Trento se ha convertido en un polo de investigación e innovación en plena crisis en los países del sur de Europa.

 

 

El recorte del gasto público ha sido la medicina más truculenta impuesta al sur de Europa en estos tiempos de crisis y de ahí el debilitamiento de esa conquista social que ha sido Estado de Bienestar y la degradación de los tejidos sociales en toda la región. Sin embargo, ¿y si el declive de las economías europeas tuviera entre sus causas una insuficiente inversión de los Estados en el desarrollo de tecnologías destinadas a hacer más eficientes las sociedades? Con este presupuesto como base teórica, en la provincia autónoma de  Trento, en el norte de Italia, se ha desarrollado el proyecto  Trento Rise (Centro de Investigación, Educación e Innovación de  Trento), el único polo de laboratorios especializados en Tecnologías de la Información y Comunicación (ICT) del sur de Europa que forma parte del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT). Una red que integran apenas seis países europeos, entre ellos Suecia y Finlandia. Un ejemplo que va contracorriente, más aún en las circunstancias más adversas a las que jamás se ha tenido que enfrentar la región en lo económico.

Claro está que hay fundamentos en los que basa este éxito. De hecho, parte del secreto de la fórmula reside en el hecho de que  Trento es una entidad que goza de una doble autonomía -ya que, como sus vecinos de Bolzen, es una provincia autónoma que está dentro de una región autónoma, Trentino-Alto Adigio- y recibe de la administración central el 90% de los impuestos que paga. Una situación que ha permitido que, a pesar de la crisis, “el porcentaje destinado por la administración pública al sector del ICT no fuera recortado, siendo hoy el 3% del PIB de la región, más del doble del dato nacional”, cuenta Fausto Giunchiglia, presidente del proyecto de  Trento Rise.

Las cifras de  Trento Rise son la explicación.  Trento tiene el más alto porcentaje de investigadores por número de ciudadanos, 2.500 en una zona de  530.000 habitantes; una industria que directa e indirectamente le da de comer a 5.271 personas y genera unos 500 millones de euros al año procedentes de los 40 proyectos en los que se trabaja anualmente. Lo que, en consecuencia, ha suscitado el apetito de empresas como Microsoft, Point Grey, Fiat, Telecom, IBM y Siemens, que han empezado a abrir sucursales aquí, algo que, en el momento, tiene a las cuentas económicas de  Trento Rise en positivo hasta 2016, según las estimaciones de la entidad.

“Atraemos a mucha gente inteligente”, ironiza Paolo Traverso, el presidente de los laboratorios de ICT de la Fundación Bruno Kessler que, junto a la Universidad de  Trento, forma parte del proyecto. “Para llegar hasta aquí hemos invertido mucho tiempo y dinero. Los comienzos no fueron fáciles”, afirma. Y es que, en efecto, el primer centro de investigación de la provincia se creó en 1962 en Povo, una colina donde hoy está situado el cuartel general de esta institución a la que sólo llegan los investigadores y estudiantes más selectos. Un equipo hoy integrado por 146 investigadores y 40 estudiantes que todos los días se retuerce las neuronas para generar nuevos proyectos.

Personajes como Gianpietro Picco, un ingeniero a cargo del proyecto Triton, el cual ya está en su fase experimental en esta región y que se trata de un complejo sistema de microsensores wireless que permiten numerosas aplicaciones, entre otras optimizar el consumo de electricidad de los túneles, mejorando a la par la seguridad vial. O Bruno Crispo, un científico especializado en Seguridad de la Información, quien está desarrollando un tipo de tecnología que permite a los teléfonos móviles identificar al propietario sólo con el movimiento de la mano. Por no citar a Marco Guerini, un informático y filósofo, que se dedica a analizar las reacciones de los internautas cuando leen determinadas palabras en la Red, con el objetivo de determinar la popularidad de ciertos contenidos, en momentos en los que Internet se ha vuelto una herramienta cada vez más en boga entre los políticos.

“El entorno en el que trabajamos es muy amigable”, explica el albanés Gert Guri, de 38 años, uno de los muchos extranjeros que trabajan aquí. “Vine aquí en busca de un futuro mejor. En Barcelona tenía trabajo pero no me satisfacía”, agrega Raúl Palacios, un estudiante catalán que forma parte del Greenet, un proyecto que busca reducir las emisiones de Dióxido de carbono (C02) que genera la industria de las telecomunicaciones. Otro es el caso de la Asociación Edmund March, que colabora con Trento Rise y cuya investigación consiste en descifrar el código genético (ADN) de frutas y de verduras, con el objetivo de encontrar y eliminar los patógenos que enferman a los cultivos. “Estamos buscando la forma de reducir el uso de los pesticidas en los cultivos”, explica el genetista italiano Riccardo Velasco, que en 2010 se convirtió en el primer científico en descifrar el ADN de una fruta, la manzana Golden Delicious.

“Todo esto no se podría haber realizado sin la ayuda del Estado. Hay algunos que apoyan la tesis según la cual para solucionar la crisis tendríamos que disminuir nuestra calidad de vida, pero no es así”, agrega, con cierto ímpetu, Giungiglia. Él, antes de empezar a trabajar en Povo, trabajó en empresas especializadas en sistemas de información gerencial en Chicago, Londres y Milán, fue investigador en el departamento de Inteligencia Artificial de la Universidad de Edimburgo y, también recientemente, ha recibido ofertas de prestigiosas universidades de Estados Unidos. Pero, aún así, decidió quedarse en Italia, en este sitio de pasillos de madera y vidrios transparentes, en medio de un casi irreal paisaje alpino. Y lo hizo porque, además, aunque habita en una provincia en la que el PIB cayó un 0,3% en 2011, aún está entre las zonas del país donde se vive mejor, según estudios sobre la calidad de vida, y donde hay una renta per cápita que se sitúa en línea con la de las regiones más ricas de Austria y Alemania, 29.300 euros al año. Motivo por el cual, según Fitch, Trento merece la nota AA+, es decir más que Italia.

Detrás de todo esto hay una relación, en última instancia, con un modelo de desarrollo económico que nació en Italia en los 70, el de la llamada Tercera Italia, término que hace referencia a ese modelo de sistema industrial instalado en las regiones del centro y norte del país (en particular, Véneto, Emilia-Romaña, Toscana y Las Marcas), basado en la cooperación entre pymes que hacen un alto uso de las tecnologías. Un modelo, el de los distritos industriales de la Tercera Italia, que, sin bien también está sufriendo la crisis, resiste. Al menos de momento.

 

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