Hace menos de 10 años, el mundo se congratulaba por haber hecho bien su tarea. Las rutas navieras internacionales más peligrosas, a través del estrecho de Malaca y el de Singapur, estaban bajo control después de años de audaces ataques piratas. Pero pronto surgió una amenaza mucho más peligrosa, con capturas más espectaculares y un incremento radical de los rescates: los piratas somalíes. Somalia, el Estado fallido por excelencia, posee una larga costa, una orilla sin ley y una afluencia continua de blancos vulnerables, por lo que reconstituye el sueño de todo bucanero. Los ataques han pasado del 16% del total mundial en 2007 a más de la mitad el año pasado, y no parece verse el fin, pese a los intensos esfuerzos internacionales para proteger los mares. Es muy difícil detener a los piratas actuales, y eso tiene mucho que ver con quiénes son: unas bandas en busca de rescates, que cuentan con patrocinadores financieros. No son los bandidos de la época de nuestros bisabuelos; utilizan GPS avanzados para seguir la pista a sus objetivos y llevan una abundante provisión de armas pequeñas. Ejercen su oficio en los espacios sin gobernar del mundo, y aprovechan a los funcionarios corruptos y complacientes que hacen la vista gorda.

 

Lo que quieren

Los piratas sólo quieren una cosa: el botín. Sea en dinero o en riqueza material, lo que empuja a los piratas al mar es el deseo de ganarse la siguiente paga. Y no son sólo los famosos rescates que se cobran casi cada semana frente a las costas mortales de Somalia. Los piratas roban todo lo que pueden: el equipamiento de la tripulación, aparatos electrónicos, ropa o incluso el propio barco. De los 980 ataques logrados en los cinco últimos años, en 527 robaron artículos que había a bordo. De hecho, ésa es la modalidad favorita en el Sureste asiático, el sur de Asia, Suramérica y el Golfo de Guinea. En cambio, el secuestro y la exigencia de rescate son más populares en Somalia, Nigeria y Malaisia, donde se produjeron en 159 ocasiones en ese mismo periodo, con 867 personas capturadas frente a Somalia sólo en 2009. ¿Hay algún caso en el que la piratería tenga más objetivos aparte del botín? La única excepción podría ser Nigeria, donde tiene un carácter político. Allí, algunos movimientos locales que buscan un reparto más equitativo de la riqueza del petróleo nigeriano han atacado plataformas petrolíferas y otras instalaciones marinas, han secuestrado a trabajadores extranjeros del sector y han robado combustible.

 

 

 

Un refugio

Los piratas buscan grandes recompensas con mínimos riesgos, por lo que Somalia –el Estado menos gobernado del mundo– es el refugio perfecto. Posee la costa más larga de África continental, y por los mares cercanos pasan más de 20.000 buques al año. Incluso aunque el número de ataques logrados sea bajo, esa mezcla hace que las posibilidades de cobrar rescates sean enormes. Y los riesgos son escasos. De los 650 piratas somalíes capturados desde finales de 2008, 460 están ya en libertad, según Lloyd’s Market Association, el departamento de investigación de la famosa aseguradora. En África, sólo Kenia y las Seychelles han aceptado juzgar a los presuntos piratas. Y no hay muchas posibilidades de que se los detenga en tierra; las autoridades locales suelen estar muy contentas de cobrar una parte de los beneficios.

 

 

 

Control de daños

Eludir la piratería actual es caro. Las primas de seguros de los barcos se disparan, las rutas alternativas añaden tiempo y coste a un trayecto, y los pagos de rescates pueden alcanzar decenas de millones de dólares. En marzo, Lloyd’s disponía de una lista de 19 países (enteros o en parte) que consideraba “zonas con riesgo de guerra”, una designación establecida por el Comité Conjunto de Guerra de la Asociación, de nombre muy apropiado. Los buques que navegan por esas zonas tienen la opción de cambiar de rumbo o pagar primas más elevadas, dependiendo del barco y de su cargamento. Por desgracia para las navieras, evitar el Golfo de Adén, seguramente la ruta más peligrosa del mundo, añade entre dos y tres semanas al viaje. Como consecuencia, casi todas las compañías prefieren aceptar la subida de tarifas y arriesgarse.

 

 

 

Gran comercio

El negocio de la piratería somalí comenzó de forma benigna, cuando unos pescadores locales descontentos decidieron formar un servicio de “ guardacostas para expulsar a los pesqueros de arrastre que se aprovechaban de la incapacidad del país para patrullar sus orillas. Hoy, sin embargo, la piratería es un negocio moderno y bien organizado, respaldado por financieros adinerados. el somalí corriente gana menos de 1.000 dólares al año (unos 822 euros); incluso el pirata de menos categoría puede ganar más de 20.000 dólares.

 

Están en todas partes

Aunque no ocupa tantos titulares, la piratería también es un problema importante fuera del Cuerno de África. De hecho, lo que más preocupa a los observadores es que Somalia
sea un ejemplo poderoso para las fuerzas criminales en otros Estados poco gobernados, que les haga pensar que, si asumen esa profesión, se van a encontrar con unos riesgos mínimos y unas recompensas muy elevadas.

 

 

 

Banderas falsas

Es difícil saber quién sale más perjudicado por la piratería. muchos buques alemanes, estadounidenses, japoneses y turcos no suelen navegar bajo sus propias banderas, sino que lo hacen con la de alguno de los 32 países de inscripción abierta, como panamá y liberia, que venden banderas de conveniencia. las navieras escogen qué país tiene normas laborales menos estrictas, menos impuestos y criterios de seguridad más relajados. DEBAJO, BUQUES ATACADOS POR BANDERAS (2003-2009):

 

 

Cómo detenerla

Algunos países han conseguido detener la piratería, no sólo el Imperio Británico. Por ejemplo, Indonesia ha dado grandes pasos contra ella en la última década. En la actualidad, una flotilla de buques de 17 países patrulla las costas de Somalia. Pero un puñado de navíos en un terreno más extenso que el Mediterráneo no puede evitar que continúen los saqueos.