras la caída de la Unión Soviética en 1991. En esa difícil etapa que siguió a la desaparición total de la madre patria de un día para otro, salieron a la luz tanto el avanzado estado de descomposición de la URSS como la crisis de identidad inherente de los jóvenes Estados de la región.

Los siguientes capítulos del libro son un collage configurado por el análisis de los seis Estados (Afganistán, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán,Turkmenistán y Uzbekistán); un reportaje de viajes en forma de cómic para puro divertimento del lector; y temas tan dispares que van desde la prescindible gastronomía regional hasta el mítico buzkashi, un violento deporte en el que los jinetes se disputan el cuerpo de un cordero degollado.

El autor muestra un rigor académico y una capacidad analítica más propia de su faceta de periodista finalista del premio Pulitzer, en 1996, que de su más conocido perfil de autor de pícaros cómics políticos. Además de utilizar una variada gama de fuentes primarias y secundarias, las conclusiones de Rall son tan coherentes como espeluznantes. Asia Central, la última importante fuente de petróleo y gas hallada, se está convirtiendo rápidamente en el eje de un nuevo gran juego entre EE UU, Rusia y China.

En este contexto, los gobiernos cuasidictatoriales de estos países, apoyados por EE UU y su guerra contra el terror, dirigen luchas internas contra movimientos islamistas extremos y oprimen a sus pueblos, donde no existe espacio ninguno para la oposición. Rusia y China, dos potencias regionales incluso menos preocupadas por los derechos humanos que Washington, apuestan fuerte en sus relaciones con estos Estados, ganando terreno a la hegemonía estadounidense en la zona. La máxima expresión de este nuevo gran juego son las duras negociaciones que se están llevando a cabo para determinar las vías por las que discurrirán los oleoductos de los campos petrolíferos de Kazajistán, probablemente una de las reservas de crudo sin explotar más importantes del mundo.

Y cuando un lector poco interesado en las artimañas de la geoestrategia de Asia Central puede empezar a aburrirse, Rall intercala una historia gráfica sobre un tortuoso viaje por la carretera de Karakoram, la más peligrosa del mundo. El autor decidió embarcarse en esta aventura días después de que Uzbekistán —el EE UU de la región— atacase a los rebeldes islamistas en Kirguizistán, y un mes después de haber sido operado de hernia. Rall termina flirteando con la muerte cuando es amenazado por unos talibanes en la Cachemira controlada por Pakistán, sólo para salvarse en el último momento al entablar una conversación sobre los encantos del sexo femenino con un jefe talibán que había estudiado en la Universidad de Nueva York.

En el prólogo, Ahmed Rashid, periodista paquistaní y gran experto en la zona, señala que "cada región de nuestro conflictivo mundo necesita un intérprete de acontecimientos y lugares como Ted Rall". Resulta apropiado que el destino haya querido que este periodista gráfico termine en Asia Central, aunque uno pueda hartarse de tener que recurrir una y otra vez al mapa para recordar cuál de los istanes —nombre por el que son conocidos coloquialmente los Estados de esta región— tiene como capital la ciudad de Bishkek. Silk Road to Ruin representa, con sus expresiones escritas y dibujadas por el inquieto Rall, un triunfo de la combinación de lo extremadamente absurdo con lo muy trascendente.

Juan Garrigues es gestor de proyectos en el Centro Internacional de Toledo (www.toledopax.org) y trabajó en Afganistán en 2003.