Un país heterogéneo, complejo, lleno de contradicciones y heridas históricas. Israel se enfrenta el próximo 22 de enero a las elecciones legislativas en un contexto regional plagado de incertidumbres tras la Primavera Árabe, pero con las prioridades nacionales claras: seguridad y estabilidad económica. Ésta es una entrevista con la sociedad israelí, cuyas respuestas representan su opinión mayoritaria, según recientes sondeos.  

FP en español: Para ser un país, es usted muy joven. Mi padre tiene más años que usted…

Sociedad israelí: Es cierto que en mi documento de identidad pone sólo 64 años, pero en realidad ya estuve aquí hace 3.000. Por eso me gusta leer el presente en clave bíblica. Sé que suena raro, pero es que tengo una historia e idiosincrasia bastante peculiar.

FP: ¿Podría usted describirse?

SI. ¡Soy tantas cosas a la vez! Me puedo definir como tremendamente secular, con una ciudad tan vibrante como Tel Aviv, una de las grandes capitales gay. Pero también muy religioso, con enormes barrios ultraortodoxos, donde se vive, come y viste como en la Polonia del siglo XVIII y se siguen a rajatabla los preceptos bíblicos. Arrastro miles de años de historia y, a la vez, soy puntero en nuevas tecnologías e innovaciones científicas. Acojo comunidades etíopes, rusas, latinoamericanas, cada una con sus respectivas costumbres, porque cualquiera que demuestre un antepasado reciente judío puede obtener mi nacionalidad. Soy judío, como insisten mis líderes, pero más de un 20% de mi población es árabe. Samaritanos, drusos o beduinos, viven aquí. Me gusta definirme como la única democracia de Oriente Medio,  pero me acusan de aplicar políticas altamente discriminatorias hacia mis habitantes palestinos. Tengo un paisaje tan heterogéneo como mi población, con desiertos y playas, bosques y montañas nevadas.

Todo eso cabe dentro de mí, a pesar de que solo tengo unos ocho millones de habitantes y poco más de 20.000 kilómetros cuadrados. Resulta complicado hablar con una sola voz;  para esta entrevista he decidido emplear la preponderante.

FP.  Y además de todo eso es usted tremendamente militar.

SI. Cierto. En mis colegios los niños reciben clases de profesores uniformados y preparan paquetes de regalos para los soldados. No hay mejor tarjeta de presentación para un político que una larga lista de condecoraciones militares y hazañas bélicas. El Ejército es un evento social y un capítulo vital por el que las mujeres pasan dos años y tres los hombres, que luego son llamados como reservistas. Todos lo hacen, salvo los palestinos y los ultraortodoxos, que están exentos. Bueno, todos no, aunque me cueste admitirlo hay un número creciente de jóvenes que evitan el servicio militar empleando partes médicos o prácticas religiosas como excusa. Y algunos insumisos, que son pocos, pero hacen mucho ruido.

Hay quien dice que  mi militarización es una forma de cohesionar a una población tan variada como la mía frente al enemigo común, real o inventado. Yo digo que es la única manera de defender al único Estado judío del mundo en una región hostil.

FP. Y, ¿qué significa un Estado judío?

SI. No se trata de tener un gobierno teocrático, ser judío va más allá de la religión. Es un sentimiento de pertenencia a un pueblo, una identidad que se mantuvo en la diáspora a lo largo de los siglos y de la que ahora yo quiero ser anfitrión.

FP.  La mayoría de su población no viene de familias que hayan vivido el Holocausto, pero la Shoa, como se conoce en hebreo, parece influir aún mucho la personalidad del país y hasta en decisiones políticas. ¿Es así?

SI. Es verdad que buena parte de mi población judía es mizrahi, es decir, que proviene de países mediterráneos y de Oriente Medio donde sólo se sufrió puntualmente la persecución protagonizada por los nazis en los países del centro y este de Europa, hogar de los judíos askenazim. Pero no importa, todos ellos comparten una herencia como miembros de la comunidad judía. El legado de uno de los episodios más oscuros de la historia, que yo me empeño en que todos recuerden. Insisto en que el Holocausto fue una culminación de muchas otras persecuciones de judíos a lo largo de los siglos y advierto que nunca más sucederá. Por eso soy fuerte, enseño las garras y me mantengo siempre alerta.

FP. Le acusan de utilizar el antisemitismo como escudo ante determinadas críticas. ¿A usted qué le parece?

SI. Que todo lo que hago se sobredimensionada. Un muerto palestino es noticia, mientras que decenas de sirios y cientos de africanos no lo son.  La conclusión a la que llego es que se me critica más por ser el Estado del pueblo judío. Como si el antijudaísmo histórico se hubiese reconducido hacia mí, porque es más cómodo y políticamente correcto. Así me siento.

FP.  Pero usted mantiene sobre los palestinos la ocupación más larga de la historia moderna. Aísla a unos palestinos de otros, sin darles continuidad territorial, bloquea Gaza por tierra mar y aire, ha dejado Cisjordania convertida en un archipiélago en un mar de asentamientos y controles militares. Y se ha anexionado Jerusalén, haciendo la vida muy difícil a los palestinos que todavía viven allí.

SI. La respuesta es seguridad. Ya sé que se me acusa de apropiarme de recursos naturales y territorio, pero yo digo que necesito mantener el control para sobrevivir. Le recuerdo que la ocupación comenzó tras una guerra, la de los Seis Días, que lanzaron países árabes. Y que he vivido dos Intifadas y cientos de atentados. Ellos dirán que empecé yo, que mis respuestas son desproporcionadas. Y yo reitero que mi prioridad es la seguridad de los míos.

FP.  Siempre asegura que quiere la paz, pero mantiene el statu quo y practica una política de hechos consumados.   

SI. No tengo socios para lograr esa ansiada paz. Si mira hacia los palestinos, los verá divididos, con Hamás en Gaza y la Autoridad Palestina, liderada por Fatah, en Cisjordania. Si se dirige hacia la Liga Árabe, podrá comprobar que cada país barre para casa. Y dicho esto, le hago una confesión: en ocasiones me planteo que podría vivir mejor si me sentara a negociar dispuesto a hacer concesiones. Pero luego pienso que eso sería mostrar una debilidad que no quiero ni puedo permitirme.

FP.  ¿Tan importante es para usted la tierra de la actual Cisjordania como para seguir construyendo allí asentamientos?

SI. La verdad es que yo prefiero llamarlo Judea y Samaria, como se conoce a esa zona desde los tiempos de la Biblia. Allí hay lugares tan importantes para mi historia como Hebrón, donde están enterrados mis patriarcas.  Por eso los colonos más religiosos se niegan a irse de allí. Pero es que además en lo que usted llama Cisjordania se han levantado auténticas ciudades dormitorio, como Ariel o Maale Adumim, donde las casas son más baratas y espaciosas, hay zonas verdes, buenas comunicaciones y hasta una universidad. Los cientos de miles de residentes de esos asentamientos no tienen motivaciones religiosas o históricas.

FP.  Sus vecinos están un poco revueltos, ¿no?

SI. ¡Qué me va usted a contar! En Egipto perdí a mi aliado Mubarak y desde entonces la península del Sinaí se ha convertido en territorio comanche. No espero nada bueno de los nuevos líderes, que simpatizan con Hamás. Al rey jordano, otro de mis vecinos preferidos, le crecen los enanos. Líbano es otra vez un polvorín a punto de estallar y Siria se ha convertido en una amenaza de desestabilización regional. Y es que Bachar al Asad era un archienemigo más bien cómodo y ahora no sé qué esperar. Yo hubiera preferido que todo siguiera igual.

FP.
¿Lo de atacar Irán va en serio? Usted también tiene un programa nuclear.

SI. En primer lugar, yo nunca he reconocido oficialmente que tenga cabezas nucleares. Pero es que además, no se puede comparar, recuerde que a mí me gusta presentarme como un país civilizado con el “Ejército más moral del mundo”. Los iraníes, en cambio, amenazan con borrarme del mapa y eso es algo que me tomo muy en serio. Y estoy dispuesto a emprender las medidas necesarias para que Teherán interrumpa su programa nuclear, ya le he dicho que soy fuerte desde que nací. Preferiría, eso sí, contar con el apoyo internacional, sobre todo el de Estados Unidos, para frenar a Irán.

Netanyahu es el hombre que, sin ser especialmente honesto, carismático o brillante, me ha dado cuatro años de estabilidad económica en los que además los autobuses no saltan por los aires

FP. Hace pocas semanas protagonizó una ofensiva a Gaza. ¿Ha tomado por costumbre iniciar una escalada de violencia antes de cada elección?

SI. Pues ahora que lo dice… En 2008, Ehud Olmert lanzó Plomo Fundido semanas antes de los comicios, aunque ni siquiera se presentaba. Se le fue bastante la mano, pero para nosotros fue una victoria, claro: casi no murieron de los nuestros. No siempre le ha salido bien a mis líderes. Simón Peres trató de ir de líder fuerte en el sur de Líbano en 1996 con la operación Uvas de la Ira y la cosa acabó con una matanza de civiles y perdiendo las elecciones. Sobre la última, Pilar Defensivo, la del pasado noviembre, es verdad que parece mucha casualidad, pero no podíamos permitir que cayesen de nuevo cohetes sobre nuestro territorio. Cada cierto tiempo hay que recuperar la disuasión con un buen puñetazo en la mesa. Y si de paso da votos, pues mejor.

FP. Según todas las encuestas Netanyahu será de nuevo primer ministro tras las elecciones del próximo día 22, ¿tan bien lo ha hecho?

SI. Ni tan bien ni tan mal, lo que tiene su ciencia. Netanyahu es el hombre que, sin ser especialmente honesto, carismático o brillante, me ha dado cuatro años de estabilidad económica en los que además los autobuses no saltan por los aires. Sin acercarse al carisma o la hoja de servicio de Ariel Sharón, Bibi Netanyahu es un buen ejemplo del líder fuerte que gusta y hacer sentir segura a mi gente. ¿Qué más quiere, con lo alborotada que anda la región y las estrecheces que pasan las economías de mis principales socios comerciales? Como ya le he dicho, odio los cambios.

FP. ¿Cree que los resultados van a gustar fuera?

SI. Decía Henry Kissinger que "en Israel la política interior es exterior y la política exterior es interior”. Alguna vez me he puesto gallito con Washington, pero por lo general siempre tengo esa frase muy presente. Esta vez, le reconozco, estoy un poco asustado. A mi primer ministro se le vio demasiado el plumero en las presidenciales de EE UU. Le faltó besar a Mitt Romney. Aposté a caballo perdedor y ahora me toca lidiar cuatro años con el ganador, que me tiene ganas. Me consuela pensar que la política es mucho más que filias y fobias, sino también intereses geoestratégicos, comerciales, electorales, grupos de presión… Todo eso me beneficia, pero tengo un poco de miedo a que se tome la venganza. O algo peor: que me fuerce a iniciar un proceso serio de paz.

FP. ¿Por qué siempre organiza usted esas coaliciones tan complicadas para que le gobiernen?

SI. Como soy tan heterogéneo y quiero que todas mis comunidades se sientan representadas, tengo un sistema electoral que permite ingresar a la Kneset, el parlamento, a los partidos con un porcentaje de votos muy bajo, un 2%. Además no hay corrección de voto, pues el sistema es plenamente proporcional. Eso provoca mayorías muy escasas y la necesidad de formar coaliciones para gobernar. Son alianzas muy volátiles, constituidas por partidos con pocos denominadores comunes. Y los más pequeños tienen mucha capacidad de influencia, como es el caso de las formaciones ultraortodoxas, que imponen su agenda a la hora de gobernar.

FP. ¿Qué ha pasado con las protestas que hace dos años llenaron las calles de tiendas de campaña anunciando una revolución social?

SI. Según cómo quiera ver de lleno el vaso. Mi gente recuperó la sensación de poder, de la fuerza de la calle. Hoy mis políticos hablan de temas (ruptura de los oligopolios, precio de la vivienda, justicia social…) que, antes de la revuelta, estaban ausentes del debate. Por otro lado, la gran mayoría de mi gente siente que no sirvió para nada, que les tomaron el pelo los de siempre, que Netanyahu estableció un comité, movió un poco la bolita de un cubilete a otro y dejó la prometida revolución en cuatro cambios. Y sonríen cuando ven que dos de los principales líderes de la protesta no han podido resistirse a los cantos de sirena de la vieja política y van ahora en la lista electoral del Partido Laborista.

FP.  Y ¿qué ha pasado con su izquierda?

SI. Dicen que la mató la Segunda Intifada. Que las almas cándidas que creían en la paz en los 90 no pudieron soportar las imágenes de atentados suicidas una década después. Quizás no eran tan cándidas o quizás sólo escuchaban a los palestinos cuando hablaban de esperanza (a poder ser, en hebreo) y no cuando lo hacían de sus frustraciones. Conozco a los míos: derecha o izquierda, rascas un poco y sale la bandera.

Ahora tengo, eso sí, una izquierda un poco indigesta, la de algunas ONG y activistas habituales de protestas palestinas. Es joven, distinta y no paternalista con los palestinos, pero como es bastante pequeña me molesta poco. A veces hace ruido y me pone delante un espejo incómodo, pero, con los que son, nada que me obligue a salir de la autocomplacencia.

FP. ¿Cómo ve el futuro?

SI. Bueno… a veces tengo la impresión que el tiempo juega en mi contra.

 

Artículos relacionados