Espero que la mayoría de los lectores tuvieran la misma reacción
que yo ante el artículo de Lawrence Lessig sobre la disminución
del dominio público (‘Mañana no estarán: el dominio
público’, FP

EDICIÓN ESPAÑOLA octubre/noviembre
2005): "Es un enorme problema y algo debe hacerse". Sin embargo,
la información que ha llegado a mi escritorio recientemente me lleva
a preguntarme sobre el tamaño del problema. Tal vez estamos llamando
a la puerta equivocada.

La tesis de Lessig es que el acceso a materiales publicados con anterioridad
es esencial para el desarrollo de nuevas ideas y que ciertos aspectos de las
leyes sobre derechos de autor restringen ese acceso. Dejando a un lado el hecho
de que una idea no tiene derechos de autor, ¿cómo medimos el
desarrollo de nuevas ideas?

Quizá el mejor sistema de medición -aunque imperfecto- es
el número de libros publicados: más obras difícilmente
suponen más ideas. Así que me quedé muy sorprendido al
descubrir que el número total de libros que se sabe con certeza han
sido publicados a lo largo de la historia es de unos veintiséis millones
y que el 83% de esos trabajos han visto la luz desde 1923. Ese año marca
la línea divisoria, en Estados Unidos al menos, entre aquellas obras
que pasan a ser de dominio público y aquellas otras que en su mayoría
están todavía protegidas por las leyes sobre derechos de autor.
Además, la mitad de todos los libros del mundo escritos en todas las
lenguas han sido editados en los últimos 28 años.

Esos datos nos dicen que todo este nuevo conocimiento se ha creado, pese a
las leyes opresivas del copyright. No es un argumento a favor de la economía
libertaria. Se trata simplemente de que los altos ideales no nos impidan ver
la realidad. El conocimiento mundial está expandiéndose de forma
rápida a pesar de la creciente protección de los derechos de
autor. El dominio público está, por tanto, vivo, sano y es pequeño.

  • Joseph Esposito
    Presidente de Portable CEO
    Santa Cruz, California, EE UU

Espero que la mayoría de los lectores tuvieran la misma reacción
que yo ante el artículo de Lawrence Lessig sobre la disminución
del dominio público (‘Mañana no estarán: el dominio
público’, FP

EDICIÓN ESPAÑOLA octubre/noviembre
2005): "Es un enorme problema y algo debe hacerse". Sin embargo,
la información que ha llegado a mi escritorio recientemente me lleva
a preguntarme sobre el tamaño del problema. Tal vez estamos llamando
a la puerta equivocada.

La tesis de Lessig es que el acceso a materiales publicados con anterioridad
es esencial para el desarrollo de nuevas ideas y que ciertos aspectos de las
leyes sobre derechos de autor restringen ese acceso. Dejando a un lado el hecho
de que una idea no tiene derechos de autor, ¿cómo medimos el
desarrollo de nuevas ideas?

Quizá el mejor sistema de medición -aunque imperfecto- es
el número de libros publicados: más obras difícilmente
suponen más ideas. Así que me quedé muy sorprendido al
descubrir que el número total de libros que se sabe con certeza han
sido publicados a lo largo de la historia es de unos veintiséis millones
y que el 83% de esos trabajos han visto la luz desde 1923. Ese año marca
la línea divisoria, en Estados Unidos al menos, entre aquellas obras
que pasan a ser de dominio público y aquellas otras que en su mayoría
están todavía protegidas por las leyes sobre derechos de autor.
Además, la mitad de todos los libros del mundo escritos en todas las
lenguas han sido editados en los últimos 28 años.

Esos datos nos dicen que todo este nuevo conocimiento se ha creado, pese a
las leyes opresivas del copyright. No es un argumento a favor de la economía
libertaria. Se trata simplemente de que los altos ideales no nos impidan ver
la realidad. El conocimiento mundial está expandiéndose de forma
rápida a pesar de la creciente protección de los derechos de
autor. El dominio público está, por tanto, vivo, sano y es pequeño.

  • Joseph Esposito
    Presidente de Portable CEO
    Santa Cruz, California, EE UU