Es tentador descartar a los transhumanistas como si fueran una especie de secta extraña, un poco de ciencia-ficción tomada demasiado en serio; no hay más que ver sus extravagantes webs y sus recientes comunicados de prensa ("Los pensadores cyborg estudiarán el futuro de la humanidad", proclama uno de ellos). Los planes de varios transhumanistas de hacerse congelar con la esperanza de que les revivan en el futuro no parece sino confirmar el sitio que ocupa el movimiento en la periferia intelectual.
Pero ¿es que el principio fundamental del transhumanismo –que un día podremos usar la biotecnología para ser más fuertes,
más listos y longevos, y menos inclinados a la violencia– es tan descabellado? En gran parte de las prioridades de investigación de la biomedicina contemporánea hay cierto transhumanismo. Los nuevos procedimientos y tecnologías surgidos de laboratorios y hospitales –fármacos que alteran el estado de ánimo, sustancias para aumentar la masa muscular o borrar la memoria de forma selectiva, diagnóstico genético prenatal o terapia genética– se pueden emplear tanto para aliviar o mejorar las enfermedades como para mejorar la especie.
Aunque los rápidos avances en biotecnología, muchas veces, nos dejan vagamente incómodos, la amenaza intelectual o moral que representan no es siempre fácil de identificar. Al fin y al cabo, la raza humana es un poco desastrosa, con nuestras tercas enfermedades, nuestras limitaciones físicas y la brevedad de nuestra vida. Si a ello añadimos las envidias, la violencia y las angustias, el proyecto transhumanista empieza a parecer razonable. Si fuera tecnológicamente posible , ¿por qué no íbamos a querer superar nuestra especie actual? La aparente sensatez del plan, sobre todo si se proyecta hacer de forma gradual, es una de las cosas que lo hace peligroso. La sociedad no va a caer de repente bajo el hechizo de la concepción transhumanista. Pero es muy posible que mordisqueemos las tentadoras ofertas de la biotecnología
sin darnos cuenta de su aterrador coste moral.
La primera víctima del transhumanismo podría ser la igualdad. La Declaración de Independencia de Estados Unidos afirma que "todos los hombres son creados iguales", y las luchas políticas más intensas que ha habido en la historia del país han sido las disputas sobre quién reunía los requisitos para ser considerado plenamente humano. En 1776, cuando Thomas Jefferson redactó la declaración, las mujeres y los negros no estaban incluidos. Poco a poco, con esfuerzo y dificultades, las sociedades avanzadas han comprendido que el mero hecho de ser humano da a alguien el ...
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