No cabe sociedad civil sin la acción colectiva de los movimientos sociales, pero dependerá de la nueva generación posyugoslava que estos sean o no los futuros protagonistas de la región.
En 2007 uno de los cines más conocidos de Belgrado fue privatizado: el Zvezda. No hubo que esperar mucho tiempo para descubrir que el empresario, que había comprado 13 salones de actos más, solo quería rentabilizar la ubicación céntrica de la sala. Durante años, el edificio fue cayendo en el olvido y después en el abandono. 7 años después, 200 personas, el Pokret za okupaciju bioskopa allanó el edificio, lo limpió y continuó la proyección de películas. El cine había sido inaugurado en 1911.
Iniciativas como esta, evocarían una suerte de primavera balcánica, en sociedades que, por lo general, se han mostrado apáticas y resignadas, como también tendentes al seguidismo acrítico de liderazgos nacionalistas. Sin embargo, las encuestas sociales siguen mostrando desinterés por la política sin que, al mismo tiempo, el descontento no pare de aumentar. La última etapa parece haber consolidado el clientelismo político. Se observa en la militancia en los partidos con el objetivo de acceder a recursos materiales —en una versión 2.0 de las otrora ligas comunistas—; o en la concentración de la sociedad civil en ONG, algunas de las cuales a ojos de la opinión pública están más entregadas a la profesionalización de sus actividades que a la transformación social. El resultado, en cualquier caso, ha sido una fuerte fragmentación entre un magma político encorsetado y otro formado por amplios sectores ajenos a la política.

Tras la sufrida en los 90, los países surgidos de la ex Yugoslavia afrontan su segunda crisis. Esta se manifestó en la esfera global a partir del 2008, al calor de una recesión que duró hasta 2012, pero que todavía sigue coleando en los Estados de la región, que encuentran en la zona euro a sus principales socios comerciales. Ambas crisis se han acoplado con un incremento del desempleo en 2014-2015: 12-13% en Eslovenia, 14-15% en Montenegro, 16-20% en Croacia, 19-20% en Serbia, 27-28% en Macedonia, 35% en Kosovo y 43% en Bosnia y Herzegovina. A eso se le suma que la media de desempleo entre los jóvenes es de más de un 50%. Este es también el porcentaje relativo de jóvenes que desean emigrar fuera de la región. Sin embargo, no se han derivado movilizaciones equiparables a las ocurridas en España o Grecia.
Las crisis posyugoslavas y la claustrofobia nacionalista han generado problemas de fondo más complejos que los estrictamente materiales. A los esgrimidos tradicionalmente, como el individualismo económico o el colectivismo identitario, se suma un aspecto difícilmente ponderable: la autovictimización sigue desangrando a la sociedad por dentro, tanto a nivel empático como autocrítico, lo que afecta irremediablemente a la construcción de lazos sociales con vocación crítica y reivindicativa.
No por ello hay que desatender algunos aspectos novedosos. ...
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