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Dos personas camina al lado de un grafito que dice "Lula, inocente" en Porto Alegre, Brasil. Jefferson Bernardes/AFP/Getty Images

Decepcionados por la corrupción, más de la mitad de los brasileños no van a votar en las próximas elecciones de octubre.

“Hace unos años que me decanto por el voto nulo. Es mi forma de decirles a los partidos que no confío en ellos y que no me siento representado. Sé que es una protesta que no va a surtir ningún efecto, pero es lo único que puedo hacer”. Claudio Nunes, un profesor de matemática de 49 años que vive en la periferia de Río de Janeiro, encarna al 31% del electorado brasileño. Según un reciente estudio de la empresa de investigaciones de mercado Ibope, un tercio del electorado asegura que votará nulo o en blanco en las elecciones generales y presidenciales del próximo mes de octubre, mientras que el 28% todavía no sabe si votará, ni a quién. En total, el 59% de los brasileños muestra un claro rechazo hacia los políticos.

“El desencanto de la ciudadanía tiene mucho que ver con los escándalos de corrupción, que envuelven a casi todos los partidos. Esto ha llevado a una desconfianza generalizada. Los electorales piensan que no vale la pena votar a uno u otros porque va a haber corruptos de cualquier forma”, afirma Sergio Praça, profesor de Ciencias Políticas de la Fundación Getúlio Vargas (FGV) de Río de Janeiro.

Los datos de Ibope confirman esta teoría. El 45% del electorado se declara “pesimista” o “muy pesimista” con respecto a los comicios de octubre para elegir al presidente de Brasil. Según este centro de investigación, detrás del alto nivel de pesimismo hay un claro desinterés por las elecciones. La encuesta de Ibope muestra que el 38% de los ciudadanos  afirma que no tiene “ningún interés” en los comicios y el 23% dice que tiene “poco interés”, lo que suma el 61% de los entrevistados.

Las razones de este pesimismo son variadas. En la encuesta Retratos de la Sociedad Brasileña 43 – Perspectivas para las elecciones, el Ibope preguntó a los votantes el por qué de tamaña desilusión. El 30% apuntó a la corrupción, el 19% a la falta de confianza en el Gobierno y en los candidatos, el 16% a la falta de opción entre los candidatos y el 11% a la falta de cambio y de renovación. “Esto demuestra que la mayoría de los electores no creen en los políticos y en los partidos. Yo calculo que en octubre el dato del no voto acabará situándose entre el 48% y el 52%”, señala a esglobal Paulo Baía, profesor de Sociología en la Universidad Federal de Río de Janeiro.

“El absentismo será bastante elevado sobre todo en las elecciones al Parlamento, porque escoger a un diputado es mucho más complicado que elegir a un presidente. Hay muchos candidatos de muchos partidos diferentes y aún más información en la televisión. Para muchos electores no resulta fácil tener una opinión formada”, asevera Sergio Praça, de la FGV.

En cuanto al perfil sociológico de los que se niegan a votar, para Paulo Baía corresponde prácticamente a toda la población brasileña. “Incluye a pobres y a ricos, a hombres y a mujeres. El arquetipo del no votante corresponde al perfil demográfico de Brasil y a todas las categorías sociales. El desencanto en este sentido es muy democrático”, sintetiza este sociólogo.

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El candidato a las presidenciales Jair Bolsonaro se hace una foto con militares en un evento en Sao Paulo, Brasil. Nelson Almeida/AFP/Getty Images

Aún así, los datos evidencian que las mujeres son responsables de la mayoría de los votos en blanco y nulos declarados en las encuestas realizadas de cara a las próximas elecciones presidenciales. Según el Ibope, seis de cada 10 electores que piensan no votar son mujeres de entre 35 y 44 años, decepcionadas con los escándalos de corrupción que envuelven a la clase política y preocupadas con el rumbo de la economía. Algo parecido pasa entre los indecisos. Si ellas representan el 52% del electorado nacional, las que todavía no se han decantado por un candidato son el 55%.

Para la politóloga Hannah Maruci, del Grupo de Estudios de Género y Política de la Universidad de São Paulo, las iniciativas a favor de las necesidades de las mujeres son las primeras que son sacrificadas cuando hay recortes presupuestarios, lo que ayudaría a explicar el descontento del electorado femenino. La reestructuración de la Secretaría de Políticas para las Mujeres, que en el Gobierno de Michel Temer perdió el estatus de ministerio, es una clara demostración de este fenómeno. “Ellas sienten el peso mayor de la crisis y del desempleo”, afirma Maruci.

Para atraer el voto femenino, muchos de los candidatos a la presidencia de Brasil han escogido a mujeres como vicepresidentas. Es el caso del Geraldo Alckmin (PSDB), que ha nombrado a la senadora Ana Amelia Lemos. Ciro Gomes (PDT) ha elegido a la también senadora Katia Abreu y ha prometido que formará un Gobierno enteramente paritario, con un 50% de ministras. El izquierdista Guilherme Boulos (PSOL) tiene a la líder indígena Sônia Guajajara de segunda, lo que supone una novedad absoluta en Brasil, ya que nunca antes una activista indígena había concurrido a este cargo. Por su parte, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en la cárcel desde el pasado 7 de abril por corrupción y lavado de dinero, ha nombrado de forma temporal al ex alcalde de São Paulo Fernando Haddad, pero todo apunta a que a mediados de agosto confirmará como su vicepresidente a Manuela D’Ávila, del Partido Comunista de Brasil.

Según Esther Solano, profesora de sociología de la Universidad Federal de São Paulo, los altos índices de abstención son muy preocupantes y, al mismo tiempo, muy comprensibles. “Lo denomino el efecto post Lava Jato [en relación al proceso relacionado con el desvío de fondos y las propinas de la petrolera estatal Petrobras, que ha llevado al banquillo a decenas de políticos y empresarios]. En Brasil siempre hubo una confianza muy baja en los partidos políticos y en el Congreso. Es un país que históricamente no confía mucho en sus estructuras de representación partidaria. Pero después de la Lava Jato, el desencanto y la frustración han alcanzado un nivel muy alto porque la impresión que ha quedado en la sociedad es que los partidos son máquinas de corrupción. Esto es muy peligroso porque deja espacio a populistas como Jair Bolsonaro, que se alimentan de todo eso”, analiza esta socióloga española.

En el último sondeo publicado, Bolsonaro aparece como la segunda preferencia en un escenario con Lula candidato con el 15% de la intención de voto. En cambio, si la candidatura del expresidente es prohibida por el Tribunal Superior Electoral, Bolsonaro aparece en el primer lugar con el 17% de sufragios. Este político que se declara antisistema, a pesar de llevar casi 30 años ocupando escaños en la ciudad de Río de Janeiro primero y en el Parlamento federal después, ostenta otra peculiaridad: parece capaz de atraer el voto de los más jóvenes. El 23% de los electores de entre 16 y 24 años declaran que se decantarán por él, según un sondeo de Datafolha. En la actualidad, de los 147,3 millones de electores de Brasil, unos 23 millones son jóvenes de hasta 24 años, lo que supone el 15,6% del electorado.

El elevado abstencionismo y los votos nulos y en blanco no son una novedad en el conturbado panorama político de Brasil. De hecho, es una tendencia que se viene reforzando desde las últimas elecciones generales de 2014, cuando en la primera ronda de los comicios el número de abstenciones alcanzó los 27,6 millones; el de los votos en blanco los 4,4 millones; y los votos nulos los 6,6 millones, juntando un llamativo 29,03%. En la práctica, tres de cada 10 electores, o lo que es lo mismo, 38,6 millones de brasileños renunciaron a su derecho a escoger a su presidente en un país en el que el voto por ley es obligatorio.

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Colegio electoral durante las elecciones en el estado de Amazonas, Brasil. Raphael Alvés/AFP/Getty Images

Desde entonces, la situación ha empeorado, como ha quedado patente en las elecciones locales de 2016 y en los comicios extraordinarios del estado de Amazonas, en 2017, y del estado de Tocantins, en junio de 2018. “Hace dos años en casi todas las 26 capitales de Brasil la media del no voto, es decir, la suma de abstención, voto nulo y en blanco llegó al 47%. En ciudades como Río de Janeiro y São Paulo la cantidad del no voto fue incluso superior a los votos recibidos por el candidato situado en primera posición”, señala el sociólogo Paulo Baía.

En Río de Janeiro el 24,28% de los electores, es decir uno cada cuatro, decidieron no ir a votar, pagando una multa simbólica por no cumplir con la obligación de acudir a las urnas. Hubo 1.866.621 sufragios en blanco, nulos y abstenciones. En São Paulo fueron 3.096.304. El alcalde João Dória (PSDB), que se estrenaba en la escena política con el argumento de ser un outsider de la política, ganó las elecciones en el primer turno con 3.085.187 votos, es decir, con unas 11.000 preferencias menos que la suma de los votos inválidos.

“Se trata de un fenómeno nuevo. Nunca antes el no voto había superado el umbral del 30%. Pasar de repente al 47% es muy llamativo. Sin olvidar que en las elecciones del Estado de Amazonas, el año pasado, se llegó al 50%. Este aumento, si bien puede ser interpretado como indignación o desencanto de la población con la política, en realidad es una dinámica que alegra a los políticos. De esta forma para ellos es más fácil ganar las elecciones, ya que para el resultado final no importa la cantidad de no votos o la abstención. Lo único que cuenta son las papeletas a favor. En Brasil las elecciones son válidas aunque vote solo 1% de la población”, explica Baía.

La Constitución de Brasil de 1988 establece que solo cuentan los votos válidos. Sin embargo, el Código Electoral de 1965 prevé la anulación de las elecciones en el caso de que haya más del 50% de votos nulos en una elección mayoritaria, sin hacer referencia a la abstención. Para algunos sociólogos y politólogos brasileños, anular el voto es una opción como otra cualquiera y hasta la fecha no ha conseguido realmente incidir en el desempeño, ni en la estrategia de los principales partidos.

En las elecciones del estado de Tocantins celebradas el pasado mes de junio, el 19% de los votantes apostaron por anular su voto, mientras que el 30% se abstuvo. En otras palabras, la mitad de los 444.000 electores de esta región, ubicada en el norte de Brasil, desautorizó a sus representantes. “Yo creo que el desinterés por la política en Brasil va mucho más allá de los escándalos de corrupción y el caso Lava Jato. Esto puede ser el motivo más presente en la cabeza de los electores en este momento, pero tiene que ver con una crisis de representatividad mucho más amplia. Las personas no van a votar porque no sienten que los políticos les representan realmente”, asegura Ricardo Pinheiro, portavoz del Partido de los Trabajadores (PT) en Río de Janeiro.

¿Frente a este descalabro en la participación electoral y a la arraigada desconfianza de la población, cuál es la postura de los partidos? El sociólogo Paulo Baía sostiene que las formaciones políticas no tienen ningún interés en estimular la participación de los electores porque están acostumbrados a trabajar con una maquinaria política basada en el clientelismo. “El descrédito de la política es benéfico para las castas y las oligarquías. Los que tiene una buena estructura partidaria, obtendrán buenos resultados en octubre”, alega. “Los partidos deberían preocuparse seriamente con esta situación. En realidad lo que muchas formaciones de tamaño medio están haciendo es concentrar las energías y el dinero en las elecciones al Parlamento, en vez de apostar todo en las presidenciales. Es la manera de intentar que el partido sobreviva”, añade Sergio Praça.

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Una mujer camina bajo unos muñecos hinchables que representan a los ex presidentes Luda da Silva y Dilma Rousseff en el estado de Río Grande do Sul, Brasil. Carl de Souza/AFP/Getty Images

Esglobal entró en contacto con los principales partidos de Brasil para preguntar sobre este asunto, pero solo el PT accedió a la entrevista. Ricardo Pinheiro reconoce que su formación está muy preocupada con la baja participación del pueblo brasileño en las elecciones. “Nuestra estrategia para atraer más votos es mostrar al pueblo lo que fue Brasil en la época de Lula y el Brasil que está siendo construido ahora. En este sentido, esperamos convencer al electorado de que con Lula será posible llevar de nuevo Brasil hacia el camino del desarrollo”, dice este portavoz.

“Frente a esta enorme crisis de representatividad, esperamos que los electores entiendan que si participan y votan a Lula, será más fácil que cambie su día a día, porque él representa todas las conquistas que tuvieron hasta hace poco tiempo y que se han perdido con la crisis económica y con el Gobierno de Temer”, agrega. Desde el PT aseguran que está haciéndose un esfuerzo para intentar entender por qué los electores no van a las urnas y para convencerlos de que su partido les puede representar.

Lo que sí parece cada vez más claro es que el populismo de ultraderecha de Bolsonaro será capaz de capitalizar el descontento popular. Este excapitán del Ejército, que ha sido denunciado en más de una ocasión ante los tribunales brasileños por declaraciones de corte machista, racista y homófobo, se presenta ante el electorado como un hombre fuerte y honesto que puede ayudar a luchar contra la corrupción y la violencia, en un país en el que el año pasado se registraron más de 62.000 asesinatos.

Bolsonaro puede concentrar el voto de protesta, sobre todo si finalmente el Tribunal Superior Electoral decidiría invalidar la candidatura de Lula en base a la Ley de la Ficha Limpia, que impide que los políticos condenados en segunda instancia participen en las elecciones. De hecho, la figura de Lula puede ser un elemento clave en las presidenciales tanto para frenar la escalada de Bolsonaro como para reducir el número de abstenciones. Los datos de Ibope muestran que el número de votos nulos y en blanco, así como los indecisos aumentan en un escenario en el que Lula no es candidato. Durante la campaña electoral se verá si Bolsonaro es capaz de movilizar a los votantes defraudados a través de las redes sociales, ya que por el tamaño reducido de su partido no tendrá mucho tiempo de publicidad en la televisión.

Precisamente algunos politólogos de Brasil han puesto en marcha novedosas investigaciones para comprobar si se ha producido un cambio decisivo en la comunicación política y en el comportamiento de los electores en la era de las redes sociales. El resultado de los comicios presidenciales de octubre podría llegar a convertirse en un divisor de aguas en la ciencia política contemporánea.