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Con las grandes empresas digitales desempeñando, cada vez más, un papel geopolítico; algunos gobiernos empiezan a mostrar interés por esta nueva figura que cobra cada vez importancia. He aquí las claves.

En 2017, Dinamarca nombró un embajador para el sector tecnológico, comúnmente denominado “embajador tecnológico”, sin más. Los gobiernos francés y alemán parecieron seguir su ejemplo, aunque sus aspiraciones con el nombramiento son más limitadas. El embajador tecnológico francés se dedica sobre todo a restringir el uso de las redes sociales por parte de los terroristas y el representante especial alemán para la Tecnología y la Digitalización trabaja mayoritariamente en Berlín. Ninguno ha adquirido la importancia del puesto danés, con “embajadas tecnológicas” en Silicon Valley, Pekín y Copenhague (y seguramente una cuarta en Kenia) y con su propio podcast, “#Techplomacy Talk”.

En el momento de su creación, muchos (incluido este autor) pensamos que el puesto de embajador tecnológico era un truco como la “embajada sueca” en Second Life. Sin embargo, los tres últimos años han demostrado que la decisión de Dinamarca fue astuta y con visión de futuro. Las empresas tecnológicas y de Internet son cada vez más importantes en la configuración del entorno internacional. Muchos de los problemas que plantean son políticos y geopolíticos, más que técnicos o comerciales. Un ejemplo es la controversia sobre el acceso de Huawei a las redes mundiales 5G. Los expertos que asistieron a las reuniones sobre los criterios industriales del 5G no fueron conscientes de las connotaciones geopolíticas y de seguridad de que una empresa china, por primera vez, estableciera las normas del sector para nuevas tecnologías digitales. Ahora, los diplomáticos de Estados Unidos están intentando que las aguas geopolíticas vuelvan a su cauce de política exterior, pero con escaso éxito. En el futuro, las reuniones sobre normas industriales serán campos de batalla políticos además de técnicos, y los diplomáticos tendrán que trabajar con las empresas tanto como con los gobiernos.

El primer embajador tecnológico de Dinamarca, Casper Klynge, ha dicho que sus tareas fundamentales son recopilar información sobre avances tecnológicos nuevos y futuros, reunir información sobre progresos dentro del propio sector tecnológico, discutir aspectos éticos y regulatorios con las empresas tecnológicas, convencerlas para que establezcan en Dinamarca sus operaciones, centros de investigación o sucursales europeas y promocionar su imagen como país altamente digitalizado y en la vanguardia de las nuevas tecnologías y el pensamiento. La lista es muy similar a la de las labores de un embajador normal: recopilar información, discutir cuestiones regulatorias y promover los intereses económicos y la imagen internacional de su país. En la medida en que la discusión sobre los aspectos éticos y regulatorios incluye la protección de los datos y el bienestar digital de los ciudadanos daneses, se puede decir incluso que el embajador tecnológico lleva a cabo funciones de cónsul.

Como indica la lista de “deberes” de Klynge, los gobiernos necesitan dialogar con las empresas tecnológicas y de Internet sobre un amplio abanico de aspectos relacionados con la gobernanza digital, desde la protección de datos ...