Los mares serán los campos de batalla del siglo XXI.
Europa es un paisaje terrestre; Asia oriental, un paisaje marino. Y ahí está una de las diferencias cruciales entre los siglos XX y XXI. Las áreas más disputadas del planeta en el siglo pasado se encontraban en tierra firme, en Europa, especialmente en la extensión plana que volvía artificiales las fronteras occidentales y orientales de Alemania, dejándolas expuestas a la marcha inexorable de los ejércitos. Pero a lo largo de las décadas, el eje económico y demográfico del planeta se ha desplazado de forma considerable hacia el extremo opuesto de Eurasia, donde los espacios entre los grandes centros de población son esencialmente marítimos.
Debido a la forma en la que la geografía acentúa y establece las prioridades, estos contornos físicos de Asia Oriental auguran un siglo naval ─entendiendo naval en el sentido más amplio, que incluye las formaciones de batalla marítimas y aéreas, ahora que se han vuelto cada vez más inextricables. ¿Por qué? Sobre todo ahora que sus fronteras son más seguras que en cualquier otro momento desde el apogeo de la dinastía Qing a finales del siglo XVIII, Pekín está llevando a cabo una innegable expansión naval. Es a través del poder marítimo como China borrará psicológicamente dos siglos de irrupciones extranjeras en su territorio, obligando a todos los países de su entorno a reaccionar.
Los enfrentamientos militares terrestres y marítimos son muy diferentes, lo que afecta sobre todo a las grandes estrategias necesarias para poder ganarlas ─o evitarlas. Los terrestres involucran a las poblaciones civiles, lo que convierte los derechos humanos en un elemento característico de los estudios sobre la de guerra. Los marítimos conciben el conflicto como un asunto clínico y tecnocrático, reduciendo la guerra a meras matemáticas, en marcado contraste con las batallas intelectuales que ayudaron a definir los conflictos anteriores.
La segunda Guerra Mundial fue una lucha moral contra el fascismo, la ideología responsable del asesinato de decenas de millones de no combatientes. La guerra fría fue una lucha moral contra el comunismo, una ideología igualmente opresiva que gobernó los vastos territorios conquistados por el ejército rojo. El período inmediatamente posterior a la guerra fría se convirtió en una lucha moral contra el genocidio en los Balcanes y África Central, dos lugares donde la guerra terrestre y los crímenes contra la humanidad no se pueden separar. Más recientemente, una lucha moral contra el islam radical ha llevado a Estados Unidos hasta los confines montañosos de Afganistán, donde tratar de forma humanitaria a millones de civiles es fundamental para el éxito del conflicto. En todos estos esfuerzos, la guerra y la política exterior se han convertido en materia de estudio no sólo para soldados y diplomáticos, sino también para los humanistas y los intelectuales. De hecho, la contrainsurgencia representa, por decirlo de alguna manera, una especie de culminación de la unión entre efectivos uniformados y expertos en derechos humanos. Este es el remate de la evolución de la guerra terrestre hacia la guerra total en ...
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