El editor de FP en Estados Unidos desvela
las graves repercusiones que provocan los
agujeros
negros geopolíticos creados en la década de los 90 en la sociedad y economía
actuales. Su nuevo libro,
Ilícito, se publicará en España
en marzo de 2006.

ILÍCITO. Entrevista con Moisés Naím

FP: ¿Qué trata de decir en Illicit.
How Smugglers, Traffickers and Copycats are Hijacking the Global Economy
(Ilícito. Cómo
el contrabando, los traficantes y la piratería están cambiando
el mundo)?.

Moisés Naím: Que, en los años 90, el mundo experimentó muchas
transformaciones peligrosas que aún no comprendemos del todo. Los cambios
tecnológicos y políticos rompieron las barreras con las que los
gobiernos controlaban tradicionalmente el tráfico de personas, bienes
y dinero a través de sus fronteras, y dieron más poder a quienes
se dedicaban al comercio internacional de mercancías ilícitas -ya
fueran narcóticos, personas, armas o falsificaciones de artículos
de lujo-, al tiempo que debilitaban a los organismos oficiales encargados
de contener ese negocio.

FP: ¿Cuáles fueron esos cambios en las políticas y los
programas de los gobiernos? ¿Qué consecuencias tuvieron?

M. N.: La disminución de las barreras arancelarias hizo más
fácil el comercio internacional y fomentó una expansión
de los negocios legales que, a su vez, facilitó el crecimiento de los
intercambios ilícitos. Se eliminaron los obstáculos a las inversiones
extranjeras y las operaciones con divisas, lo cual favoreció el blanqueo
de dinero. Los recortes presupuestarios hicieron que se agotaran los recursos
oficiales y, con frecuencia, se vieron seguidos de profundas reducciones en
los servicios policiales. La democratización y la descentralización
de la toma de decisiones, que pasó de las capitales a los gobiernos
regionales y locales, contribuyeron a una dispersión general del poder,
que hizo que fuera más fácil para los criminales comprar funcionarios
y adquirir influencia. La caída de la antigua Unión Soviética
permitió también la aparición de un gran número
de contrabandistas crueles y sofisticados, que adquirieron experiencia trabajando
en sus países de origen y ahora podían globalizarse. Todos estos
acontecimientos impulsaron un crecimiento espectacular del comercio ilícito,
que está alterando la política y la economía mundiales.

"La estrecha relación
entre la delincuencia organizada internacional y los políticos
desdibuja la frontera entre el Estado y las redes criminales. Resultado:
la criminalización del interés nacional"

FP: ¿En qué sentido?

M. N.: A medida que los traficantes veían crecer sus mercados y sus
beneficios y se convertían cada vez más en grandes empresas,
fueron adoptando las tres reglas que emplean siempre las grandes compañías:
diversificarse, politizarse y legitimarse. En primer lugar, se diversificaron
en empresas que estuvieran dentro de la ley para reducir el riesgo de que todos
sus ingresos procedieran de una sola actividad ilegal; segundo, gastaron vastas
sumas de dinero en obtener el apoyo y la protección de políticos
y funcionarios, y, tercero, hicieron grandes inversiones en empresas que podían
mejorar su reputación, como iglesias, clubes deportivos, arte, obras
sociales o medios de comunicación.

FP: ¿Cuáles son las consecuencias de esas estrategias?

M. N.: Por ejemplo, la intensa diversificación en negocios legítimos
de grupos dedicados a actividades ilegales (como el traficante de personas
marroquí que se convierte en magnate inmobiliario en España o
el de armas ucranio que es accionista mayoritario de un banco) difumina la
línea que tradicionalmente separaba las actividades permitidas de las
ilícitas. La estrecha relación entre las redes criminales internacionales
y los políticos o funcionarios desdibuja el límite que separa
el Estado de las empresas criminales. El resultado es lo que, en el libro,
llamo "la criminalización del interés nacional".
Es la situación que se produce cuando lo que influye en las decisiones
de gobierno son las prioridades y necesidades de las redes comerciales ilícitas,
y no las del país.

FP: ¿Qué ejemplo puede poner?

M. N.: Durante gran parte de la pasada década, Vladimiro Montesinos
fue jefe de la policía de seguridad de Perú, que colaboraba estrechamente
con la CIA y la DEA (la agencia antidroga estadounidense), y, al mismo tiempo,
encabezó una gran red dedicada al tráfico de estupefacientes
y armas y al blanqueo de dinero. Asimismo, muchas decisiones actuales en Rusia
o China sólo pueden entenderse si se tiene en cuenta la enorme influencia
que han adquirido los traficantes en las más altas instancias de gobierno.

FP: ¿Qué dimensión tienen esos mercados ilegales?

M. N.: Las cifras son espectaculares. En todo el mundo, entre 1992 y 2002,
las incautaciones de droga -una forma indirecta e imperfecta de medir
el narcotráfico- crecieron, como media, un 2,5% (cocaína),
un 19% (anfetaminas) y un 27% (éxtasis) por año. El número
de aprehensiones de 1990 (300.000) no es nada al lado del total alcanzado en
2001 (1,4 millones). También ha aumentado el número de consumidores
de droga, y el volumen total del tráfico ha pasado de unos 400.000 millones
de dólares (unos 330.000 millones de euros) en 1990 al doble, o más,
en la actualidad.

El valor anual de las falsificaciones oscila entre 400.000 y 600.000 millones
de dólares. Hace 15 años era una industria que prácticamente
no existía. La venta ilícita de armas representa otros 10.000
millones de dólares. Lo mismo ocurre con el comercio transfronterizo
de personas (aunque hay que tener en cuenta que muchas más son víctimas
del tráfico dentro de su país). El valor de las obras de arte
robadas cada año asciende, según Interpol, a 3.000 millones de
dólares. Pero la cifra que más llama la atención es la
explosión del blanqueo de dinero, que nos permite hacernos una idea
del volumen total que tiene la economía ilícita en el mundo.
El lavado de dinero se ha multiplicado al menos por 10 desde 1990 y hoy representa,
según cálculos del FMI, entre 1 billón y 1,5 billones
de dólares. Si pensamos que el comercio mundial legítimo casi
se duplicó en ese mismo periodo, de unos cinco a unos diez billones
de dólares, es fácil ver la importancia, la dimensión
y la expansión del negocio ilegal mundial. Y, en el mejor de los casos,
no existe nadie con credibilidad que afirme que ha disminuido.

FP: ¿Qué tipos de tráfico aborda en el libro?

"El valor de las
falsificaciones, casi inexistente hace 15 años, oscila entre 330.000
y 500.000 millones de euros. El volumen del narcotráfico ronda
también los 330.000 millones, casi el doble que en 1990″

M. N.: Examino los cinco mercados ilegales de más volumen: narcóticos,
armas, personas, falsificaciones y dinero. También dedico un capítulo
a otros más pequeños que son interesantes porque están
creciendo con gran rapidez: el comercio de órganos humanos, el de residuos
industriales, el de especies en peligro de extinción -tanto flora
como fauna- y el de obras de arte y objetos arqueológicos robados.

FP: ¿Hubo algún momento clave que le impresionó especialmente
y le impulsara a escribir Ilícito?

M. N.: Varios. Uno fue la conversación que mantuve en Milán
con un vendedor callejero de bolsos de Prada, falsos pero casi perfectos, a
pocas manzanas de la verdadera tienda de la marca, en la que costaban 60 veces
más. Era camerunés y había llegado a Italia unos meses
antes. Al cabo de un rato me contó su historia, me explicó que
le habían introducido en el país en un barco destartalado desde
Libia. Dos días después, en Manhattan, vi el mismo bolso y entablé conversación
con el vendedor, que era un inmigrante ilegal de Malaui. La misma edad, la
misma historia, las mismas experiencias e incluso el mismo bolso de Prada.
Y en Zúrich (Suiza) conocí a un banquero especializado en administrar
el dinero de clientes "de patrimonio neto elevado". Le pregunté: "Si
alguien le pide que le administre, por ejemplo, 50 millones de dólares, ¿le
resulta mucho más difícil ahora ayudar a esa persona a esconderlos
que hace 10 años?" Él sonrió: "La gran diferencia
es que ahora cobro más".

FP: Abdul Qader Jan es el primer gran ejemplo que ofrece en su libro para
ilustrar el alcance y la extensión mundial de las actividades ilícitas. ¿Por
qué?

M. N.: Mientras el mundo observaba, fascinado, cómo Estados Unidos atacaba
Irak por unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, el
ingeniero Jan, al que se considera el padre de la bomba
atómica paquistaní
,
hacía contrabando con tecnología nuclear y contribuía
al peligro de la proliferación. Desarrolló una compleja red de
proveedores de máquinas, herramientas, ingenieros, montaje mecánico
y operaciones que ponía la tecnología de fabricación de
una bomba atómica al alcance de cualquiera que pudiera pagarla. Tenía
actividades financieras en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), socios surafricanos
y plantas de fabricación en Malaisia. Y, por supuesto, él también
usaba bancos suizos.

FP: Cuando usted le preguntó al presidente del Consejo Nacional de
Inteligencia de la CIA si los gobiernos podrían sellar las fronteras
para combatir el tráfico ilícito, él le dijo: "No
se puede hacer". ¿Está de acuerdo?

M. N.: Sí. Todas las fronteras tienen filtraciones. Hasta en un país
tan cerrado y represivo como Corea del Norte, existe un abundante tráfico
de mujeres, drogas, especies en peligro y todo tipo de mercancías.

F.P.: Una de las conclusiones centrales de su libro es que en el mundo se
está produciendo un nuevo choque, uno que está pasando inadvertido.

M. N.: Sí. Ya no se trata del viejo enfrentamiento entre el Este y
Occidente ni entre un Norte rico y un Sur pobre. Y aún menos de la oposición
que algunos ven hoy entre las culturas judeocristiana e islámica. Estamos
ante algo nuevo, la colisión entre puntos de luz y agujeros negros en
geopolítica.

FP.: ¿Qué son esos agujeros
negros geopolíticos
?

M. N.: En astrofísica, los agujeros negros son áreas del universo
en las que las leyes tradicionales de la física pierden validez. En
el libro ofrezco numerosos ejemplos de situaciones y regiones en las que las
formas clásicas de pensar sobre la política mundial y las relaciones
internacionales tampoco valen. En muchos e importantes aspectos, son agujeros
negros geopolíticos
, y son los lugares en los que las redes de tráfico
ilícito viven y prosperan.

FP.: ¿Qué significa que los conceptos geopolíticos habituales
están suspendidos?

"Ya no se trata del
viejo choque entre el Este y Occidente ni entre el Norte y el Sur ni
entre las culturas judeocristiana e islámica. Es algo nuevo: la
colisión entre ‘puntos de luz’ y ‘agujeros negros
geopolíticos’’

M. N.: El pensamiento tradicional parte de que un Estado-nación tiene
un Gobierno único y soberano, con autoridad exclusiva sobre una jurisdicción
definida espacialmente. El Gobierno tiene el monopolio del uso legítimo
de la violencia en su territorio y ejerce autoridad sobre la población.
Además, es la organización con más recursos y la única
con capacidad de entablar relaciones políticas y diplomáticas
formales con otros Estados-nación. Ninguno de estos criterios vale dentro
de los agujeros negros geopolíticos. Varias autoridades ejercen el control
de un mismo territorio. En esas áreas los traficantes de mercancías
ilícitas, conectados a grandes redes internacionales, desempeñan
un papel crucial en los asuntos económicos, políticos y militares.
Con frecuencia son más ricos, están mejor armados y mejor organizados,
y poseen más influencia social y política que el gobierno central.
Muchas veces, sus contactos internacionales -incluso a escala política- son
mejores y más eficaces que los de las autoridades.

FP: ¿Por qué?

M. N.: Los representantes del gobierno central pueden controlar los hospitales,
las escuelas y otros aspectos de la vida civil, pero las redes de traficantes
controlan la producción, la protección armada y la distribución
internacional de cualquier cosa que posea la región, y que alcance precios
elevados en los mercados mundiales -opio, armas, personas-, y tienen
los medios de coacción -armas y mercenarios- para defender
sus actividades frente a las amenazas (gobiernos) o los depredadores (las redes
rivales).

Pira contra el caos: armas ilegales incautadas a criminales en Nairobi, Kenia, en 2000
Pira contra el caos: armas
ilegales incautadas a criminales en Nairobi, Kenia, en 2000.

FP: ¿Qué ejemplos hay de agujeros
negros
?

M. N.: La situación en algunas zonas de Colombia, Rusia, Afganistán,
México, Laos y numerosos lugares de África y Asia encaja con
la definición. Los agujeros negros pueden ser regiones sin ley -es
decir, anárquicas- dentro de un país, como ocurre con el
Transdniéster en Moldavia, el corazón montañoso de Córcega
o los Estados mexicanos que constituyen la frontera con EE UU. Pueden ser regiones
fronterizas que abarcan países vecinos, como el Triángulo
de Oro
del sureste asiático o la Triple Frontera de Paraguay, Brasil y
Argentina. Pueden ser cadenas de barrios y pueblos como las comunidades libanesas
repartidas por las capitales de África occidental. Y son, cada vez más,
un espacio incorpóreo en Internet. El hecho de que sea difícil
o imposible localizarlos en un mapa no quiere decir que no existan.

FP: Estos agujeros
negros
son remotos desde el punto de vista geográfico,
pero están bien conectados internacionalmente.

M. N.: Exacto. Un factor crucial que confiere a los agujeros
negros
gran parte
de su fuerza es su capacidad de conexión especializada con lo que en
el libro llamo puntos de luz. Una región remota, primitiva y mal gobernada -o
no gobernada- no es un agujero negro geopolítico si no es capaz
de irradiar amenazas a lugares muy lejanos. Las selvas colombianas pueden ser
remotas e inaccesibles, pero su producción de cocaína llega a
las calles de Miami en cuestión de días. En Afganistán,
hoy, los cultivadores de opio están organizados de forma más
eficaz que el Gobierno. Mientras el presidente Karzai se queja de que no puede
obtener suficiente ayuda internacional, las redes de tráfico de opiaceos
se las arreglan para distribuir la droga en las calles de Londres o de París
en 48 horas.

FP: Pero dice que los agujeros
negros
pueden existir también en países
como España u otras naciones avanzadas.

M. N.: Doy el ejemplo de la Costa del Sol española, a veces apodada "Costa
del Crimen" porque se ha convertido en un lugar que emplean traficantes
de todo tipo -rusos, centroeuropeos, africanos, colombianos y mexicanos-,
como centro de operaciones y coordinación. Un informe reciente mostraba
que en España actúan 550 grandes grupos criminales, la mitad
de ellos extranjeros. El ministro español del Interior ha dicho que
la delincuencia organizada es "una amenaza tan grave para la seguridad
de España como el terrorismo islámico". Y eso, en un país
considerado uno de los principales refugios de ese tipo de terroristas en Europa,
y víctima de un atentado de masas en 2004.

FP: ¿Y cuáles son los puntos
de luz
que están en colisión
con los agujeros negros?

M. N.: Lo que diferencia a las dos categorías no es que actúen
o no redes ilícitas. Actúan en todas partes. La diferencia radica
en si, en un contexto dado, existe o no suficiente capacidad cívica
y estatal para contrarrestarlas. Los puntos de luz son lugares en los que existen
gobiernos eficaces, ciudadanos comprometidos y comunidades fuertes, económicamente
viables y políticamente activas. Sitios en los que la gente respeta
a los jueces, a la policía y al gobierno en general, y una gran mayoría
está dispuesta a vivir y acatar las leyes. El problema es que, cuantas
más áreas de ese tipo existen, más atractivo resulta para
los agujeros negros inundarlas de mercancías ilícitas.

FP: ¿Qué quiere decir?

M. N.: Cuanto más luminoso es el punto
de luz
, más atractivo
y lucrativo es para las redes que operan desde los agujeros
negros
hallar formas
de hacerle llegar sus productos y servicios. El tráfico ilícito
está determinado, en definitiva, por las diferencias de precios: la
madera para suelos que es mucho más cara en Los Ángeles que en
Indonesia, las hojas de coca que es posible procesar y vender en Miami por
100 veces lo que cuesta comprarlas en Bolivia, los trabajadores cameruneses
que ganan en Londres lo que nunca habrían podido soñar en su
país. Cuanto más luminoso es el punto de
luz
, más alto
puede ser el precio de esos objetos ilícitos. Cuanto más oscuro
es el agujero, más desesperados están sus habitantes por vender
sus bienes, sus mentes, su trabajo e incluso su cuerpo a los traficantes.

FP: ¿Pueden hacer algo los gobiernos?

M. N.: Sí, mucho. En parte, se trata de hacer cosas nuevas y, en parte,
de hacerlas de otra manera.

FP: ¿Cuáles son esos métodos nuevos?

M. N.: Lo bueno es que ya se cuenta con la ayuda de nuevas y potentes tecnologías,
desde la vigilancia por vídeo hasta los sensores de drogas y explosivos
o las tecnologías de extracción de datos. Pero la tecnología
no basta. Son precisos usuarios competentes de esas nuevas herramientas, y
eso significa mejorar la eficacia de los gobiernos en ese ámbito.

FP: ¿Y qué propone para mejorar esa eficacia gubernamental?

M. N.: Varias cosas. Primero, desfragmentar los gobiernos y, segundo, desahogarlos.
En la mayoría de los países, un organismo se encarga de luchar
contra las drogas, otro contra las falsificaciones, otro contra el blanqueo
de dinero, otro contra el tráfico de personas, y así sucesivamente.
Es preciso aunar todos esos esfuerzos bajo un mismo techo. Además, está claro,
en mi opinión, que hay que despenalizar algunas de esas actividades
ilícitas; que, en vez de prohibición, necesitamos reglamentación.
No estoy sugiriendo que se legalice el tráfico de niños, o de
armas de destrucción masiva o de alguna otra cosa horrible. Pero estoy
convencido de que los gobiernos pueden rendir mejor servicio a la sociedad
si eliminan la prohibición de la marihuana o buscan formas más
realistas y honradas de tratar a los trabajadores extranjeros.

FP: ¿Pueden hacer algo las personas corrientes?

M. N.: Por cada criminal que vende, hay un ciudadano que compra. La gente
tiene que enterarse de que estas cosas afectan a su propia familia, a su comunidad
y a su ciudad.

El editor de FP en Estados Unidos desvela
las graves repercusiones que provocan los
agujeros
negros geopolíticos creados en la década de los 90 en la sociedad y economía
actuales. Su nuevo libro,
Ilícito, se publicará en España
en marzo de 2006.

ILÍCITO. Entrevista con Moisés Naím

FP: ¿Qué trata de decir en Illicit.
How Smugglers, Traffickers and Copycats are Hijacking the Global Economy
(Ilícito. Cómo
el contrabando, los traficantes y la piratería están cambiando
el mundo)?.

Moisés Naím: Que, en los años 90, el mundo experimentó muchas
transformaciones peligrosas que aún no comprendemos del todo. Los cambios
tecnológicos y políticos rompieron las barreras con las que los
gobiernos controlaban tradicionalmente el tráfico de personas, bienes
y dinero a través de sus fronteras, y dieron más poder a quienes
se dedicaban al comercio internacional de mercancías ilícitas -ya
fueran narcóticos, personas, armas o falsificaciones de artículos
de lujo-, al tiempo que debilitaban a los organismos oficiales encargados
de contener ese negocio.

FP: ¿Cuáles fueron esos cambios en las políticas y los
programas de los gobiernos? ¿Qué consecuencias tuvieron?

M. N.: La disminución de las barreras arancelarias hizo más
fácil el comercio internacional y fomentó una expansión
de los negocios legales que, a su vez, facilitó el crecimiento de los
intercambios ilícitos. Se eliminaron los obstáculos a las inversiones
extranjeras y las operaciones con divisas, lo cual favoreció el blanqueo
de dinero. Los recortes presupuestarios hicieron que se agotaran los recursos
oficiales y, con frecuencia, se vieron seguidos de profundas reducciones en
los servicios policiales. La democratización y la descentralización
de la toma de decisiones, que pasó de las capitales a los gobiernos
regionales y locales, contribuyeron a una dispersión general del poder,
que hizo que fuera más fácil para los criminales comprar funcionarios
y adquirir influencia. La caída de la antigua Unión Soviética
permitió también la aparición de un gran número
de contrabandistas crueles y sofisticados, que adquirieron experiencia trabajando
en sus países de origen y ahora podían globalizarse. Todos estos
acontecimientos impulsaron un crecimiento espectacular del comercio ilícito,
que está alterando la política y la economía mundiales.

"La estrecha relación
entre la delincuencia organizada internacional y los políticos
desdibuja la frontera entre el Estado y las redes criminales. Resultado:
la criminalización del interés nacional"

FP: ¿En qué sentido?

M. N.: A medida que los traficantes veían crecer sus mercados y sus
beneficios y se convertían cada vez más en grandes empresas,
fueron adoptando las tres reglas que emplean siempre las grandes compañías:
diversificarse, politizarse y legitimarse. En primer lugar, se diversificaron
en empresas que estuvieran dentro de la ley para reducir el riesgo de que todos
sus ingresos procedieran de una sola actividad ilegal; segundo, gastaron vastas
sumas de dinero en obtener el apoyo y la protección de políticos
y funcionarios, y, tercero, hicieron grandes inversiones en empresas que podían
mejorar su reputación, como iglesias, clubes deportivos, arte, obras
sociales o medios de comunicación.

FP: ¿Cuáles son las consecuencias de esas estrategias?

M. N.: Por ejemplo, la intensa diversificación en negocios legítimos
de grupos dedicados a actividades ilegales (como el traficante de personas
marroquí que se convierte en magnate inmobiliario en España o
el de armas ucranio que es accionista mayoritario de un banco) difumina la
línea que tradicionalmente separaba las actividades permitidas de las
ilícitas. La estrecha relación entre las redes criminales internacionales
y los políticos o funcionarios desdibuja el límite que separa
el Estado de las empresas criminales. El resultado es lo que, en el libro,
llamo "la criminalización del interés nacional".
Es la situación que se produce cuando lo que influye en las decisiones
de gobierno son las prioridades y necesidades de las redes comerciales ilícitas,
y no las del país.

FP: ¿Qué ejemplo puede poner?

M. N.: Durante gran parte de la pasada década, Vladimiro Montesinos
fue jefe de la policía de seguridad de Perú, que colaboraba estrechamente
con la CIA y la DEA (la agencia antidroga estadounidense), y, al mismo tiempo,
encabezó una gran red dedicada al tráfico de estupefacientes
y armas y al blanqueo de dinero. Asimismo, muchas decisiones actuales en Rusia
o China sólo pueden entenderse si se tiene en cuenta la enorme influencia
que han adquirido los traficantes en las más altas instancias de gobierno.

FP: ¿Qué dimensión tienen esos mercados ilegales?

M. N.: Las cifras son espectaculares. En todo el mundo, entre 1992 y 2002,
las incautaciones de droga -una forma indirecta e imperfecta de medir
el narcotráfico- crecieron, como media, un 2,5% (cocaína),
un 19% (anfetaminas) y un 27% (éxtasis) por año. El número
de aprehensiones de 1990 (300.000) no es nada al lado del total alcanzado en
2001 (1,4 millones). También ha aumentado el número de consumidores
de droga, y el volumen total del tráfico ha pasado de unos 400.000 millones
de dólares (unos 330.000 millones de euros) en 1990 al doble, o más,
en la actualidad.

El valor anual de las falsificaciones oscila entre 400.000 y 600.000 millones
de dólares. Hace 15 años era una industria que prácticamente
no existía. La venta ilícita de armas representa otros 10.000
millones de dólares. Lo mismo ocurre con el comercio transfronterizo
de personas (aunque hay que tener en cuenta que muchas más son víctimas
del tráfico dentro de su país). El valor de las obras de arte
robadas cada año asciende, según Interpol, a 3.000 millones de
dólares. Pero la cifra que más llama la atención es la
explosión del blanqueo de dinero, que nos permite hacernos una idea
del volumen total que tiene la economía ilícita en el mundo.
El lavado de dinero se ha multiplicado al menos por 10 desde 1990 y hoy representa,
según cálculos del FMI, entre 1 billón y 1,5 billones
de dólares. Si pensamos que el comercio mundial legítimo casi
se duplicó en ese mismo periodo, de unos cinco a unos diez billones
de dólares, es fácil ver la importancia, la dimensión
y la expansión del negocio ilegal mundial. Y, en el mejor de los casos,
no existe nadie con credibilidad que afirme que ha disminuido.

FP: ¿Qué tipos de tráfico aborda en el libro?

"El valor de las
falsificaciones, casi inexistente hace 15 años, oscila entre 330.000
y 500.000 millones de euros. El volumen del narcotráfico ronda
también los 330.000 millones, casi el doble que en 1990″

M. N.: Examino los cinco mercados ilegales de más volumen: narcóticos,
armas, personas, falsificaciones y dinero. También dedico un capítulo
a otros más pequeños que son interesantes porque están
creciendo con gran rapidez: el comercio de órganos humanos, el de residuos
industriales, el de especies en peligro de extinción -tanto flora
como fauna- y el de obras de arte y objetos arqueológicos robados.

FP: ¿Hubo algún momento clave que le impresionó especialmente
y le impulsara a escribir Ilícito?

M. N.: Varios. Uno fue la conversación que mantuve en Milán
con un vendedor callejero de bolsos de Prada, falsos pero casi perfectos, a
pocas manzanas de la verdadera tienda de la marca, en la que costaban 60 veces
más. Era camerunés y había llegado a Italia unos meses
antes. Al cabo de un rato me contó su historia, me explicó que
le habían introducido en el país en un barco destartalado desde
Libia. Dos días después, en Manhattan, vi el mismo bolso y entablé conversación
con el vendedor, que era un inmigrante ilegal de Malaui. La misma edad, la
misma historia, las mismas experiencias e incluso el mismo bolso de Prada.
Y en Zúrich (Suiza) conocí a un banquero especializado en administrar
el dinero de clientes "de patrimonio neto elevado". Le pregunté: "Si
alguien le pide que le administre, por ejemplo, 50 millones de dólares, ¿le
resulta mucho más difícil ahora ayudar a esa persona a esconderlos
que hace 10 años?" Él sonrió: "La gran diferencia
es que ahora cobro más".

FP: Abdul Qader Jan es el primer gran ejemplo que ofrece en su libro para
ilustrar el alcance y la extensión mundial de las actividades ilícitas. ¿Por
qué?

M. N.: Mientras el mundo observaba, fascinado, cómo Estados Unidos atacaba
Irak por unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron, el
ingeniero Jan, al que se considera el padre de la bomba
atómica paquistaní
,
hacía contrabando con tecnología nuclear y contribuía
al peligro de la proliferación. Desarrolló una compleja red de
proveedores de máquinas, herramientas, ingenieros, montaje mecánico
y operaciones que ponía la tecnología de fabricación de
una bomba atómica al alcance de cualquiera que pudiera pagarla. Tenía
actividades financieras en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), socios surafricanos
y plantas de fabricación en Malaisia. Y, por supuesto, él también
usaba bancos suizos.

FP: Cuando usted le preguntó al presidente del Consejo Nacional de
Inteligencia de la CIA si los gobiernos podrían sellar las fronteras
para combatir el tráfico ilícito, él le dijo: "No
se puede hacer". ¿Está de acuerdo?

M. N.: Sí. Todas las fronteras tienen filtraciones. Hasta en un país
tan cerrado y represivo como Corea del Norte, existe un abundante tráfico
de mujeres, drogas, especies en peligro y todo tipo de mercancías.

F.P.: Una de las conclusiones centrales de su libro es que en el mundo se
está produciendo un nuevo choque, uno que está pasando inadvertido.

M. N.: Sí. Ya no se trata del viejo enfrentamiento entre el Este y
Occidente ni entre un Norte rico y un Sur pobre. Y aún menos de la oposición
que algunos ven hoy entre las culturas judeocristiana e islámica. Estamos
ante algo nuevo, la colisión entre puntos de luz y agujeros negros en
geopolítica.

FP.: ¿Qué son esos agujeros
negros geopolíticos
?

M. N.: En astrofísica, los agujeros negros son áreas del universo
en las que las leyes tradicionales de la física pierden validez. En
el libro ofrezco numerosos ejemplos de situaciones y regiones en las que las
formas clásicas de pensar sobre la política mundial y las relaciones
internacionales tampoco valen. En muchos e importantes aspectos, son agujeros
negros geopolíticos
, y son los lugares en los que las redes de tráfico
ilícito viven y prosperan.

FP.: ¿Qué significa que los conceptos geopolíticos habituales
están suspendidos?

"Ya no se trata del
viejo choque entre el Este y Occidente ni entre el Norte y el Sur ni
entre las culturas judeocristiana e islámica. Es algo nuevo: la
colisión entre ‘puntos de luz’ y ‘agujeros negros
geopolíticos’’

M. N.: El pensamiento tradicional parte de que un Estado-nación tiene
un Gobierno único y soberano, con autoridad exclusiva sobre una jurisdicción
definida espacialmente. El Gobierno tiene el monopolio del uso legítimo
de la violencia en su territorio y ejerce autoridad sobre la población.
Además, es la organización con más recursos y la única
con capacidad de entablar relaciones políticas y diplomáticas
formales con otros Estados-nación. Ninguno de estos criterios vale dentro
de los agujeros negros geopolíticos. Varias autoridades ejercen el control
de un mismo territorio. En esas áreas los traficantes de mercancías
ilícitas, conectados a grandes redes internacionales, desempeñan
un papel crucial en los asuntos económicos, políticos y militares.
Con frecuencia son más ricos, están mejor armados y mejor organizados,
y poseen más influencia social y política que el gobierno central.
Muchas veces, sus contactos internacionales -incluso a escala política- son
mejores y más eficaces que los de las autoridades.

FP: ¿Por qué?

M. N.: Los representantes del gobierno central pueden controlar los hospitales,
las escuelas y otros aspectos de la vida civil, pero las redes de traficantes
controlan la producción, la protección armada y la distribución
internacional de cualquier cosa que posea la región, y que alcance precios
elevados en los mercados mundiales -opio, armas, personas-, y tienen
los medios de coacción -armas y mercenarios- para defender
sus actividades frente a las amenazas (gobiernos) o los depredadores (las redes
rivales).

Pira contra el caos: armas ilegales incautadas a criminales en Nairobi, Kenia, en 2000
Pira contra el caos: armas
ilegales incautadas a criminales en Nairobi, Kenia, en 2000.

FP: ¿Qué ejemplos hay de agujeros
negros
?

M. N.: La situación en algunas zonas de Colombia, Rusia, Afganistán,
México, Laos y numerosos lugares de África y Asia encaja con
la definición. Los agujeros negros pueden ser regiones sin ley -es
decir, anárquicas- dentro de un país, como ocurre con el
Transdniéster en Moldavia, el corazón montañoso de Córcega
o los Estados mexicanos que constituyen la frontera con EE UU. Pueden ser regiones
fronterizas que abarcan países vecinos, como el Triángulo
de Oro
del sureste asiático o la Triple Frontera de Paraguay, Brasil y
Argentina. Pueden ser cadenas de barrios y pueblos como las comunidades libanesas
repartidas por las capitales de África occidental. Y son, cada vez más,
un espacio incorpóreo en Internet. El hecho de que sea difícil
o imposible localizarlos en un mapa no quiere decir que no existan.

FP: Estos agujeros
negros
son remotos desde el punto de vista geográfico,
pero están bien conectados internacionalmente.

M. N.: Exacto. Un factor crucial que confiere a los agujeros
negros
gran parte
de su fuerza es su capacidad de conexión especializada con lo que en
el libro llamo puntos de luz. Una región remota, primitiva y mal gobernada -o
no gobernada- no es un agujero negro geopolítico si no es capaz
de irradiar amenazas a lugares muy lejanos. Las selvas colombianas pueden ser
remotas e inaccesibles, pero su producción de cocaína llega a
las calles de Miami en cuestión de días. En Afganistán,
hoy, los cultivadores de opio están organizados de forma más
eficaz que el Gobierno. Mientras el presidente Karzai se queja de que no puede
obtener suficiente ayuda internacional, las redes de tráfico de opiaceos
se las arreglan para distribuir la droga en las calles de Londres o de París
en 48 horas.

FP: Pero dice que los agujeros
negros
pueden existir también en países
como España u otras naciones avanzadas.

M. N.: Doy el ejemplo de la Costa del Sol española, a veces apodada "Costa
del Crimen" porque se ha convertido en un lugar que emplean traficantes
de todo tipo -rusos, centroeuropeos, africanos, colombianos y mexicanos-,
como centro de operaciones y coordinación. Un informe reciente mostraba
que en España actúan 550 grandes grupos criminales, la mitad
de ellos extranjeros. El ministro español del Interior ha dicho que
la delincuencia organizada es "una amenaza tan grave para la seguridad
de España como el terrorismo islámico". Y eso, en un país
considerado uno de los principales refugios de ese tipo de terroristas en Europa,
y víctima de un atentado de masas en 2004.

FP: ¿Y cuáles son los puntos
de luz
que están en colisión
con los agujeros negros?

M. N.: Lo que diferencia a las dos categorías no es que actúen
o no redes ilícitas. Actúan en todas partes. La diferencia radica
en si, en un contexto dado, existe o no suficiente capacidad cívica
y estatal para contrarrestarlas. Los puntos de luz son lugares en los que existen
gobiernos eficaces, ciudadanos comprometidos y comunidades fuertes, económicamente
viables y políticamente activas. Sitios en los que la gente respeta
a los jueces, a la policía y al gobierno en general, y una gran mayoría
está dispuesta a vivir y acatar las leyes. El problema es que, cuantas
más áreas de ese tipo existen, más atractivo resulta para
los agujeros negros inundarlas de mercancías ilícitas.

FP: ¿Qué quiere decir?

M. N.: Cuanto más luminoso es el punto
de luz
, más atractivo
y lucrativo es para las redes que operan desde los agujeros
negros
hallar formas
de hacerle llegar sus productos y servicios. El tráfico ilícito
está determinado, en definitiva, por las diferencias de precios: la
madera para suelos que es mucho más cara en Los Ángeles que en
Indonesia, las hojas de coca que es posible procesar y vender en Miami por
100 veces lo que cuesta comprarlas en Bolivia, los trabajadores cameruneses
que ganan en Londres lo que nunca habrían podido soñar en su
país. Cuanto más luminoso es el punto de
luz
, más alto
puede ser el precio de esos objetos ilícitos. Cuanto más oscuro
es el agujero, más desesperados están sus habitantes por vender
sus bienes, sus mentes, su trabajo e incluso su cuerpo a los traficantes.

FP: ¿Pueden hacer algo los gobiernos?

M. N.: Sí, mucho. En parte, se trata de hacer cosas nuevas y, en parte,
de hacerlas de otra manera.

FP: ¿Cuáles son esos métodos nuevos?

M. N.: Lo bueno es que ya se cuenta con la ayuda de nuevas y potentes tecnologías,
desde la vigilancia por vídeo hasta los sensores de drogas y explosivos
o las tecnologías de extracción de datos. Pero la tecnología
no basta. Son precisos usuarios competentes de esas nuevas herramientas, y
eso significa mejorar la eficacia de los gobiernos en ese ámbito.

FP: ¿Y qué propone para mejorar esa eficacia gubernamental?

M. N.: Varias cosas. Primero, desfragmentar los gobiernos y, segundo, desahogarlos.
En la mayoría de los países, un organismo se encarga de luchar
contra las drogas, otro contra las falsificaciones, otro contra el blanqueo
de dinero, otro contra el tráfico de personas, y así sucesivamente.
Es preciso aunar todos esos esfuerzos bajo un mismo techo. Además, está claro,
en mi opinión, que hay que despenalizar algunas de esas actividades
ilícitas; que, en vez de prohibición, necesitamos reglamentación.
No estoy sugiriendo que se legalice el tráfico de niños, o de
armas de destrucción masiva o de alguna otra cosa horrible. Pero estoy
convencido de que los gobiernos pueden rendir mejor servicio a la sociedad
si eliminan la prohibición de la marihuana o buscan formas más
realistas y honradas de tratar a los trabajadores extranjeros.

FP: ¿Pueden hacer algo las personas corrientes?

M. N.: Por cada criminal que vende, hay un ciudadano que compra. La gente
tiene que enterarse de que estas cosas afectan a su propia familia, a su comunidad
y a su ciudad.