A un mes de las elecciones, la sociedad venezolana entendida a través de sus telenovelas. ¿Quién será el próximo galán?

Venezuela cumplió doscientos años en 2010.  Yo creo que los lleva muy mal, pero esto no es un artículo de opinión, sino una entrevista.

Justamente a finales de este  mismo año se cumplirán cien del primer reventón de crudo en un yacimiento al este del Lago de Maracaibo que, ya a mediados de los 30 del siglo pasado, convertiría a Venezuela en uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Este simple hecho ha propiciado que el país caribeño, otrora una palúdica república de fallida economía cafetalera,  sea también uno de los petroestados populistas más antiguos del que se tenga noticia en el hemisferio occidental.

En el curso del último siglo, Venezuela, que hoy tiene más de 28 millones de habitantes, ha vivido al menos cuatro vigorosos booms de precios petroleros. El último ha sido el más largo: comenzó en 1999 y se ha prolongado hasta la fecha, atravesando todos los catorce años que Hugo Chávez ha permanecido en el poder. Ha habido trechos de esta larga bonanza en los que el precio del crudo ha rondado los 120 dólares (93 euros). La producción nacional de crudo promedia desde hace ocho años unos dos millones trescientos mil barriles diarios. Se calcula que las arcas del Gobierno ingresaron, entre 1999 y 2010, unos quinientos veinte mil millones de dólares.

Venezuela accede a esta entrevista con FP en español en mitad de una baja estacional que coloca el precio del barril de crudo referencial del oeste de Texas en unos 94 dólares, el marcador Brent del Mar del Norte en unos 114. Desde 1999 a la fecha ha habido en el país más de ciento cincuenta mil homicidios.

 

FP en español: ¿Qué se siente al tener las reservas probadas de crudo más grandes del planeta y una de las tasas de criminalidad mortal más elevadas del continente?

AFP/Getty Images

Sociedad venezolana: Si va a comenzar comparando peras con morcillas no llegaremos muy lejos con esta entrevista. Las comparaciones a menudo oscurecen más de lo que se proponen iluminar. Ya me tienen el bigote hinchado los corresponsales y los analistas con eso de que Caracas es la ciudad más peligrosa del continente. A ver si se ponen de acuerdo: hace poco, apenas un par de años, era Ciudad Juárez (México) el sitio más letal. Luego fue un pueblo perdido en El Salvador. Y hace dos décadas, era Medellín (Colombia). Tengo otros superlativos que mostrar.

FP:  No se alarme, no voy a hablarle del Bicentenario de la Independencia Hispanoamericana ni de la Constitución de Cádiz. Y le prometo que hablaremos del socialismo ese que usted dice. Sólo que necesito echar atrás el vídeo hasta, digamos, 1945, ¿le parece?

SV: Las coronas de belleza. Entre Miss Universos y Miss Mundos llevamos más de once reinados mundiales de belleza en poco más de medio siglo. ¿No le dice algo eso?

SV: Es la apoteosis del mestizaje. La mezcla de tipos humanos que resplandece en esas chicas habla de uno de nuestros mayores logros como nación independiente: la mezcla de razas nos ha hecho diversos y tolerantes.

FP: ¿Por ejemplo?

SV: Las coronas de belleza. Entre Miss Universos y Miss Mundos llevamos más de once reinados mundiales de belleza en poco más de medio siglo. ¿No le dice algo eso?

FP: ¿Le importaría aclararlo un poco?

SV: Es la apoteosis del mestizaje. La mezcla de tipos humanos que resplandece en esas chicas habla de uno de nuestros mayores logros como nación independiente: la mezcla de razas nos ha hecho diversos y tolerantes.

FP:  No parece muy tolerante una sociedad que vive sumida en una polarizada discordia política. Hay quien habla de un millón de venezolanos que han optado por el autoexilio. Por razones tanto políticas como económicas.

SV: ¿Un millón? ¡Qué exageración! Son cifras muy debatibles, pero ya  veo: quiere que hable de política y acaso también de economía. Pues bien, hablemos de política, pero permítame primero hacer historia. "History matters", dijo un sabio economista:  La historia cuenta.

FP: Me parece estupendo. Pero, ¿por dónde piensa comenzar? Tenga en cuenta que nuestros lectores se interesan por temas globales y de actualidad. El socialismo del siglo XXI, sin ir más lejos.

SV:  No se alarme, no voy a hablarle del Bicentenario de la Independencia Hispanoamericana ni de la Constitución de Cádiz. Y le prometo que hablaremos del socialismo ese que usted dice. Sólo que necesito echar atrás el vídeo hasta, digamos, 1945, ¿le parece?

FP:  Admita que es una fecha algo lejana. Me gustaría que hablásemos de la sociedad venezolana actual, de sus valores, de sus expectativas y frustraciones.

SV:  Pero es que eso que usted llama “la sociedad venezolana actual” comenzó a cobrar forma justamente por aquellos años. Le ahorraré los detalles, pero el siglo XX comenzó para Venezuela en 1945 cuando un golpe militar barrió con la casta militarista heredera del dictador Juan Vicente Gómez, un personaje francamente decimonónico,  agropecuario, y unos jóvenes coroneles llevaron al poder a sus socios de entonces: varias docenas de líderes civiles de izquierda nacionalista no marxista. Contemporáneos todos de los coroneles. Gente como Rómulo Betancourt  y el otro Rómulo, Gallegos, el novelista. Gallegos fue el primer presidente civil elegido por sufragio universal que tuvo el país.

Ellos instauraron la tradición populista y los valores igualitaristas (no digo “igualitarios”, sólo “igualitaristas”), avivaron la aspiración colectiva de rápida movilidad social que me caracteriza. Casualmente, y aunque parezca absurdo, Chávez es la última parada –la más reciente, quiero decir— de esa tradición.

Puede sonar paradójico, pero los venezolanos aprecian mucho más la movilidad social que las libertades individuales.  Se dicen justicieros e igualitarios y tal vez no sean más que resentidos. Resentidos joviales, o para decirlo con expresión local: “mamadores de gallo”, como llamamos aquí ,y en la vecina Colombia, a los guasones perennes. Llamo su atención hacia esta categoría, la del “mamador de gallo”. La volveré a invocar en el curso de la entrevista, si me lo permite.

FP:  Fascinante, pero aún no veo que tienen que ver aquellos polvos de antaño con  los bolivarianos lodos del socialismo del siglo XXI.

SV: Comencé por hablarle de las reinas de belleza como emblemas del mestizaje y del igualitarismo. Puedo mostrar otro producto de esa tradición que ha trascendido mis fronteras y que quizá ilumine los porqués  del bolivarianismo chavista y también, entre tantas otras cosas, las causas de esas decenas de miles de asesinatos que tanto le impresionan. Pero advierta que mi estilo es el del Caribe: soy digresiva y arbórea cuando hablo. Téngame paciencia porque sé donde quiero llegar, pero el camino es culebrero.

FP: Iba usted a mostrarme  otros producto de la tradición populista. ¿En cuál está pensando?

SV: En la telenovela, sin ir más  lejos.

FP: ¡Ah, vamos! Hoy está usted de broma.

SV: Al contrario; hablo muy en serio. Si algo me singulariza, si algo expresa esa tradición igualitarista es la telenovela venezolana. Es nuestro otro gran rubro de exportación, además del petróleo. En el plano de la producción simbólica es el que mejor expresa a los venezolanos del siglo XXI. Me explicaré.

El relato canónico de la telenovela comienza con un despojo. La víctima de ese despojo es una mujer de extracción muy humilde. ¿De qué la han despojado? ¿De su virginal virtud? No; al menos no solamente de ella: le ha sido arrebatado también, y quizá es lo más importante, un enorme patrimonio que le corresponde por derecho natural pues la protagonista del culebrón es hija bastarda del amo de esa gran riqueza.

Característico de la telenovela venezolana es que el origen de la riqueza nunca esté claro. Lo llamativo es que a nadie le importe que el modo en que se crea riqueza no sea relevante porque al venezolano no le interesa crearla sino elucidar a quién le corresponde disfrutarla. ¿Me sigue?

FP: Más o menos…Todavía no diviso al socialismo del siglo XXI. Tampoco la violencia criminal ni la inflación galopante.

SV: Ya vamos llegando. Observe que en el melodrama gringo, en Dinasty o Falcon Crest, vemos minuciosamente de dónde procede la riqueza. Los personajes van al trabajo, se reúnen a menudo a discutir  temas financieros, a elucubrar modos de aumentar la productividad. En la telenovela venezolana, tanto como en el imaginario de nuestro pueblo, el origen de la riqueza es, en cambio, enigmático pero no esencial para el relato: lo esencial es que, al final de la teleserie, la chica entre en el disfrute de lo usurpado. Que el galán la saque de la abyecta miseria y la haga entrar en posesión de lo que es suyo.

La riqueza petrolera es para millones de venezolanos tan enigmática en su origen como lo es el del patrimonio señorial de la telenovela. Bastan mucho menos de cuarenta mil personas para producir  todo el caudal de dinero que provee la industria petrolera. El resto de los venezolanos no sabe de petróleo ni está interesado en saber cómo se produce todo ese dinero.

Le interesa más saber en virtud de qué el dinero puede llegar a sus manos. El venezolano común sólo sabe que, desde que su país es un petroestado, la riqueza del subsuelo le pertenece a la nación y, transitivamente, a todos los habitantes de ella. De ahí la relación comensal con el Estado y sus oficiantes: los políticos. Los caudillos civiles o militares del populismo reinante en Venezuela desde Gallegos… a Chávez.

FP: Ha podido ahorrarse la conferencia sobre la telenovela y entrar, sin más, a discurrir sobre populismo latinoamericano.

SV: Me interesa mostrar el específico modo venezolano de ser populista.  La telenovela es la metáfora cabal de todo lo bueno y lo malo que cien años de negocio petrolero han infundido en la sociedad venezolana. Sus valores son justicieros y, sobre todo, redistributivos. Un guionista de culebrones venezolano penaliza el lucro que acompaña al emprendedor privado exitoso tan sañudamente como lo haría un planificador tributario gubernamental argentino.

Allá afuera creen que somos mayoritariamente católicos, pero no es verdad: nuestra religión es el populismo redistributivo.

Por otra parte, el petróleo nos hizo un país de incautos. Extravagantemente incautos. La certidumbre de que vendemos un producto esencial para la civilización posindustrial ha llevado a nuestros gobiernos a disipar los proventos del negocio en faraónicos proyectos encaminados a cegar los abismos que nos separan del primer mundo. Y en esto, Chávez no se diferencia de Carlos Andrés Pérez, otro imprudente beneficiario, en el pasado, de los booms petroleros.

FP:  De todo lo que lleva dicho sólo me queda claro que produce usted petróleo y telenovelas. Para ser francos, equiparar a Carlos Andrés Pérez con Hugo Chávez sí me parece que es mezclar peras con morcillas. Y no explica la crispación política en que vive su sociedad ni el viraje a la izquierda radical. Tampoco ayuda a entender la criminalidad desenfrenada ni la corrupción, ni mucho menos la inflación más alta de América Latina.

SV: Pues fíjese que, con tres décadas de diferencia, Pérez, y Chávez, se constituyeron en los galanes de la telenovela redistributiva. Los dos, en sus momentos respectivos, proclamaron “el petróleo es nuestro” en sendas nacionalizaciones. Ambos desplegaron faraónicos planes de desarrollo. Los dos se propusieron hacer de su pequeño país un major player en la política global usando la palanca del petróleo.

FP: Pérez fue un demócrata a carta cabal que propició importantes acuerdos regionales. Apoyó decididamente la transición española. Chávez, en cambio,  simpatiza con indeseables tiranos como Assad y Lukashenko.

SV: Pérez, ciertamente, fomentó iniciativas tan loables como pudieron serlo un vasto plan de becas de postgrado, el Sistema Nacional de Orquestas y la editorial Ayacucho. Todo ello subproducto benigno de la fase maniaca que se apodera de todo galán de petroestado en temporada de precios altos del crudo. Esa fase maniaca se expresa en el lema “todo puede hacerse, todo debe hacerse”.

El colosal ingreso petrolero genera todo tipo de incentivos para que el Estado asuma más y más competencias pues, claro,  ahora todo puede hacerse. Surgen nuevas capas medias y se añaden competidores al empresariado, tanto el honrado como el corrupto, ambos comensales del megaestado. Pero, al mismo tiempo, prosperan incentivos para la corrupción. Y todo en aras de devolverle al público – al electorado, al pueblo— lo que le corresponde de la riqueza de todos. Al costo de la moral pública y del descrédito de los partidos, también estos comensales del Estado. Entonces todo está listo para que llegue un nuevo galán.

FP: ¿Se refiere a Enrique Carriles Radonski?

SV: Venezuela: Pudiera ser. El modelo de culebrón petrolero no solo explica los porqués de Hugo Chávez. También lo del rival más fuerte que ha tenido hasta ahora.

FP:  Lo tiene usted todo muy bien masticadito. ¿Qué pasa cuando llegan las vacas flacas?

SV: ¡Ah!, cuando caen los precios llega la fase depresiva del gobernante y es entonces cuando decide endeudarse. Al fin y al cabo, siempre puede ofrecer la factura petrolera como garantía. Es lo que actualmente hace Chávez con los créditos chinos.

FP: ¿Tanto se ha endeudado Chávez? ¿No quedamos en que estaban ustedes en mitad de un boom?

SV: Aun así, el dispendio ha sido tan grande que en doce años la deuda ha pasado de ser de 34 mil millones de dólares a más de 150 mil millones, pero no me distraiga usted: déjeme contarle el resto del culebrón.

FP: Adelante.

SV: Chávez ha aportado dos elementos verdaderamente nuevos al petroestado populista. Uno  proviene  del bolivarianismo y del militarismo: su vocación autoritaria. El otro elemento es el colectivismo digamos leninista, algo que no entraba, que ha encontrado mucha resistencia entre los millones de mamadores de gallo a quienes se pretende colectivizar a la cubana.

Su autoritarismo lleva a Chávez a antagonizar las instituciones,  los contrapesos,  la separación de poderes. Y a pervertir el sistema judicial, lo cual a su vez trae consigo un, nunca antes visto, ambiente de impunidad que ha hecho crecer las cifras de criminalidad.  Súmele a ello el efecto envilecedor de política que tiene el narcotráfico y tendrá el cuadro completo.

FP: ¿Y qué me de dice de la inflación?

SV: Es inherente al populismo: Si privilegias al gasto público sobre cualquier otra consideración es porque te importa poco el equilibro fiscal. No es algo idiosincrásico de Chávez: es dogma en la religión redistributiva.

FP: Parece que es la historia de nunca acabar.

SV: Es de invariable invención. Indefectible. Como la telenovela.

FP: Y ante ello, ¿qué actitud toma la sociedad venezolana?

SV: Muy sencillo: espero al siguiente galán.