
Clinton se enfrenta a serios obstáculos y más tras el servidor de correo privado, los malos resultados en las encuestas y la posible incorporación a la carrera de Joe Biden. Parece que los buenos resultados que estaba teniendo están en peligro.
En 2007, en vísperas de las primarias demócratas para las elecciones presidenciales, se decía que Hillary Clinton era la "candidata inevitable". Entonces parecía tan invencible como lo ha parecido este último año, durante su segundo intento de alcanzar la máxima jerarquía de Estados Unidos. Pero en política no hay nunca nada seguro, y los sondeos, las predicciones y las opiniones de expertos en las primeras etapas son poco de fiar: yo misma conté a los medios de comunicación españoles hace ocho años que la nominación de Hillary era prácticamente un hecho. Y entonces nos sorprendió a todos al perder las primarias y demostrar que no era invencible.
Durante los últimos meses, la prensa se ha dedicado a publicar tres historias que arrojan una luz negativa sobre ella, en lo que el periodista y estadístico Nate Silver ha denominado acertadamente un "ciclo de deflación de las encuestas". Nos han informado, una y otra vez, sobre el servidor de correo privado, los malos resultados en los sondeos y las especulaciones sobre la incorporación del vicepresidente Joe Biden a la carrera electoral. Estas tres cuestiones, unidas a la falta de entusiasmo que la rodea, son unos puntos seriamente débiles que hacen que sea bastante exagerado hablar de una "coronación" demócrata.
Creamos o no que su utilización de un servidor y una cuenta de correo personales cuando era secretaria de Estado fue un acto deshonesto, cuestión de comodidad o una mera torpeza de una política con escasas dotes técnicas, el e-mailgate ha hecho daño a la campaña de Clinton. A los que trabajamos suelen advertirnos de que no enviemos correos personales desde la oficina, donde los servidores guardan todo, así que, para muchos, el hecho de que utilizara su cuenta privada para cuestiones de trabajo resulta, en el mejor de los casos, extraño. Ahora bien, aunque no fue una actuación ilegal, lo peor es cómo han reaccionado ella y su equipo.
The New York Times ha contado que Clinton no quería pedir disculpas, a pesar de los ruegos de su equipo y sus amigos. Los políticos, muchas veces aconsejados por sus asesores de comunicación, detestan pedir perdón, que es reconocer que han cometido un error. Pero a los estadounidenses les encantan las peticiones públicas de perdón porque demuestran humildad, algo que Clinton debería saber bien dado que su marido protagonizó una de las peticiones de perdón más famosas de la historia.
Clinton acabó por disculparse en una entrevista con los informativos de la cadena ABC, además de una carta dirigida a sus simpatizantes el 8 de septiembre. Pero no fue suficiente para zanjar la cuestión, ni mucho menos: el Departamento de Estado está publicando ...
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