La NBA sabe lo que es el poder de un icono. Cuando Michael
Jordan se retiró del
baloncesto, los índices de audiencia empezaron a caer. Para reponerse,
la Liga de EE UU se abrió y decidió recurrir al talento extranjero.
Y ningún embajador es tan grande como Yao Ming. La NBA ve su salvación
en esta sensación china de
2,27 metros… y en 1.300 millones de aficionados.
![]() | ![]() El jugador más valioso: el chino Yao Ming se ha convertido en la figura más popular de la NBA. |
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A los magos del marketing en la Asociación Nacional de
Baloncesto (NBA) les gusta decir que China es la “última frontera” del
baloncesto. Pero la fascinación del Imperio del Centro con la canasta
comenzó mucho antes de que un afable gigante de 2,27 metros llamado
Yao Ming empezara a jugar con los Houston Rockets en 2002. Puede que Pekín
no inventara este deporte, como aseguran algunos historiadores chinos cuando
mencionan el antiguo pasatiempo del shouju, una variedad de balonmano de la
dinastía Han. Pero sí es cierto que el baloncesto llegó al
gigante asiático antes que a EE UU y sólo unos cuantos años
después de que un excéntrico canadiense llamado James Naismith
inventara el juego, en 1891.
Desde el principio, el basket estaba destinado a ser un deporte mundial –y
China, su última conquista– por una casualidad muy curiosa: Doc
Naismith creó el juego en el centro internacional de formación
de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA) en Springfield,
Massachusetts, un lugar en el que los jóvenes misioneros se empapaban
de un cristianismo muscular antes de que les enviaran a redimir al mundo. China
era el mayor mercado nuevo de almas necesitadas de salvación, un imperio
de 400 millones de personas en los últimos años de la dinastía
Qing. Cuando los misioneros del YMCA llegaron a la ciudad de Tianjin alrededor
de 1890, con Las 13 reglas del baloncesto en su equipaje además de sus
biblias, estaban convencidos de que la salvación iba a llegar a través
de Dios y la canasta, y no necesariamente en ese orden.
Más de un siglo después, llegó al Imperio del Centro
otra oleada de evangelizadores occidentales que predicaba un credo de globalización
más deslumbrante. En vez de biblias y Las 13 reglas
del baloncesto,
los extranjeros que empezaron a llegar a China en los 90 llevaban otros símbolos
de su fe: los logotipos de Nike y la NBA y películas sobre los grandes
momentos de un tipo milagroso llamado Michael Jordan, todo ello sobre el fondo
hip-hop de la cultura juvenil globalizada. La potencia, con sus 1.300 millones
de habitantes, había salido por fin de decenios de aislamiento e iba
lanzada hacia una expansión económica vertiginosa. Con la esperanza
de abrir el último gran mercado virgen de la tierra, los nuevos predicadores
vendieron una visión del deporte como espectáculo, una mercancía
agradable que encarnaba los valores ...
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