El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev (izq.), y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan (der.), asisten a la octava cumbre del Consejo Turco en Estambul. (Murat Cetinmuhurdar/Anadolu Agency via Getty Images)

Geopolítica emergente de Turquía a través del Consejo Turco. He aquí las claves, los riesgos y los desafíos de una visión geoestratégica del país euroasiático.

 

La VIII Cumbre de Estambul del Consejo Turco, realizada el pasado 12 de noviembre, permitió al anfitrión presidente Recep Tayyip Erdogan abordar el marco necesario para confeccionar uno de sus principales proyectos geopolíticos: la versión turca del "Gran Juego" euroasiático, a través de la recuperación de la noción histórica del "panturquismo", con ciertas reminiscencias "neotomanas".

Eurasia se está convirtiendo en un escenario clave para la geopolítica del siglo XXI. Erdogan lo sabe bien y conoce a la perfección las posibilidades que Turquía tiene en este espacio geoestratégico a través del "mundo turco", desde los Balcanes, Europa Oriental y el Cáucaso hasta Asia Central, su espacio originario.

Una pieza clave en este proyecto es el Consejo de Cooperación de Países de Habla Túrquica, creado en 2009. Sus miembros son Turquía y ex repúblicas soviéticas del Cáucaso y de Asia Central con orígenes étnicos y lingüísticos túrquicos como Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán.

La reciente cumbre de Estambul ha sido histórica en varios aspectos, entre ellos el de acordar el cambio de nombre oficial por el de Organización de Estados Túrquicos, comúnmente mencionado como Consejo Turco. Pero también ha sido importante el hecho de que la cumbre de Estambul decidiera que fuera precisamente Turquía la sede del Secretariado de este organismo, lo cual le otorga poder efectivo en las decisiones de este Consejo.

Este Consejo Turco tiene características a priori limitadas desde el punto de vista geopolítico global. Su superficie abarca 3.800.000 km2, con 120 millones de habitantes, constituyendo el 1% economía mundial. No obstante, su peso viene determinado por su naturaleza geoestratégica: engloba países y territorios por donde transitan grandes corredores económicos y energéticos en Eurasia, vitales para potencias globales como China y Rusia, pero también para actores emergentes como Turquía e Irán.

 

El "panturquismo" como motor geopolítico

Para comprender la trascendencia de este espacio geoestratégico es necesario tener como referencia histórica la ideología del "panturquismo", que supone la vertebración de un proyecto común de carácter principalmente lingüístico y cultural, instrumentalizado como proyecto geopolítico en la actualidad por la Turquía de Erdogan.

El "panturquismo", también conocido como "panturanismo", tiene sus raíces a finales del siglo XIX, aproximadamente en la década de 1880, en el seno de intelectuales turcos radicados en Azerbaiyán, entonces bajo mandato del Imperio ruso. Surge por tanto en plena decadencia política y militar del Imperio otomano con la finalidad de dotar a los pueblos túrquicos bajo soberanía del Sultán, desde los Balcanes y el Cáucaso hasta Asia Central, de una ideología nacionalista que les permitiera trazar un proyecto común a pesar de que esos pueblos vivían en esos momentos bajo las soberanías otomana, rusa y persa, principalmente.

El "panturquismo" supone así una variable en clave túrquica de las corrientes nacionalistas que comenzaban a situarse en el plano político europeo, en particular el pangermanismo y el paneslavismo en Rusia. Hacía por tanto referencia a una plasmación mitológica de la idea de Turania y el Turquestán, la "madre patria" histórica de los pueblos de origen túrquico, enraizada en los Montes Altäi en Mongolia y Asia Central y cuya expresión expansiva los llevó hasta las puertas de Europa.

El pensador más conocido del "panturquismo" fue el sociólogo turco Ziya Gökalp, quien ejerció una gran influencia en el movimiento denominado de los "Jóvenes Turcos", también conocido por las siglas de su partido Comité de Unión y Progreso (CUP).  El CUP tomó el poder en el Imperio otomano en 1908 hasta 1918 con la derrota otomana en la I Guerra Mundial. El "panturquismo" de Gökalp y la CUP procreó igualmente una especie de simbiosis con la ideología imperante del "otomanismo" dentro de los límites del imperio, pero preservando el carácter turco de sus dominios.

La República de Turquía creada en 1923 por Mustafá Kemal "Atatürk" (que literalmente significa "padre de los turcos") no preservó oficialmente esta idea de "turquedad" más allá de los límites geográficos de la naciente república turca. No obstante, el "panturquismo" no fue desechado. Tuvo su revitalización tras la desintegración de la URSS (1991), en particular por la presencia de pueblos de origen turco tanto en Rusia como en las ex repúblicas soviéticas del Cáucaso y de Asia Central.

Bajo este contexto, se puede identificar al ex primer ministro (1983-1989) y ex presidente turco Turgut Özal (1989-1993) como el revitalizador de la ideología "panturca" en el naciente sistema de "posguerra fría" heredado de la desintegración de la URSS. A partir de 1992, Özal redefinió nuevas perspectivas para la política exterior turca hacia ese mundo "túrquico" post-soviético, principalmente a la hora de forjar lazos de cooperación cultural y un espacio económico común que permitiera fortalecer la condición de Turquía como economía emergente global.

Tras el fallecimiento de Özal en 1993, los posteriores gobiernos turcos no abandonaron, pero tampoco profundizaron en demasía, esta perspectiva geopolítica "panturca". La llegada al poder de Recep Tayyip Erdogan en 2002 y de su partido islamista AKP reforzó estas expectativas hacia el "panturquismo", que llevaron a la creación en 2009 del Consejo de Cooperación de Países de Habla Túrquica.

La composición de este organismo por parte de Turquía, Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán, le permitió a Erdogan redefinir esos espacios de actuación, incluso ampliando con el paso de los años con la inclusión de miembros observadores como Hungría (2018), país que lingüísticamente forma parte de la familia urálica y fino-ugro-altaica emparentada con la lengua turca.

Toda vez, el Consejo abrió negociaciones para la eventual inclusión de nuevos miembros observadores como Ucrania e Irán, países donde también están asentados algunas comunidades de origen túrquico como los tártaros de Crimea, bajo soberanía rusa de facto desde 2014, o los turco-azeríes al norte de Irán.

Mirando a corto plazo, en 2023, la República de Turquía celebra su centenario. Ese mismo año, Erdogan se presenta para la reelección presidencial, que muy probablemente buscará darle un prisma en clave de simbolismo histórico.

Ese simbolismo histórico viene trazado porque el centenario de la república "kemalista" laica creada en 1923 por Mustafá Kemal Atatürk de las cenizas del Imperio otomano, daría paso a un cambio de sistema, la república de carácter "erdogano", donde la simbiosis de una especie de "islamismo laico" en una Turquía modernizada para afrontar los retos del siglo XXI se combina con la intención de Erdogan de "guiar a Turquía hacia una nueva era". Todo ello sin menoscabar las críticas que desde Occidente se realizan hacia la deriva autoritaria y presidencialista de un presidente que también cumplirá en 2023 dos décadas al frente del poder en el país euroasiático.

 

La cumbre del Consejo Turco de 2021: ¿punto de inflexión para Erdogan?

La Declaración de Estambul de la Cumbre del Consejo Turco de 2021 da a entender algunas claves que permiten considerar este encuentro como un punto de inflexión para Erdogan a la hora de impulsar la visión de un "mundo turco" para el siglo XXI. Uno de estos aspectos clave fue la decisión de cambiar el nombre oficial de Consejo de Cooperación de los Estados de Habla Turca al de Organización de los Estados Turcos.

Con Erdogan como anfitrión, con la participación del secretario general del Consejo Turco, Baghdad Amreyev, a esta cumbre asistieron los presidentes de Azerbaiyán, Ilham Aliyev; Kazajistán, Kassym-Jomart Tokayev; Kirguizistán, Sadyr Zhaparov; Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev; Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedow y el primer ministro húngaro Viktor Orbán.

Uno de los documentos clave de esta cumbre fue la adopción de la "Visión Turca del Mundo 2040", un documento base claramente estratégico que define las prioridades de este organismo para afrontar los retos del presente siglo.

En lo relativo a la Declaración de Estambul, destacan aspectos prioritarios de actuación como el fortalecimiento de TURANSEZ como zona económica especial para los Estados miembro; la adopción del Proyecto Caravanserai como marco de revitalización de las Rutas de la Seda, a través de acuerdos de cooperación aduanera y comercial, pero ahora bajo una concepción netamente "turca", un aspecto que denota la posibilidad de una visión alternativa a la estrategia china de las Rutas de la Seda; la estrategia de acción conjunta del Consejo con la Diáspora de habla turca y la apuesta por las tecnologías verdes y las Ciudades Inteligentes en un mundo digitalizado, entre otros aspectos.

Del mismo modo, la Cumbre de Estambul se propuso aunar esfuerzos para invitar en futuros encuentros a la República Turca del Norte de Chipre, un Estado de facto solo reconocido internacionalmente por la República de Turquía, pero que está fuera de legalidad para el sistema de la ONU. Toda vez, debe destacarse también que Turkmenistán participó en esta cumbre por primera vez como miembro observador.

Del mismo modo, Erdogan ha manifestado una relación especial con algunos de los miembros del Consejo, como es el caso de Azerbaiyán. Han sido frecuentes las referencias entre ambos gobiernos a que los dos países componen prácticamente "una nación, dos Estados", una concepción similar a la que tiene China con respecto a Taiwán bajo el esquema "un país, dos sistemas".

 

Los desafíos abiertos ante los nudos geopolíticos de Erdogan

La visión geopolítica "panturca" de Erdogan a través del Consejo Turco aborda una nueva concepción estratégica y un nuevo equilibrio de fuerzas dentro del espacio euroasiático. En este escenario transitan organismos con mayor protagonismo, como son los casos de las iniciativas chinas de la Organización de Cooperación de Shanghái (creada en 2001) y las Rutas de la Seda, así como la Unión Euroasiática impulsada por Rusia a partir de 2015.

A todas estas, no se debe olvidar que Turquía sigue siendo un socio estratégico para la OTAN, y si bien Erdogan ha girado su visión geopolítica hacia Eurasia, en particular hacia Rusia y China, sus compromisos de seguridad con la Alianza Atlántica siguen siendo permanentes, a pesar de determinados episodios de tensión como ocurrió recientemente con la compra a Moscú de misiles SU-400 de defensa antiaérea.

Cómo manejará Erdogan estos equilibrios es uno de los principales desafíos geopolíticos dentro de su nueva visión "panturca". Se advierten aquí cómo serán sus relaciones con tres socios estratégicos: Rusia, China e Irán, sin olvidar tampoco la presión constante hacia Ankara por parte de sus aliados "atlantistas" vía OTAN. Toda vez, Moscú, Pekín y Teherán también manejan sus propios proyectos "euroasiáticos", en ocasiones en sintonía entre sí y otras no tanto con la visión turca.

En primer lugar, está la relación con Rusia. El mundo "túrquico" también abarca poblaciones de la Federación de Rusia, desde Crimea hasta el Cáucaso y Asia Central, con particular fijación en comunidades como la tártara que también alberga demandas autonomistas con respecto a Moscú.

La incógnita está en descifrar cómo logrará equilibrar Erdogan el previsible efecto de atracción del Consejo Turco hacia aquellas poblaciones túrquicas (tártaros, gagauzos, kalmukos, buriatos, entre otros) establecidas durante siglos en territorio ruso y sin afectar a sus relaciones con Moscú. También debe observarse con atención cómo manejará sus relaciones con Rusia un Consejo Turco que tiene entre sus miembros a países como Kazajistán y Kirguistán, que también forman parte de iniciativas estratégicas prioritarias para Rusia como son la Unión Euroasiática y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).

En este apartado, no hay que olvidar que la membresía de Turquía en la OTAN puede significar un avance de la Alianza Atlántica vía Consejo Turco hacia el espacio euroasiático, rivalizando así con las iniciativas rusa de la Unión Euroasiática y la OTSC. Estas son algunas de las claves que pueden condicionar el éxito de la apuesta geopolítica "panturca" de Erdogan.

Personas participan en las celebraciones de Nowruz en Kazán, Rusia. (Alexey Nasyrov/Anadolu Agency/Getty Images)

En segundo lugar, China. Turquía es un paso estratégico territorial para la Ruta de la Seda que China impulsa hacia Europa. Pero un elemento de tensión dentro de las pretensiones del Consejo Turco por agrupar a las comunidades túrquicas podría establecerse en torno a la situación de la comunidad uigur, de origen túrquico, establecida en la provincia china de Xinjiang. Las díscolas y tensas relaciones de está con Pekín pueden exacerbarse en caso de que el Consejo Turco elaborara algún tipo de declaración favorable en la defensa de los derechos autonomistas uigures.

China no tiene contemplaciones al calificar al movimiento nacionalista uigur como "terrorista" y una amenaza para su integridad estatal y seguridad nacional. Por tanto, y como en el caso de los tártaros y otros pueblos túrquicos dentro de Rusia, Erdogan deberá manejar con sutileza el tema uigur con China.

Finalmente, Irán. La "hermandad" ruso-azerí implica también observar cómo Ergogan manejará la situación de los azeríes de origen persa establecidos en Azerbaiyán, un tema sensible para la política exterior iraní.

Si bien Turquía e Irán mantienen sintonía diplomática y puntos en común en algunos escenarios (Siria, Irak, Afganistán, programa nuclear iraní), sus relaciones también han sufrido altibajos en otros ámbitos (Armenia, Azerbaiyán, Egipto). Toda vez, Occidente se ha esforzado en mostrar a Turquía como un ejemplo de "islam democratizado y moderno" para el mundo musulmán, precisamente en clara contraposición al modelo revolucionario islámico iraní, así como del islamismo integrista.

Erdogan también ha ampliado su abanico exterior a través de intensas giras internacionales, como ha sido el caso de África, en donde Ankara comienza a tener intereses estratégicos en antiguos dominios otomanos (Sudán). No obstante, no debe olvidarse que la implicación turca en los conflictos libio y sirio le ha llevado, en ocasiones, a tener tensos episodios en sus relaciones con Moscú, que también tiene intereses estratégicos en esos dos escenarios, y en especial a la hora de concretar o equilibrar las alianzas internas, como ha sido el caso de la situación de los kurdos en Siria.

Todo ello sin olvidar que la Turquía de Erdogan ha explorado escenarios anteriormente inéditos para la política exterior turca, como es el caso de América Latina, con epicentro en la relación estratégica con la Venezuela de Maduro, donde Ankara ha establecido intereses compartidos con Rusia, China e Irán.

Turquía observa con atención el desarrollo de los acontecimientos en Irak (principalmente en el Kurdistán y sus tentativas secesionistas) y también en Afganistán tras el regreso de los talibanes al poder, donde Irán, Rusia y China también tienen intereses importantes. En este sentido, Turquía ha sido un interlocutor clave para los talibanes en los últimos tiempos, en especial a la hora de manejar el tema de los refugiados afganos que ven en territorio turco la puerta a Europa.

Pero también están otros escenarios estratégicos para Turquía que pueden definir relaciones tensas con sus vecinos, como son los casos de Siria, Turquía e Irak por la causa kurda, el diferendo en Chipre con la República Turca del Norte de Chipre y las históricas rivalidades con Grecia, socio turco de la OTAN y miembro de la Unión Europea.

En el apartado kurdo, la Declaración de Estambul implicó la inclusión de los partidos y movimientos kurdos PKK-YPG como "organizaciones terroristas" al lado de Daesh, lo cual certifica una posición oficial por parte de este organismo claramente desfavorable a la causa kurda, y en la cual contaría con el apoyo del resto de los miembros del Consejo Turco.

Otro apartado tiene que ver con la herencia turco-otomana en los Balcanes, que implica observar la posición de Turquía en escenarios no menos conflictivos como Kosovo, Bosnia-Herzegovina y Albania, donde también entran en juego la Unión Europea y la OTAN. Está por ver cuál será la posición oficial del Consejo Turco en cuanto a la presencia de origen túrquico en los Balcanes.

Por otro lado, con esta nueva perspectiva geopolítica trazada por el Consejo Turco, queda también pendiente cómo Erdogan logrará manejar la resolución de conflictos latentes como el del enclave armenio de Nagorno Karabaj asentado en territorio azerí, en especial ante la reciente escalada de combates entre Armenia y Azerbaiyán. Este escenario cobra importancia ante la histórica relación de hermandad turco-azerí, solidificada a través del Consejo Turco.

 

Erdogan, los Lobos Grises y el "panturquismo neotomano"

Por último, debe destacarse igualmente el papel del "panturquismo" en la Turquía de Erdogan y los riesgos que puede asumir el presidente turco. Y en este apartado es importante señalar la orientación claramente nacionalista y de extrema derecha de grupos paramilitares "panturcos" como los Lobos Grises, con fuertes ramificaciones y apoyos en diversos estamentos militares y políticos turcos, en particular el Partido de Acción Nacionalista (MHP).

Un manifestante nacionalista coreando consignas muestra el símbolo simbólico de ‘lobo gris’ durante una marcha que marca el Día del Turquismo en Ankara, Turquía. (Altan Gocher/NurPhoto via Getty Images)

En este sentido, Erdogan se ha acercado en los últimos años al MHP para equilibrar sus aliados políticos internos. Una alianza contra natura tomando en cuenta que, históricamente, los Lobos Grises y el MHP han sido los principales detractores del islamismo turco que lidera Erdogan. Esta concreción de intereses entre Erdogan, el MHP y colateralmente con los Lobos Grises da a entender que el viraje nacionalista "panturco" de Erdogan busca ganar apoyos políticos internos en aspectos clave como la posible reforma constitucional turca prevista para 2022 y las aspiraciones de reelección de Erdogan en 2023.

Debe señalarse que, en noviembre de 2020, Francia incluyó a los Lobos Grises turcos en la lista de organizaciones políticas prohibidas tras presentarse ataques por parte de algunos de sus miembros en Lyon contra la diáspora armenia. En pasado mes de junio, el Parlamento Europeo incluyó a los Lobos Grises en su lista de grupos terroristas.

Los Lobos Grises se han ramificado también entre varios miembros de la numerosa diáspora turca en Europa, principalmente en Alemania, Austria, Países Bajos y Francia. Así, la decisión francesa de prohibir a esta organización y del Parlamento Europeo de calificarla de grupo terrorista provocó inmediatos roces y tensión diplomática con Erdogan.

Estos apoyos de Erdogan al MHP y los Lobos Grises puede diseñar un espacio de influencia para estos grupos nacionalistas en la política exterior turca, que puede tener incidencia en casos específicos de elevada tensión para Ankara como son Grecia, Armenia y los kurdos, entre otros.

En el caso griego, la reciente crisis migratoria entre Polonia y Bielorrusia ha sido también utilizada por Atenas para acusar a Turquía de presuntamente "apoyar los ataques híbridos" del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko contra Polonia, aduciendo la proximidad geopolítica turca con Rusia y por consiguiente con Bielorrusia, aliado de Moscú. En Europa sospechan que la ruta de migrantes kurdos, iraquíes, sirios y afganos, entre otros, asentados actualmente en Bielorrusia, ha pasado antes por Turquía, en apariencia manejada por mafias locales y regionales con la presunta complacencia de las autoridades turcas.

El MHP ha mostrado una oposición frontal al reforzamiento de posiciones griegas en el espacio mediterráneo y del mar Egeo, donde existen reclamaciones de soberanía turco-griegas en algunas islas, pero también intereses energéticos. Toda vez, los nacionalistas turcos niegan el Genocidio armenio, posición oficial igualmente aceptada por Erdogan y el Estado turco, así como presionan por evitar cualquier tipo de autonomía de los kurdos en Siria, Irak y Turquía.

La Cumbre de Estambul del Consejo Turco reforzó aún más la concepción geopolítica "panturca" de Erdogan, que amplía igualmente esa perspectiva "neotomana" presente en los últimos años en la política exterior "erdogana". Con ello, Erdogan amplía un viraje euroasiático que le permite, al mismo tiempo, equilibrar geopolíticamente sus relaciones con la Unión Europea y la OTAN, con las que ha observado situaciones de tensión en los últimos tiempos.

No obstante, esta reorientación hacia el "panturquismo neotomano" por parte de Erdogan, si bien abre perspectivas geopolíticas estratégicas para una Turquía cada vez más emergente en el plano global, no escapa de riesgos potenciales que pueden minar su capacidad de expresión. Sea como sea, Erdogan parece dispuesto a mostrar una Turquía emergente rescatando y actualizando la visión "panturca y neotomana" en su política exterior.