Claves para entender la eterna victoria del MPLA y vislumbrar el futuro de Angola.

El pasado 31 de agosto el pueblo angoleño volvió a acudir a las urnas por tercera vez en su historia. Tras el trágico recuerdo de las elecciones del 1992, que acabaron con el reinicio de la guerra, y la extrañeza de los comicios del 2008 en la que el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) se alzó con la victoria con un 82% de los votos, el pueblo angoleño se enfrentó a unos nuevos comicios cuyos resultados no pueden ser más esclarecedores: MPLA 71,87%, UNITA 18,65% y CASA CE 6,06%. José Eduardo dos Santos, Presidente desde 1979, gobernará cinco años más sin una oposición significativa. Pese a las continuas quejas de la oposición, las misiones de observación electoral lideradas por la SADC (Southern African Development Community) y la CPLP (Comunidad de Países de Lengua Portuguesa) han sido tajantes en sus informes: no han existido irregularidades significativas y los comicios han sido libres y justos.

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Angola se ha convertido en los últimos años en el país más pujante del África Subsahariana. Su producción petrolífera (cercana ya a los dos millones de barriles diarios, según el ministerio de Petróleo del país) le sitúa como el segundo productor de la región tras Nigeria. A esto se le suma una inmensa riqueza mineral todavía por explotar. Si a esta ecuación añadimos una estabilidad institucional creciente y la continuidad del partido en el gobierno con un margen tan significativo, nos daremos cuenta de la trascendencia económica de este Estado africano en los próximos años no hará más que consolidarse.

Tras estas elecciones conviene analizar el porqué de la eternización en el poder del MPLA y la trascendencia que estos resultados tendrán tanto en el panorama interno como en el ámbito internacional.

Comprendiendo la victoria del MPLA

Una vez conocidos los resultados de las elecciones angoleñas es tiempo de análisis. Para cualquier espectador externo, la lógica temporal (37 años en el poder) unida a unos resultados tan abultados (71,87%), le impone la idea de fraude, pero existen muchos otros factores que justifican unos resultados tan desproporcionados y que debemos analizar con detalle.

El primero debemos buscarlo en la historia. Angola vivió durante 27 años una guerra civil que asoló el país y que tuvo un punto de inflexión importante en 1992. Hasta la caída del muro de Berlín los contendientes se vieron apoyados por los dos grandes bloques: el MPLA encontró el respaldo en la URSS y, sobretodo, en la Cuba de Castro y la UNITA se alió con la Suráfrica del apartheid (curiosa paradoja), los Estados Unidos de la caza de brujas y el pintoresco Zaire de Mobutu. Pero la guerra fría acabó y las lógicas internas de los Estados donde se había externalizado el conflicto acabaron con ella. A nadie le convenía ya una Angola enfrentada, más aún cuando el MPLA controlaba unos yacimientos de petróleo demasiado jugosos como para ser abandonados en brazos de un enemigo innecesario.

En 1992 se realizaron las primeras elecciones. Los resultados no pudieron ser peores: el reinicio de la guerra, la masacre en Luanda de la cúpula militar de la UNITA y el rechazo de todos sus antiguos aliados a seguir apoyando a Jonas Savimbi, fundador de esta organización. Y aquí es donde tenemos una de las principales razones que sostienen la victoria aplastante del MPLA: la traición a la que se vio sometido Savimbi por parte de todos sus aliados occidentales y la consolidación del MPLA en el poder transformaron a la UNITA en grupo guerrillero sin escrúpulos que pagó sus frustraciones con todo aquel que se encontró a su paso.

El segundo de los factores que justifican los resultados de los actuales comicios es el dinero: durante los últimos años el MPLA ha conseguido hacerse de tal manera con el aparato del Estado que ya resulta complicado diferenciar qué es el Estado y qué el partido. Con los medios de producción en sus manos (cuya posesión se atribuyeron durante tanto tiempo a los grandes capitalistas) y el desarrollo desproporcionado de un aparato de información y propaganda, el  MPLA controla  los medios de comunicación y la educación, situándose en una posición de fuerza tremenda respecto al resto de los partidos.

El tercero es el miedo, pero no una represión física, sino a la pérdida de las prebendas que el MPLA ofrece a todos aquellos que le rodean. Es una adaptación inteligente del sistema cleptocrático que caracterizó al régimen de Mobutu: el clientelismo funciona de tal manera y se dispersa con tal rapidez que mucha gente teme morder la mano que le da de comer. El partido es el sistema. Y estar fuera del partido es, por ende, estar fuera del sistema.

El cuarto motivo está también en la psique de los votantes angoleños: la creencia generalizada de que no existe ningún grupo político con la organización y la capacidad de gobernar el país mejor que el MPLA. Y esto, que puede parecer una razón obvia para canalizar el voto en cualquier democracia, tiene aquí mayor transcendencia: los partidos políticos de la oposición no tienen (por motivos internos y externos) la organización necesaria para asumir el poder de forma no traumática. A esto se le suma un pensamiento que ronda las cabezas de los ciudadanos en muchos de los países de África. Como decía un votante el día de las elecciones: “nadie hace política con la barriga vacía”. Y esto supone que el que llegue tendrá que llenársela y llenársela a los suyos. Y todos sabemos que alrededor de un partido en África hay muchas barrigas que llenar. Es la plasmación angoleña del voto útil europeo: un voto a la estabilidad del menos malo.

Y todo esto nos lleva a la última de las razones que están detrás de la victoria del MPLA: la oposición y su posición con el Gobierno. La oposición en Angola ha seguido desde el 1992 un errático camino que la ha debilitado frente al electorado angoleño. En ese año la UNITA sufrió su primera escisión, la UNITA renovada. Desde entonces decenas han sido los políticos que poco a poco se han ido integrando en el aparato del MPLA, dejando cada vez más huérfanas las filas de la oposición. La prueba más fehaciente de este hecho se ha producido en los recientes comicios: la escisión de CASA CE y su carismático líder Abel Apalanga Chivukuvuku de la UNITA, meses antes de las elecciones, supuso el golpe de gracia definitivo a la candidatura opositora. Lo mismo aconteció con el FNLA, teórico tercer partido en discordia que sufrió una división que ha reducido su apoyo al 1% de la población. Cuánto de culpa de estas escisiones la tienen los propios partidos y cuánto el MPLA es una pregunta difícil de responder, pero lo cierto es que por las razones que sea la oposición todavía no ha conseguido consolidar un grupo serio y creíble que suponga una alternativa para el elector angoleño.

Y tras estas razones cabría preguntarse, ¿es que entonces nada de las políticas reales aplicadas por el MPLA en los últimos años son suficientes para soportar su victoria? Sí y no. “Sí” porque efectivamente en todos estos años en Angola se ha producido un salto cualitativo importante en muchos aspectos de la vida diaria: las infraestructuras, la distribución eléctrica y de agua han mejorado, el acceso a educación se ha ampliado y  a la la salud ha mejorado. Hay que decir también que el punto de partida de todo ello era ciertamente bajo tras tantos años de guerra. Y “no” porque en la población existen dos percepciones que están minando la popularidad del partido pese a su victoria. La primera es la desmedida corrupción de sus líderes. Y la segunda, la certeza que acompaña a las clases bajas de la población de que desde 2008, y por primera vez desde el fin del conflicto armado, está empeorando su nivel de vida. Y es en estos dos motivos en los que se basa la pérdida de un 10% de votos respecto a los comicios anteriores.

Para el MPLA, por extraño que parezca, estas elecciones han sido un toque de atención, sobre todo teniendo en cuenta que en la provincia de Luanda, donde se encuentra un tercio del electorado y la mayor parte de la masa crítica, han dejado escapar un 20% de sufragios. El pueblo cada vez se da más cuenta de las carencias de sus líderes, y si estos no cambian de actitud, las próximos comicios podrían ser una historia completamente diferente.

Angola seguirá hablando chino

Por otro lado, una de las principales implicaciones de la aplastante victoria de José Eduardo dos Santos será la consolidación y ampliación de sus relaciones económicas con China. Desde el final de la guerra el gigante asiático ha sido el principal socio estratégico del país austral. Los créditos concedidos de Estado a Estado procedentes de China ascienden a más de 20.000 millones de dólares (unos 15.500 millones de euros) en un esquema de devolución a siete años pagaderos en petróleo. Además estos préstamos suponen la contratación de un pull de empresas chinas para la ejecución de las obras. En 2010, el año en el que el mundo estaba inmerso en la crisis económica, los intercambios comerciales entre China y Angola ascendieron a 24.800 millones de dólares, pasando Angola a ser el segundo principal suministrador de petróleo al país asiático.

Las obras chinas se extienden con sus peculiares formas a lo largo y ancho de todo Angola. La más importante de todas ellas ha sido la “Ciudad fantasma de Kilamba”. Una nueva urbe creada al estilo chino (cientos de torres de varios colores se elevan junto a la carretera) con un coste total de 3.500 millones de dólares y que pretende albergar a medio millón de personas. Hasta el momento se han vendido escasamente doscientos apartamentos. Pero este es sólo un ejemplo. El nuevo aeropuerto de Luanda, la mayoría de la red de carreteras, los nuevos rascacielos del centro de la ciudad y decenas de obras en las provincias son algunas de las concesiones de las que las empresas chinas se han beneficiado.

Cómo estas elecciones afectarán a las relaciones chino-angoleñas parece poder adivinarse mirando a las listas electorales. El segundo candidato del MPLA y, por consiguiente, electo vicepresidente de la nación, es Manuel Vicente. La nueva figura del partido era popularmente conocido hasta hace unos meses por ser el Presidente del holding público del sector petrolífero Sonangol. Seis meses antes de los comicios fue designado ministro de Estado para la Coordinación Económica, o lo que es lo mismo, el nexo de unión entre el resto de los ministros y el Presidente. La designación de Manuel Vicente como segundo cabeza de lista del partido no hizo más que marcar el camino hacia una sucesión en el poder que parece podría realizarse en los próximos años. Además de todos estos cargos públicos y de su meteórica carrera hacia la presidencia, Manuel Vicente es también el presidente de un oscuro holding empresarial denominado China Sonangol o China International Fund. Este fondo, del que se desconoce prácticamente todo por su opacidad y falta de transparencia, parece ser el principal intermediador petrolífero entre China y Angola, y uno de los principales gestores de los fondos bilaterales concedidos por Pekín. En este sentido, la apuesta por la continuidad e incluso profundización de las relaciones chino-angoleñas parece estar garantizada.

Además hay que destacar el periodo de turbulencias que están atravesando las relaciones entre Estados Unidos y Angola. Tras un problema diplomático que se manifestó con el cierre de las cuentas de la Embajada de Angola en Estados Unidos debido a problemas de transparencia, City Group decidió a finales de 2011 bloquear las cuentas de Sonangol por su “exposición extrema a la corrupción”. Además, el candidato opositor, Chivukuvuku, ha sido vinculado durante todo el periodo electoral con un apoyo directo de EE UU, respaldo que por supuesto no ha sido demostrado y que parece haber sido alimentado por las élites de poder angoleñas. Estas tensas relaciones se multiplicaron cuando, tras las recomendaciones de transparencia del recién nombrado Embajador estadounidense en Luanda, éste no fue acreditado como observador internacional para los comicios.

Todo parece favorecer un mayor estrechamiento de las relaciones entre China y Angola en un momento en el que África está volviendo a convertirse en el tablero de juego de una carrera por los recursos entre las dos superpotencias.

El futuro incierto de la población

Y entre todos estos asuntos de alta política se encuentra la población angoleña. Bajo el lema “Crecer más, distribuir mejor”, el septuagenario líder angoleño ha conseguido convencer al electorado de su permanencia en el poder. En frente el panorama no parece tan alentador como sus líderes parecen mostrar. Con una población que vive entre la pobreza y la extrema pobreza (más del 70%) y una esperanza de vida de 42 años, poco parece transmitir el anuncio de un 10% de crecimiento del PIB durante este año. Las cifras macroeconómicas ya se han logrado y, con excepción de la inflación que continúa en dos cifras (12% en 2011), el resto de indicadores económicos parecen haberse estabilizado. El problema lo encontramos cuando se intenta trasladar estas cifras a una población que vive todavía anclada en la trampa de la pobreza y cuyas condiciones no han mejorado sustancialmente en los últimos cuatro años. Con China o sin ella, Angola debe encontrar el camino para convertir sus altas cifras de crecimiento en la mejora de condiciones de vida para sus ciudadanos. De no conseguirlo, quién sabe si tarde o temprano viviremos una primavera negra.