
El gigante africano ha aplazado seis semanas la cita que tenía con las urnas el 14 de febrero. La polémica justificación es la necesaria intervención de fuerzas internacionales para garantizar el voto en el noreste del país. No solo se trata de la elección de un presidente, sino también de un examen crucial para la unidad de Nigeria. He aquí varios factores a tener en cuenta.
La crueldad no decible de Boko Haram. Su escalada de ensañamiento –segó la vida de más de 10.000 personas en 2014 y en lo que va de año ya ha asesinado a más de 2.000, casi un centenar de ellos en Camerún y varios en Níger–, le ha bastado para poner en jaque mate la consulta en Borno, Yobe y Adamawa, los estados del noreste donde la banda se ha hecho fuerte. Aunque no la han reclamado, se les atribuye la autoría de un intento de atentado contra el actual presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, al finalizar un mitin el pasado 2 de febrero.
Tanto el Gobierno como el que no hace mucho fuera el Ejército más sólido y numeroso de África son incapaces de hacer frente a los radicales islamistas, por ello la Unión Africana acaba de aprobar el despliegue de 8.700 militares para combatirlos.
Es ingenuo creer que en seis semanas se va a hacer lo que no se ha hecho en casi seis años, tiempo que dura la versión más cruenta de la insurgencia, pero es razonable pensar que la actuación de las tropas internacionales posibilitará al cuerpo castrense nigeriano cuidar de la seguridad del evento.
A pesar de todo, muchos votantes ven a los insurrectos como un problema más en un país grande y diverso, que sólo afecta al remoto y pobre noreste y países vecinos, así como de modo ocasional a la capital y otras ciudades mediante aislados ataques con bombas.
Los candidatos con más posibilidades. Tan solo dos de los 25 partidos inscritos cuentan con opciones de llegar al poder. Por un lado, el conservador Partido Democrático Popular (PDP) que domina la escena política nigeriana desde el fin de los gobiernos de juntas militares, hace 15 años; y por el otro, el Congreso de Todos los Progresistas (APC por sus siglas en inglés), una formación socialdemócrata creada en 2013 por la fusión de los cuatro principales grupos de oposición.
El candidato del PDP es el actual presidente de Nigeria, Goodluck Jonathan, un cristiano del sur que presentándose a su reelección rompe un pacto no escrito por el cual musulmanes y cristianos alternan candidatura cada dos mandatos. Además de la apertura de esta demoledora crisis interna –tránsfugas incluidos– también hay que añadir su incapacidad para combatir tanto la insurgencia yihadista como la corrupción –declaró que robar no lo es–. La malversación de casi 30.000 millones de dólares de la que está acusada la actual Administración ...
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