La policía armada asegura el área de la antigua sede de Charlie Hebdo, después que dos personas fueran apuñaladas el 25 de septiembre de 2020 en París, Francia. (Foto de Kiran Ridley/Getty Images)

Un mapa del yihadismo europeo para entender la complejidad de un problema que está lejos de resolverse.

Jihadism Europeen, Quels Enjeux pour l’Avenir?

Hugo Micheron

Tracts Gallimard, 2022

Le Jihadism Francais, Quartiers, Syrie, Prisons

Hugo Micheron

Gallimard, 2020

“¿Qué es más importante para la historia mundial? ¿Los talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Unos cuantos musulmanes agitados o la liberación de Europa Central y el fin de la guerra fría?” En esta entrevista concedida a un semanario francés (Le Nouvel Observateur, 15 de enero de 1998), el exconsejero de Seguridad Nacional del presidente estadounidense Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, da a entender que es una “tontería” decir que el fundamentalismo islámico representa “una amenaza mundial en la actualidad”. Esta opinión tan tajante resume en pocas palabras el profundo desconocimiento sobre quiénes eran los talibanes y sus partidarios extranjeros y cuáles eran sus objetivos cuando lucharon contra los invasores rusos de Afganistán en 1979. Comprender las razones que motivaron a todos los afganos que lucharon contra el invasor del norte y a las decenas de miles de combatientes extranjeros que se unieron a ellos es esencial, porque la derrota militar soviética fue el preludio de la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del comunismo en Europa del este.

Los talibanes recibieron gran ayuda de Estados Unidos, Pakistán y Arabia Saudí, todos ellos por diferentes intereses políticos. Entre los extranjeros que se unieron a la lucha, al principio, muchos procedían de Argelia. A finales de los 80, esos veteranos argelinos de Afganistán empezaron a regresar a su país y formaron la base del Grupo Armado Islámico (GIA), que intentó derrocar el régimen por la fuerza después de que la junta militar que gobernaba el país abortaran las elecciones que habrían llevado al Frente Islámico de Salvación (FIS) al poder en enero de 1992. Apodados “los afganos”, emplearon los métodos que habían aprendido en el país centroasiático para enfrentarse a las fuerzas de seguridad argelinas. Como habían hecho en Afganistán, luchaban en nombre del islam. Fue un enfrentamiento brutal y muy sucio que costó al menos 200.000 muertos, miles de desaparecidos, la huida de cientos de miles de personas a Europa y una enorme destrucción.

En 1998, cuando Brzezinski concedió su entrevista, estos datos eran de sobra conocidos. Sin embargo, seguía sin entender que los que habían luchado contra los rusos en Afganistán no lo habían hecho para defender los valores liberales frente al totalitarismo sino una tierra del islam amenazada por un invasor al que consideraban la encarnación del ateísmo.

En un análisis metódico y muy elegante, Jihadisme européen, Quels enjeux pour l’avenir?, Hugo Micheron sostiene que “lo que el historiador estadounidense Francis Fukuyama proclamó que era el fin de la historia fue, para los combatientes yihadistas, el principio de la suya”. Es posible que la gran oleada de atentados terroristas islamistas en Europa, hasta 150, con el resultado de 800 muertos y 5.000 heridos entre el 11-S y 2022, haya terminado por ahora. El Califato Islámico en Oriente Medio quedó destruido en 2019, pero el problema yihadista se niega a desaparecer. En los últimos 40 años ha sufrido altibajos, pero el relato fundacional de los guerreros islámicos que luchan contra los infieles sigue teniendo tanta fuerza como siempre.

La geografía de la lucha varía: además del país de Cham (Siria) —Cham ard mubaraka, Cham es una tierra bendita— en los años 2000, el tirano (taghout) contra el que se enfrentan los salafistas más recalcitrantes oscila entre el régimen argelino y las milicias serbias, pero la lucha, desde su punto de vista, no ha terminado. En la introducción de su libro, el autor señala que, cinco años después de los atentados contra Charlie Hebdo y el Hyper Cacher (7-9 de enero de 2015) y la sala de música Bataclan (13 de noviembre), no hay ningún diagnóstico unánime sobre lo ocurrido. Entre 2012 y 2018, con la guerra de Siria, las redes yihadistas atraparon a 2.000 hombres y mujeres franceses, se impidieron 59 atentados en Francia y se cometieron otros en Bélgica, Reino Unido, España y Alemania.

De ahí las fascinantes páginas en las que el autor cuenta cómo siguen reclutando los yihadistas en las cárceles francesas —imponen normas halal incluso a los musulmanes que están presos por delitos comunes—,  y cómo esas prisiones son centros de intercambio de información entre las redes yihadistas locales en Europa, el servicio activo, por así decir, siempre y cuando las circunstancias en Cham sean favorables, y las trayectorias vitales individuales. La obra está construida en torno a estos tres temas. La mayoría de los atentados terroristas cometidos en Francia fueron obra de ciudadanos franceses que se habían educado en colegios del país. Lo mismo que en el Reino Unido y Bélgica.

Este libro es el mayor estudio sociológico, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo, sobre el yihadismo francófono. El autor ha realizado encuestas detalladas en los barrios franceses y belgas afectados por el reclutamiento yihadista. Sus entrevistas con 80 presos “devueltos por el Estado Islámico y Jabat al-Nusra (Al-Qaeda en Siria)”, que están recluidos en cárceles francesas, se combinan con un trabajo de campo en Oriente Medio para ofrecer el que es seguramente el análisis más convincente de un fenómeno complejo que los servicios de seguridad de los países occidentales tardaron mucho tiempo en comprender, lo que les hizo calificar con demasiada frecuencia a los autores de los atentados terroristas de “lobos solitarios”.

Micheron señala las dos reacciones más comunes ante el islamismo en las sociedades occidentales, en las que los atentados terroristas provocan debates histéricos: las fuerzas políticas de derechas se apresuran a estigmatizar todo lo que tenga que ver con el islam, los árabes y el Medio Oriente en general. En la izquierda, muchos argumentan que la violencia es consecuencia de las malas condiciones de vida y la discriminación que sufren los ciudadanos de origen norteafricano o subsahariano. Es decir, los eslóganes se apoderan del debate público y lo paralizan. Se podría añadir que los europeos cultos tienen un desconocimiento notable sobre el islam y sobre la historia colonial del siglo XIX, cuando Francia y Gran Bretaña lograron dominar Oriente Medio y el norte de África. Los yihadistas, a veces, se escudan en la violencia de la historia colonial para justificar su propia violencia. La extravagante reescritura de la historia francesa promovida por el polemista de extrema derecha Eric Zemmour ocupaba todos los medios de comunicación hasta la guerra de Ucrania, lo cual demuestra el peso que tiene la histeria sobre el islam y la inmigración de musulmanes a Europa en el debate democrático. El terrorismo alimenta el miedo en unas sociedades que han olvidado lo que es una guerra y no recuerdan la violencia infligida en los países musulmanes por dos siglos de colonialismo francés y británico.

El autor explica por qué, en su opinión, reducir el yihadismo a los atentados terroristas es un gran error. Los atentados son

Muslim Prayers On The Holy Fasting Month Of Ramadan
Musulmanes rompen su ayuno durante el Iftar, el sagrado mes de ayuno del Ramadán, el 26 de abril de 2022 en Roma, Italia. (Foto: Stefano Montesi – Corbis/Corbis vía Getty Images)

el colofón de una historia mucho más compleja que hay que entender. “Ver las últimas secuencias de una película no explica la historia que ese film quiere contar”. Su segundo argumento es que la historia ideológica y política del yihadismo es mucho más amplia y no se limita a movimientos concretos como Al Qaeda, Daesh y los grupos derivados de ellos en Europa y Oriente Medio. La destrucción de un grupo específico “no implica automáticamente la de la ideología que le dio su fuerza, ni la del proyecto utópico —construir un Estado islámico e imponer la sharia— que ha galvanizado a sus seguidores en todo el mundo. La desintegración de la entidad territorial que controlaba el Daesh entre Siria e Irak y la muerte del califa Abou Bakr al Baghdadi en 2019 no resuelven de forma instantánea el problema del yihadismo francés o europeo, que tiene raíces endógenas y estructurales”.

Micheron arroja nueva luz sobre el mapa yihadista europeo, especialmente en Francia y Bélgica. Los combatientes proceden de unas cuantas ciudades, unos cuantos barrios, que no coinciden exactamente con el mapa de la marginación socioeconómica. Esta circunstancia le ha animado a mirar más allá de las explicaciones socioeconómicas tradicionales para indagar las causas profundas de la radicalización europea, las dinámicas sociorreligiosas y socioculturales de las dos últimas décadas, a las que da más importancia. La historia que cuenta sobre el crecimiento de las redes yihadistas en el distrito de Le Mirail, en Toulouse, y en la región montañosa de Ariege, en las estribaciones de los Pirineos, es apasionante. En Siria hubo 200 “occitanos” entre los que se encontraban cuatro generaciones de algunas familias, antiguos traficantes de drogas y estudiantes universitarios, todos ellos residentes en un radio de 100 kilómetros. Una granja aislada en Artigat servía de discreto centro de enseñanza y formación. En este falansterio, que estaba en contacto permanente con Siria y otros grupos afines, se fomentaba el matrimonio entre los miembros de la comunidad. Mohamed Merah, a cuya matanza de soldados franceses de origen norteafricano que estaban fuera de servicio, en Toulouse y Montauban (11 y 12 de marzo de 2011), siguió de inmediato el asesinato de un rabino y tres niños en la escuela judía Ozar Hatorah de Toulouse (19 de marzo), justificó los atentados por la intervención de Francia en la guerra de Afganistán y porque “los judíos matan a nuestros hermanos en Palestina”. El análisis que hace el autor del barrio bruselense de Molenbeek también es fascinante.

Otro aspecto importante que demuestran sus libros es que no se ataca a Francia por su historia de “laicidad”, en contra de lo que dicen muchos políticos y periodistas. Francia, Gran Bretaña y Alemania tratan a sus ciudadanos musulmanes de forma diferente y los tres países han sufrido el terrorismo yihadista. También lo ha sufrido Escandinavia, que ni siquiera tiene una historia colonial digna de tal nombre. El único Estado que se ha librado del terrorismo yihadista es Italia.

Aunque muchas comunidades musulmanas de Europa viven en zonas muy perjudicadas por el cierre de viejas industrias, hay otros dos factores que han facilitado la propagación de estas redes: la digitalización, que permite una forma de conexión internacional imposible hace 20 años, y la llegada de nuevas poblaciones de inmigrantes a distritos de grandes de ciudades francesas, británicas y alemanas, donde los que participaron en las guerras de Bosnia, Argelia y Afganistán pueden intercambiar recuerdos y soñar con nuevos medios, formas y lugares para luchar. Los factores internos y externos se complementan de una manera que los servicios de seguridad occidentales tardaron años en comprender.

Cuando el periodista Fareed Zakaria predice en la CNN el desmoronamiento de los grupos militantes yihadistas (The Washington Post, 29 de abril de 2021), se une a expertos como Francis Fukuyama y otros, especialmente en Francia, que son muy queridos por los medios de comunicación a pesar de que sus audaces predicciones suelen quedar desmentidas por los acontecimientos posteriores. Nunca ha sido tan necesario como ahora un análisis académico bien documentado, un conocimiento profundo y matizado de una historia que no va a desaparecer. Europa no podrá confiar en los errores cometidos por sus enemigos: ya es hora de que sus dirigentes y sus periodistas aborden la complejidad del yihadismo que ha crecido en su corazón.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.