Un asesinato y varios asaltos hacen temer una acción organizada contra la minoría cristiana a dos años del centenario del genocidio.

 

 

armenia

MUSTAFA OZER/AFP/Getty Images

Mujeres armenias cristianas rezan y enciendes velas como ofrenda en la isla de Akhtamar en Turquía.

 

Hay que ser un asesino muy cobarde para emprenderla con ancianas indefensas. O muy profesional y con las ideas claras. En Samatya, un barrio en el Cuerno de Oro de Estambul, un homicida de este tipo anda suelto desde hace semanas. Sus víctimas son hasta ahora cinco mujeres de avanzada edad. Y armenias de ascendencia. Cristianas.

Maritsa Küçük (85) murió degollada el día 28 de diciembre, día en el que el imaginario cristiano conmemora la llamada Masacre de los Inocentes a manos de Herodes. Aparte de cortarle la cabeza, el asesino se ensañó lo suficiente como para trazar con el cuchillo una cruz sobre su pecho; un crucifijo mortal. “Soy el asesino”, dejó como nota el atacante.

A su vez, el uno de noviembre a la armenia Gönül A. le robaron y apalearon. Se trataba del primer ataque. El mismo mes, Tuivat A. (87) fue sorprendida en su casa, perdió un ojo en el asalto y también le robaron. El seis de enero, volviendo de la iglesia, una anciana armenia conocida por sus iniciales S.A. (75) sufrío un intento fallido de secuestro. Por último el 22 de enero Sultan Aykar (80) fue atacada cuando entraba en su casa. También ella perdió un ojo.

Ahora, a pesar de las llamadas a la calma por parte de las autoridades, el miedo hace estragos en la población de ascendencia armenia en Turquía. De poco ha servido que la policía creara un equipo especial de investigación para aclarar el caso. Que la seguridad fuera en aumento en el barrio, con cámaras de vigilancia por doquier. O que los medios difundieran un retrato robot de un hombre de estatura media (1,70 m) con ojos claros.

Que después del último crimen el gobernador de Estambul hiciera público un mensaje en su cuenta de la red social Twitter solo hizo aumentar la desconfianza hacia las autoridades. El mensaje decía así: “El incidente tiene el robo como móvil, no motivos racistas. Podéis estar seguros que encontraremos a los culpables. Buenas noches.” No obstante, uno de los representantes del principal partido opositor, el kemalista Levent Gök, ha pedido que el Parlamento turco tome cartas en el asunto aduciendo que, probablemente, el móvil sea uno racista.

Los armenios en Turquía recuerdan varias fechas muy bien: 1915, 1942, 1955. Y ahora: 2012- 2013. De nuevo esta minoría cristiana se siente amenazada en unas tierras, las de Tracia y Anatolia, que hace siglos bien conocen. Ya en los Viajes de Marco Polo del siglo XIV se certificaba la existencia de una Gran Armenia asentada, en gran parte, en lo que hoy se conoce como Anatolia. La allí citada Argiron no es otra que la hoy turca Erzurum, en el nordeste del país euroasiático.

En 1915 y años posteriores llegó la erradicación, casi total, de los armenios turcos. Ankara reconoce la muerte de unos 300.000 en suelo anatolio a finales de la Primera Guerra Mundial, pero rechaza de plano un plan sistemático por parte del Estado otomano destinado a exterminar la presencia armenia. En todo caso antes de la Primera Guerra Mundial el Imperio Otomano contaba con más de un millón de armenios y hoy apenas sus sucesores suman entre 40.000 y 70.000.

Para explicar este notable descenso, además de 1915 hay otra fecha clave: 1955. Se da la circunstancia histórica de que todos los crímenes de 2012 y 2013 han tenido lugar en el barrio de Samatya. Según el periodista Rober Koptas, editor jefe del semanario bilingüe (armenio y turco) Agos, el barrio, entonces un pueblo, tiene una tradición armenia que es anterior a la época otomana. Precisamente, es Samatya, un barrio algo periférico entonces—ahora bastante cerca del centro, al menos turístico—del que los armenios tuvieron que huir cuando los pogromos de 1955 les desaconsejaron seguir viviendo en Estambul.

En la noche del 6 al 7 de septiembre de 1955 tuvo lugar en el centro de esta ciudad una matanza y robo contra personas de ascendencia armenia o judía. Pero sobre todo griega. Beyoglu, el centro de Estambul, había sido hasta entonces el lugar tradicional del asentamiento de las minorías no musulmanas. Unas 100.000 personas formaron aquella noche hordas nacionalistas turcas que saquearon, violaron, hirieron y mataron a representantes de las minorías en el país, aparte de profanar sus tumbas. Si bien 1955 estuvo centrado en la población griega, el resto de minorías no musulmanas entendieron muy bien el mensaje y muchos se apresuraron a hacer las maletas. Según la versión oficial, dada a conocer poco después por el entonces primer ministro Adnan Menderes, se trataría de “una venganza” por un atentado que tuvo lugar días antes en Salónica, hoy Grecia, contra la Atatürk Evi o Casa de Atatürk, donde nació el fundador de la Turquía moderna.

En realidad, el pogromo del 1955—y eso lo sabe bien la comunidad armenía en Turquía—fue todo menos un fenómeno espontáneo. En su libro (2008) sobre el núcleo del llamado estado profundo turco—el Özel Harp Dairesi (Departamento Especial de Guerra)—el núcleo durante varias décadas de lo que hoy es conocido como estado profundo en Turquía—el periodista Ecevit Kilic escribe: “Los sucesos de la noche del 6 a 7 de septiembre tuvieron dos héroes. Oktay Engin, que era un joven estudiante que trabajaba para el M.I.T (servicio de inteligencia turco) en la Casa de Atatürk y que fue quien puso la bomba y Mursit Yolgecen, la persona encargada de liderar y organizar el pogromo en Taksim (parte europea de Estambul), ya que tenía a su disposición un listado de direcciones de todos las casas y negocios pertenecientes a los griegos”.

Por ello—por estos antecedentes de ingeniería social para lograr, a la postre, objetivos políticos—no debe extrañar que representantes de la minoría armenia en Turquía como de las asociaciones de derechos humanos sospechen ahora. Buscan las evidencias que permitan asociar los crímenes contra las ancianas armenias con la labor, de nuevo, del estado profundo turco.

En esta línea de documentación e investigación, y como han puesto de manifiesto varios periodistas armenios y turcos respecto a los crímenes de Samatya, cobra especial relevancia otro plan de ingeniería social cuya diana principal volvían a ser las minorías cristianas en Turquía. Al comienzo del documento se habla de las “operaciones relacionadas con el sacerdote Santoro, los tres trabajadores de la editorial Zirve Cumbre en Malatya y Hrant Dink”. Se trata de los asesinatos de varios cristianos ocurridos en 2006 y 2007 como el del sacerdote Andrea Santoro en Trebisonda (nordeste), los tres trabajadores de una editorial evangélica en Malatya (centro) y del periodista armenio Hrant Dink en Estambul.

Es el llamado Kafes Operasyonu Eylem Planı o el Plan de Acción Operación Jaula que fue hallado como documento en la oficina de un miembro retirado del Ejército turco, comandante Levent Bektas, y hecho público el 19 de noviembre de 2009 (gracias a una filtración de origen desconocido) por el diario turco Taraf.

Pues bien, el Plan Jaula fue elaborado según Taraf por una junta ilegal dentro de la Armada turca en marzo de 2009. Su objetivo final sería derrocar al partido en el Gobierno, de la Justicia y Desarrollo, el AKP, que dirige el país desde 2002.

 

Artículos relacionados