Protestas en Amán tras reconocer Donald Trump Jerusalén como la capital de Israel.
(Khalil Mazraawi/AFP/Getty Images)

Las recientes crisis desatadas en Líbano y Palestina empujan al reino Hachemita a una complicada tesitura diplomática en la región, debiendo lidiar tanto con Israel como con Arabia Saudí para preservar sus intereses nacionales.

La crisis ocurrida en Líbano, después de que el primer ministro libanés, Saad Hariri, dimitiese, huyese a Arabia Saudí y retomase de nuevo su puesto como si nada hubiese ocurrido ha abierto una coyuntura regional complicada. A ello se ha unido, en las últimas semanas, la tensión suscitada por el reconocimiento oficial de la Administración estadounidense de Jerusalén como capital de Israel. La respuesta ha sido el reconocimiento de la parte Este de la ciudad santa como capital de Palestina por los líderes de los países miembros de la Organización de la Conferencia Islámica, instando a la comunidad internacional a hacer lo mismo.

Jordania, que lleva haciendo frente a las crisis regionales desde la guerra del Golfo de 1991, no puede permitirse mayores desestabilizaciones. Con Siria mutilada e Irak en un cenagal desde 2003, para el reino Hachemita la estabilidad del Líbano es imprescindible así como mantener el status quo en los territorios palestinos. Pero el devenir de ambos depende de otros dos vecinos de Jordania: Israel y Arabia Saudí. La diplomacia jordana ha de navegar aguas turbulentas para mantener el equilibrio entre sus intereses nacionales y la estabilidad regional.

Complicadas relaciones bilaterales con Israel

Las relaciones entre Jordania y su vecino occidental, marcadas por los vaivenes históricos derivados de las independencias árabes y del conflicto entre Israel y Palestina, han empeorado claramente en los últimos meses y tras los últimos acontecimientos. La firma de los acuerdos de paz en 1994 supuso un giro en estas relaciones, hasta entonces marcadas por la belicosidad entre ambos Estados. Estos acuerdos otorgaron a Jordania el estatus de guardián de los lugares santos en Jerusalén.

Jordania también se guardó el as en la manga de su ambigua relación con Hamás, al menos hasta 2007, cuando el movimiento palestino se separó oficialmente de la rama de los Hermanos Musulmanes jordana. Pese a ello, estas diferencias no han evitado una amplia cooperación entre los dos países, especialmente en el terreno económico y energético, con los acuerdos para la compra de gas natural licuado israelí que han atado al reino Hachemita por los próximos 20 años.

Pero la situación se complicó el pasado 23 de julio, cuando un guarda de seguridad israelí disparó y mató a un carpintero y un doctor jordanos en el complejo de la Embajada de Israel en Amán. Según el Ministerio de Exteriores Israelí, el carpintero atacó con un destornillador al guarda por una disputa sobre el mobiliario que estaban cambiando, por lo cual este último le disparó y también al doctor, propietario del inmueble. Este incidente desató una crisis diplomática entre ambos países, al negarse Israel a que el autor fuese interrogado por los servicios de seguridad jordanos, alegando inmunidad diplomática. Como consecuencia, el Gobierno de Jordania expulsó a la delegación diplomática israelí y no permitirá su retorno hasta que se haga “justicia y se tomen los pasos legales necesarios para abordar este incidente”, indicó un cargo gubernamental a The Jordan Times.

Esta situación pone en riesgo el desarrollo de la construcción de una tubería que transportará agua del Mar Rojo al Mar Muerto. El pasado 15 de noviembre, las autoridades jordanas indicaron su intención de proseguir con el proyecto “con o sin Israel”, según recoge el citado diario local, aunque esto es más una demostración de fuerza que una realidad, pues la financiación internacional del proyecto está supeditada a su liderazgo tripartito.

La decisión del presidente estadounidense Donald Trump de reconocer oficialmente Jerusalén como la capital de Israel ha caído como un jarro de agua fría en Amán. Desde el anuncio, las protestas tomaron las calles de Amán y otras ciudades jordanas durante cuatro días consecutivos. Ayman al Safadi, ministro de Exteriores del reino, declaró en una entrevista a CNN que “a no ser que seamos capaces de crear un Estado Palestino independiente, seguirá pesando sobre la región la amenaza de que explote en cualquier momento”.

Es más, 14 parlamentarios han pedido revisar los acuerdos de paz con Israel con el propósito de anularlos. Amán acogerá una cumbre extraordinaria de la Liga Árabe sobre Jerusalén, aunque no se ha precisado la fecha.

El rey Salman bin Abdulaziz al Saud de Arabia Saudí y el rey de Jordania, Abdalá II en la visita oficial del saudí en Amán. (Khalil Mazraawi/AFP/Getty Images)

Funambulismo en la cuerda saudí

La relación de Jordania con el vecino del sur resulta cada vez más compleja. El claro papel protagonista que el reino de los Saud ha tomado en la crisis del Líbano y su presunto apoyo a la solución que la aAministración Trump está ideando para resolver el conflicto en Oriente Medio, fuerzan a Amán a ser cauta pese a lo mucho que está en juego.

Arabia Saudí supone un apoyo económico fundamental para el reino Hachemita, que no puede permitirse perder. Esta dependencia económica está arrastrando al Gobierno jordano a posiciones en las que no quisiere verse. ¿Cómo si no explicar la participación de Jordania en la coalición internacional que bombardea Yemen, si no es por la presión que ejercen los saudíes en su lucha contra la expansión regional de Irán? También se vio presionado para unirse a la campaña contra Irán y al bloqueo a Qatar que se mantiene desde el pasado verano. Aunque Jordania cerró las oficinas de Al Jazeera en Amán, no cortaron relaciones diplomáticas con el Emirato como otros de los socios saudíes.

“La política exterior jordana siempre ha sido consistente en señalar la unidad árabe y el respeto por la soberanía de los países, evitando unirse a ningún eje o alianza o ser parte de la polarización regional”, señala el analista jordano Osama al Sharif.

Sin embargo, también en este aspecto están surgiendo diferencias entre ambos países. Jordania se estaría viendo perjudicada económicamente tras el boicot regional a Qatar y la reapertura del paso fronterizo de Arar, entre Arabia Saudí e Irak, cerrado desde 1990. Todo el comercio iraquí que anteriormente debía transitar por Jordania para zarpar por mar desde el puerto de Aqaba, ahora lo hace a través de los puertos saudíes del mar Rojo. Las promesas saudíes de ayuda a Amán en detrimento por estas pérdidas han quedado en papel mojado.

El pasado 19 de noviembre Arabia Saudí y Bahréin convocaron una reunión de emergencia de la Liga Árabe para discutir sobre las “violaciones” cometidas por Irán en la región. Aunque todos los países árabes condenan la interferencia regional del Estado persa, lo cierto es que no todos coinciden en la manera en la que los saudíes están gestionando la situación.

Ayman al Safadi condenó en dicha reunión los ataques perpetrados por los hutíes contra Arabia Saudí y la injerencia iraní en Bahréin, pero también señaló que “nuestra región no necesita más crisis, pedimos paz y abogamos por el fin de los conflictos”. Asimismo, señaló la necesidad de mantener “buenas relaciones de vecindad con Irán” y que “la seguridad árabe común requiere pensar, consultar y planear juntos”.

“Jordania ha expresado su apoyo al Gobierno libanés y ha tratado de no tomar partido en el actual enfrentamiento entre Riad y Beirut. Lo mismo puede decirse de la crisis entre Arabia Saudí y Qatar”, apunta Al Sharif.

Pero, según señala el periodista David Hearst, fuentes gubernamentales jordanas se muestran inquietas por cómo el reino saudí y su nuevo líder, Mohammad bin Salman (MbS) ignoran al reino en su normalización de las relaciones con Israel. La nueva estrategia saudí pone en peligro la propia seguridad del Estado jordano. Según dichas fuentes, MbS “trata con los jordanos y la Autoridad Palestina como si fuesen sus sirvientes y él el amo, debiendo obedecer lo que él dice”.

Lo cierto es que el nuevo liderazgo saudí parece ignorar las preocupaciones de sus vecinos. Se demuestra en la crisis libanesa, con una desestabilización que podría generar una respuesta iraní con consecuencias directas en toda la región, incluido Jordania. Los esfuerzos jordanos por acercarse a Rusia e Irán en el marco de la crisis siria se están viendo dinamitados por el, cada vez más, extenso poder saudí sobre la región árabe.

Pese a que el reino saudí calificó la declaración de Trump como “injustificada e irresponsable”, además de “un paso atrás en el proceso de paz”, lo cierto es que parecen alinearse con el plan de paz de la Administración estadounidense que, según Reuters, será desvelado en la primera mitad de 2018.

“Jordania está extremamente preocupada por los intentos de esquivar al liderazgo palestino, el papel del reino en Jerusalén y la Iniciativa de Paz árabe”, señala Al Sharif. El rey Abdalá II ha volado a Riad para entrevistarse con el monarca saudí, aunque las autoridades hachemitas se han mostrado cautas en señalar el supuesto papel de Arabia Saudí en desarrollar ese nuevo plan de paz estadounidense.

“La postura de Jordania es clara y se dará una escalada diplomática para frustrar los intentos de forzar un acuerdo sobre los palestinos y el reino que no sea conforme con los principios básicos reconocidos en el derecho internacional”, sentencia el analista jordano. Las negociaciones bilaterales con Estados Unidos y Arabia Saudí serán claves para intentar que el reino Hachemita no quede fuera de juego en el futuro de Oriente Medio.